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El franquismo sigue vivo en España

La Justicia cara al Sol con la toga nueva

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Recuerdan que Pedro Sánchez, por aquel entonces flamante presidente del Gobierno del Reino de España, dijo que antes de finalizar el verano el cadáver de Francisco Franco , aquel militar rebelde, él y sus milicos sí que cometieron rebelión contra la bandera y la República a las que habían prestado juramento. Estamos a punto de comernos los turrones navideños y el Valle de los Caídos, donde están los despojos del dictador que durante cuarenta años cubrió España de miedo y silencio, sigue siendo visitado por los seguidores del indigno general, y por lo que parece no va a ser fácil sacarlo de allá, y no por el peso físico de la lápida que le cubre, la familia Franco, sin recato, ni vergüenza alguna y orgullosos del abuelito que les dejó millonarios, quiere ahora que con todos los honores, banderas y salvas de ordenanza los huesos del general, que se autoproclamó “Caudillo de España, por la gracia de Dios” sean enterrados en una cripta que en la madrileña catedral de la Almudena compró, no con el dineros ganado con el sudor de su frente, la familia. La Iglesia se desentiende del tema y desmiente a la vicepresidenta Calvo cuando ésta dice que todo està arreglado. El franquismo tendrá un nuevo lugar de peregrinación en pleno centro de Madrid, justo al lado de la Plaza de Oriente en la que durante años las masas españolas aclamaron a su Caudillo. Tengo la ligera impresión que el PSOE con su jugada maestra de sacar el cadáver del Valle de los Caídos ha hecho un pan como unas hostias, y es que Franco murió en la cama, pero el franquismo continua vigente, vivito y coleando, en la ideología de partidos políticos como PP, C’s y VOX, en las salas de bandera de algunos cuarteles, en el Parlamento español, en las comisarias con sus cloacas del Estado, en los Tribunales de Justicia, y hasta en la Corona, no olvidemos que la saga Borbón volvió a España con el nombramiento de Juan Carlos como heredero de Franco.


Ahora, después de cuarenta años, las costuras del corsé de la Transición han saltado por los aires. El miedo hizo que se firmaran pactos entre extraños compañeros de cama, el miedo y las ordenes de los milicos hicieron, hace cuarenta años, que se aprobará una Constitución cerrada y de difícil reforma, el artículo segundo de la Constitución, el que habla de la unidad de España, llegó a la mesa de los ponentes, de la mano de un oficial con pistola al cinto y redactado por el Alto Estado Mayor del Ejercito con la obligación de aceptarlo, el miedo a que Catalunya y Euskal Herria reclamaran los Estatutos de Autonomía nos llevaron al famoso “café para todos”, el miedo hizo que Suarez no se atreviera a convocar un referéndum para ver si los españoles aceptaban la Monarquía como forma de gobierno, y, de matute, colocó la figura del Rey y la de sus sucesores en el articulado de la Constitución que se tenía que aprobar. Y es que en aquel 1978 había muerto Franco pero el franquismo continuaba señoreando las calles y plazas de España.

Y no se hizo limpieza como en otros países, Portugal por ejemplo, y la policía siguió siendo la misma, algún político de la llamada izquierda llegó a encontrarse que uno de sus escoltas era uno de los que le había torturado durante el franquismo en las dependencias policiales. Y no sólo la policía torturadora del franquismo siguió en sus puestos, también, ya en esta democracia disminuida que tenemos, se les premió con medallas y aumentos de pensión, como ha pasado con el conocido como “Billy el Niño” que hace unos días estaba brindando en una comisaria con policías que, en la actualidad, se supone están al servicio del ciudadano. Franco había muerto, pero el franquismo seguía instalado en las comisarías y había manga ancha con los esbirros y asesinos de la extrema derecha. En 2013 supimos que Emilio Hellín Moro, un ultraderechista que asesinó con dos tiros en la cabeza a la joven Yolanda González en Madrid en 1980, después de cumplir 17 años de cárcel pasó a ser “asesor de criminalística de la Guardia Civil y de la Policía”. Un argumento más para pensar que el franquismo no ha muerto en algunas instituciones. Hace pocas semanas un policía atacó en Barcelona al periodista Jordi Borràs al grito de Viva Franco, y no le ha pasado nada, ni tan siquiera lo han suspendido de sueldo.

