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Etiquetas | Libertad de expresión | Democracia | Derechos Humanos
Parece lógica y fácil de entender la diferencia que hay entre rebatir una idea y vejar a una persona solo por el mero hecho de expresarla

Libertad de expresión

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Llevo horas viendo desde mi ventana un camión que está mal aparcado. Está situado de tal forma que obliga a todos los demás coches a pararse y a maniobrar durante un buen rato para poder seguir circulando sin chocarse contra una pared.

El conductor hace rato que no está en la cabina y por lo que parece, tampoco está lo suficientemente cerca como para recibir las muestras de desagrado que están haciendo los demás conductores cuando se ven metidos en esa situación.

A veces tengo la sensación de que la mayoría de los males de este planeta tienen un elemento en común, el desconocimiento que tenemos los seres humanos de los límites de casi todo. Incluidos por supuesto, nuestros propios límites.

El camionero que ha dejado ahí aparcado el camión aún a costa de perjudicar con ello a otras personas es evidente que desconoce y mucho algunos límites. Supongo que como profesional que es, conocerá perfectamente las medidas de su vehículo así que tengo que deducir entonces que los límites que se le escapan son los de las libertades.

Sería una versión de lo que nos decían nuestros padres cuando éramos pequeñitos, “tu libertad de aparcar el camión termina donde empieza la libertad de los demás conductores para circular sin miedo a pegarse un piñazo contra la pared de enfrente”

Últimamente se ha reavivado el debate que intenta establecer cuales son los límites de la libertad de expresión.

Parece que la última vez que la sociedad española se paró a analizar el concepto de libertad y todas sus derivadas fue durante la Transición, y por lo que se ve, tampoco lo hizo demasiado bien en aquel momento. De aquellos polvos estos lodos.

Existe un número inmenso de ciudadanos que creen que en nombre de la “libertad de expresión” están legitimados para decir cualquier barbaridad que sus cabezas sean capaces de pensar y que los demás, tenemos que aceptarlo sin poder hacerles ni la más mínima recriminación al respecto.

Lo que más me alarma de este debate es el posicionamiento que están tomando algunos periodistas defendiendo esa postura del “todo vale” porque en su defensa de su ideología política particular se apropian maquiavélicamente de la lucha por la defensa de la libertad de todos.

El derecho a la libertad de opinión y expresión está claramente enunciado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”

Y aquí debería terminarse el debate. Todos tenemos derecho a opinar y expresarnos en libertad, pero también tenemos el derecho a o no ser molestados a causa de nuestras opiniones.

Así que lamento informarle de que no, usted no tiene derecho a insultar a otro ser humano en una red social porque no le gusten o le contraríen las opiniones que esa persona está expresando.

¡No! Usted no puede quemar figuras de personas, acordarse públicamente de la salud de sus familiares o catalogarlo con todo su porfolio personal de improperios, solo porque no esté de acuerdo con su posicionamiento político.

¡No! Eso no es libertad de expresión. Quizás no sea ilegal en algunos casos por no ser delictivo, pero no lo disfrace de un derecho porque tampoco lo es.

Parece lógica y fácil de entender la diferencia que hay entre rebatir una idea y maltratar a una persona solo por el mero hecho de expresarla.

Parece fácil pero no debe de serlo tanto, cuando a estas alturas de nuestra Democracia todavía andamos todos dándole vueltas al concepto.

Nuestra libertad de expresión es un derecho fundamental e irrenunciable y por el que tenemos que luchar y que debemos defender como gato panza arriba si es necesario. Comprender sus límites, no es entonces una forma de agredirla, creo que es la mejor forma que existe de pelear por ella.

Porque ya nos los decían nuestros progenitores: “hijo tu libertad para aparcar su libertad de expresión como y donde te dé la gana termina donde empieza la de los demás para poder opinar sin miedo a chocarse con tus insultos, amenazas o vejaciones”

¡La sabiduría popular casi nunca falla!