Pero el tema más grave de la pervivencia del franquismo lo tenemos en la judicatura. Aquí tampoco se hizo tabla rasa, y durante años siguieron al frente de las más altas instancias de la Justicia los mismos jueces que habían estado aplicando el Código Penal durante años sota el mandato de Franco. Y cuando llegó el momento de renovar las instituciones judiciales, aquellos jueces que venían del franquismo, se reservaron una parcela para nombrar a sus sucesores que, por regla general, tenían su mismo pensamiento único. Llegó la democracia, pero el miedo paralizó a los políticos que tenían que comenzar a aplicarla, hubo miedo, mucho, a un ejército que todavía en 1981 se atrevió a intentar un golpe de estado, una verdadera rebelión, con armas, disparos y tanques por las calles de València. Todavía no sabemos quienes fueron todos los implicados ni quienes los instigadores, todo quedó en “un elefante blanco” (qué casualidad, un elefante) que tenía que acudir al Congreso, y en un recorte de los derechos de las CC.AA. con la LOAPA. (Ley de Armonización del Proceso Autonómico), dictada también aprovechando el ruido de sables que se había montado en Febrero.

En estos momentos con la petición de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado contra los presos políticos catalanes me siento despojado de toda la seguridad jurídica que dicen emana de la Constitución y las Leyes. Cuando veo que jueces y fiscales más que aplicar el Código Penal se dedican a forzarlo para inventarse hechos que no sucedieron, cuando veo que la fiscalía cita casi cien guardia civiles y policías que, según dicen ellos mismos en el atestado fueron heridos el 1-O, y no citan a deponer testimonio a ninguno de los 1.000 heridos, algunos graves, incluso uno perdió un ojo por el disparo de un proyectil prohibido por la Ley en Catalunya, Cuando veo que el cuerpo de Mossos clausuró el doble de colegios electorales que policía y guardia civil, y la fiscalía acusa al Mayor Trapero de rebelión. Cuando veo tantas falsedades en el informe de la fiscalía pienso que algunos jueces y fiscales han olvidado las normas del Derecho y están más cómodos cantando por sevillanas cara al Sol con la toga nueva. Y, sin querer, dejo de creer en la Justicia, pese a saber que también hay buenos jueces y fiscales.

Y un recuerdo también para los jóvenes de Altsasu condenados a varios años de cárcel por una riña con dos guardia civiles de paisano, y a los que han tratado como terroristas. Y también no puedo dejar en el olvido a la joven violada por La Manada, un militar y un guardia civil entre ellos, que ha visto cómo sus violadores tan sólo han sido condenados a nueve años por abusos sexuales y están paseándose por la calle en espera de que se resuelva el recurso presentado por los abogados de estos indigentes mentales. Con todos estos antecedentes se hace difícil creer en la justicia, y en el resto de instituciones del Estado.

La Justicia cara al Sol con la toga nueva

El franquismo sigue vivo en España
Rafa Esteve-Casanova
lunes, 5 de noviembre de 2018, 08:09 h (CET)

Recuerdan que Pedro Sánchez, por aquel entonces flamante presidente del Gobierno del Reino de España, dijo que antes de finalizar el verano el cadáver de Francisco Franco , aquel militar rebelde, él y sus milicos sí que cometieron rebelión contra la bandera y la República a las que habían prestado juramento. Estamos a punto de comernos los turrones navideños y el Valle de los Caídos, donde están los despojos del dictador que durante cuarenta años cubrió España de miedo y silencio, sigue siendo visitado por los seguidores del indigno general, y por lo que parece no va a ser fácil sacarlo de allá, y no por el peso físico de la lápida que le cubre, la familia Franco, sin recato, ni vergüenza alguna y orgullosos del abuelito que les dejó millonarios, quiere ahora que con todos los honores, banderas y salvas de ordenanza los huesos del general, que se autoproclamó “Caudillo de España, por la gracia de Dios” sean enterrados en una cripta que en la madrileña catedral de la Almudena compró, no con el dineros ganado con el sudor de su frente, la familia. La Iglesia se desentiende del tema y desmiente a la vicepresidenta Calvo cuando ésta dice que todo està arreglado. El franquismo tendrá un nuevo lugar de peregrinación en pleno centro de Madrid, justo al lado de la Plaza de Oriente en la que durante años las masas españolas aclamaron a su Caudillo. Tengo la ligera impresión que el PSOE con su jugada maestra de sacar el cadáver del Valle de los Caídos ha hecho un pan como unas hostias, y es que Franco murió en la cama, pero el franquismo continua vigente, vivito y coleando, en la ideología de partidos políticos como PP, C’s y VOX, en las salas de bandera de algunos cuarteles, en el Parlamento español, en las comisarias con sus cloacas del Estado, en los Tribunales de Justicia, y hasta en la Corona, no olvidemos que la saga Borbón volvió a España con el nombramiento de Juan Carlos como heredero de Franco.


Ahora, después de cuarenta años, las costuras del corsé de la Transición han saltado por los aires. El miedo hizo que se firmaran pactos entre extraños compañeros de cama, el miedo y las ordenes de los milicos hicieron, hace cuarenta años, que se aprobará una Constitución cerrada y de difícil reforma, el artículo segundo de la Constitución, el que habla de la unidad de España, llegó a la mesa de los ponentes, de la mano de un oficial con pistola al cinto y redactado por el Alto Estado Mayor del Ejercito con la obligación de aceptarlo, el miedo a que Catalunya y Euskal Herria reclamaran los Estatutos de Autonomía nos llevaron al famoso “café para todos”, el miedo hizo que Suarez no se atreviera a convocar un referéndum para ver si los españoles aceptaban la Monarquía como forma de gobierno, y, de matute, colocó la figura del Rey y la de sus sucesores en el articulado de la Constitución que se tenía que aprobar. Y es que en aquel 1978 había muerto Franco pero el franquismo continuaba señoreando las calles y plazas de España.

Y no se hizo limpieza como en otros países, Portugal por ejemplo, y la policía siguió siendo la misma, algún político de la llamada izquierda llegó a encontrarse que uno de sus escoltas era uno de los que le había torturado durante el franquismo en las dependencias policiales. Y no sólo la policía torturadora del franquismo siguió en sus puestos, también, ya en esta democracia disminuida que tenemos, se les premió con medallas y aumentos de pensión, como ha pasado con el conocido como “Billy el Niño” que hace unos días estaba brindando en una comisaria con policías que, en la actualidad, se supone están al servicio del ciudadano. Franco había muerto, pero el franquismo seguía instalado en las comisarías y había manga ancha con los esbirros y asesinos de la extrema derecha. En 2013 supimos que Emilio Hellín Moro, un ultraderechista que asesinó con dos tiros en la cabeza a la joven Yolanda González en Madrid en 1980, después de cumplir 17 años de cárcel pasó a ser “asesor de criminalística de la Guardia Civil y de la Policía”. Un argumento más para pensar que el franquismo no ha muerto en algunas instituciones. Hace pocas semanas un policía atacó en Barcelona al periodista Jordi Borràs al grito de Viva Franco, y no le ha pasado nada, ni tan siquiera lo han suspendido de sueldo.

Pero el tema más grave de la pervivencia del franquismo lo tenemos en la judicatura. Aquí tampoco se hizo tabla rasa, y durante años siguieron al frente de las más altas instancias de la Justicia los mismos jueces que habían estado aplicando el Código Penal durante años sota el mandato de Franco. Y cuando llegó el momento de renovar las instituciones judiciales, aquellos jueces que venían del franquismo, se reservaron una parcela para nombrar a sus sucesores que, por regla general, tenían su mismo pensamiento único. Llegó la democracia, pero el miedo paralizó a los políticos que tenían que comenzar a aplicarla, hubo miedo, mucho, a un ejército que todavía en 1981 se atrevió a intentar un golpe de estado, una verdadera rebelión, con armas, disparos y tanques por las calles de València. Todavía no sabemos quienes fueron todos los implicados ni quienes los instigadores, todo quedó en “un elefante blanco” (qué casualidad, un elefante) que tenía que acudir al Congreso, y en un recorte de los derechos de las CC.AA. con la LOAPA. (Ley de Armonización del Proceso Autonómico), dictada también aprovechando el ruido de sables que se había montado en Febrero.

En estos momentos con la petición de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado contra los presos políticos catalanes me siento despojado de toda la seguridad jurídica que dicen emana de la Constitución y las Leyes. Cuando veo que jueces y fiscales más que aplicar el Código Penal se dedican a forzarlo para inventarse hechos que no sucedieron, cuando veo que la fiscalía cita casi cien guardia civiles y policías que, según dicen ellos mismos en el atestado fueron heridos el 1-O, y no citan a deponer testimonio a ninguno de los 1.000 heridos, algunos graves, incluso uno perdió un ojo por el disparo de un proyectil prohibido por la Ley en Catalunya, Cuando veo que el cuerpo de Mossos clausuró el doble de colegios electorales que policía y guardia civil, y la fiscalía acusa al Mayor Trapero de rebelión. Cuando veo tantas falsedades en el informe de la fiscalía pienso que algunos jueces y fiscales han olvidado las normas del Derecho y están más cómodos cantando por sevillanas cara al Sol con la toga nueva. Y, sin querer, dejo de creer en la Justicia, pese a saber que también hay buenos jueces y fiscales.

Y un recuerdo también para los jóvenes de Altsasu condenados a varios años de cárcel por una riña con dos guardia civiles de paisano, y a los que han tratado como terroristas. Y también no puedo dejar en el olvido a la joven violada por La Manada, un militar y un guardia civil entre ellos, que ha visto cómo sus violadores tan sólo han sido condenados a nueve años por abusos sexuales y están paseándose por la calle en espera de que se resuelva el recurso presentado por los abogados de estos indigentes mentales. Con todos estos antecedentes se hace difícil creer en la justicia, y en el resto de instituciones del Estado.

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