Libertad de expresión

Parece lógica y fácil de entender la diferencia que hay entre rebatir una idea y vejar a una persona solo por el mero hecho de expresarla
Iria Bouzas Álvarez
miércoles, 24 de abril de 2019, 11:14 h (CET)

Llevo horas viendo desde mi ventana un camión que está mal aparcado. Está situado de tal forma que obliga a todos los demás coches a pararse y a maniobrar durante un buen rato para poder seguir circulando sin chocarse contra una pared.

El conductor hace rato que no está en la cabina y por lo que parece, tampoco está lo suficientemente cerca como para recibir las muestras de desagrado que están haciendo los demás conductores cuando se ven metidos en esa situación.

A veces tengo la sensación de que la mayoría de los males de este planeta tienen un elemento en común, el desconocimiento que tenemos los seres humanos de los límites de casi todo. Incluidos por supuesto, nuestros propios límites.

El camionero que ha dejado ahí aparcado el camión aún a costa de perjudicar con ello a otras personas es evidente que desconoce y mucho algunos límites. Supongo que como profesional que es, conocerá perfectamente las medidas de su vehículo así que tengo que deducir entonces que los límites que se le escapan son los de las libertades.

Sería una versión de lo que nos decían nuestros padres cuando éramos pequeñitos, “tu libertad de aparcar el camión termina donde empieza la libertad de los demás conductores para circular sin miedo a pegarse un piñazo contra la pared de enfrente”

Últimamente se ha reavivado el debate que intenta establecer cuales son los límites de la libertad de expresión.

Parece que la última vez que la sociedad española se paró a analizar el concepto de libertad y todas sus derivadas fue durante la Transición, y por lo que se ve, tampoco lo hizo demasiado bien en aquel momento. De aquellos polvos estos lodos.

Existe un número inmenso de ciudadanos que creen que en nombre de la “libertad de expresión” están legitimados para decir cualquier barbaridad que sus cabezas sean capaces de pensar y que los demás, tenemos que aceptarlo sin poder hacerles ni la más mínima recriminación al respecto.

Lo que más me alarma de este debate es el posicionamiento que están tomando algunos periodistas defendiendo esa postura del “todo vale” porque en su defensa de su ideología política particular se apropian maquiavélicamente de la lucha por la defensa de la libertad de todos.

El derecho a la libertad de opinión y expresión está claramente enunciado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”

Y aquí debería terminarse el debate. Todos tenemos derecho a opinar y expresarnos en libertad, pero también tenemos el derecho a o no ser molestados a causa de nuestras opiniones.

Así que lamento informarle de que no, usted no tiene derecho a insultar a otro ser humano en una red social porque no le gusten o le contraríen las opiniones que esa persona está expresando.

¡No! Usted no puede quemar figuras de personas, acordarse públicamente de la salud de sus familiares o catalogarlo con todo su porfolio personal de improperios, solo porque no esté de acuerdo con su posicionamiento político.

¡No! Eso no es libertad de expresión. Quizás no sea ilegal en algunos casos por no ser delictivo, pero no lo disfrace de un derecho porque tampoco lo es.

Parece lógica y fácil de entender la diferencia que hay entre rebatir una idea y maltratar a una persona solo por el mero hecho de expresarla.

Parece fácil pero no debe de serlo tanto, cuando a estas alturas de nuestra Democracia todavía andamos todos dándole vueltas al concepto.

Nuestra libertad de expresión es un derecho fundamental e irrenunciable y por el que tenemos que luchar y que debemos defender como gato panza arriba si es necesario. Comprender sus límites, no es entonces una forma de agredirla, creo que es la mejor forma que existe de pelear por ella.

Porque ya nos los decían nuestros progenitores: “hijo tu libertad para aparcar su libertad de expresión como y donde te dé la gana termina donde empieza la de los demás para poder opinar sin miedo a chocarse con tus insultos, amenazas o vejaciones”

¡La sabiduría popular casi nunca falla!

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