CRITICAR el nacionalsocialismo o fascismo catalán es criticar a Cataluña, dicen los nacionalsocialistas o fascistas catalanes.
Demuestran así el respeto que sienten por la Cataluña plural; vale decir, por Cataluña, que es plural, aunque no lo sea su clase política: única y bastante ideológicamente franquista, como prueba ese pensamiento que parece copiado de su maestro, igual que tantas otras cosas.
El mismo amor y respeto por dicha Cataluña plural, sin ninguna mezcla de odio a los disidentes catalanes ni al resto de los españoles, ha demostrado el actor Pepe Rubianes en un programa de la Televisión Publica del Tripartito, donde mandaba “a tomar por culo a los españoles”, a quienes deseaba que “ojalá les exploten los cojones y se vayan al cielo sus cojones”, aunque luego rectificó para precisar: “¡se vaya a la mierda la puta España!”... Todo ello en horario infantil y muy reído por el presentador, a sueldo del ente del tripartito nada crispante...
Cierto que al día siguiente aclaró que no se refería a todos, sino sólo a algunos: concretamente, a quienes no piensen como él. Y, probablemente, tampoco a las españolas, que no gastan atributos como a él le sobran.
El grandioso actor Pepe Rubianes ya había dado muestras de su mismo nivel intelectual y moral en otras declaraciones anteriores mucho más explícitas, por lo que no podrá argüirse que no les era conocido su credo ideológico, tampoco nada crispante ni incitador del odio... Veamos algunas perlas de su discurso anterior; breve, aunque intenso:
España: charanguera, de escupitajos, inculta, reaccionaria, ignorante, despreciadora, miserable, pedorra, lanza–exabruptos (Rubiales o cree que no lanza ninguno o bien prueba pertenecer a algún territorio, mental al menos, como el que describe), hortera, inconsciente, gargajera, cavernícola, fascista, negra, lanza–infundios, agresiva, ladrona, vilipendiadora, mamporrera, novios de la muerte, cargada de odio.
Aznar: berruga bigotuda, fascista, berruga falsaria, lameculos, babeante, culpable de la matanza de Atocha (esta vez, se ahorró lo de “asesino”, que decían otros que jamás han crispado ni crisparán), mentiroso, rastrero, patético, prepotente, idiota y sin escrúpulos.
La Iglesia: ultramontana, patética, cargada de odio, blasfema, enfrentadora, mentirosa, con telarañas mentales, amenazante, irán al infierno.
Todos juntos: según Rubianes, deben irse “a cagar a la playa”, por ser unos “mierdosos” que ya se sabe que es “lo que comen las gaviotas”. Y concluye Rubianes afirmando atinadamente que en todo esto hay... “¡pobres bestias!”.
En una cosa acierta más que en otras el pensador Rubianes (aunque tampoco de ello se da cuenta): que para que su terminología se recoja en el “Estatut” o en la Constitución... primero hay que cambiar ésta. ¡O sea que coincide con los de la mierda, los muy... constitucionalistas!
El problema mayor no es lo que dice y lo que le ríen y aplauden, sino otros dos:
1. Qué caldo de cultivo deformante es el que produce el pensamiento de Rubianes, nada crispador; pero que es mucho más antiguo, monstruoso y arraigado que el 14-M: fecha en que empezaron a crispar los crispadores profesionales, según estos crispados.
2. ¿Cuánto tiempo tardarán los nacionalsocialistas catalanes en lanzarse –más aún, quiero decir: definitivamente– contra los catalanes que no comulguen con sus opiniones nada crispantes?
Y hay un sólo antídoto contra la solución final o definitiva violencia interna que se ve venir... El mismo antídoto que sirve para identificar a los que NO son nacionalsocialistas o fascistas catalanes. Gritar bien sonoramente: ¡Viva la Cataluña plural!
Yo digo “¡Viva”, porque sé que España y Cataluña son plurales, y porque, además, no tengo nada de nacionalsocialista. ¿Y usted? Defínase: ya le he dicho en qué se les conoce y diferencia a unos de los otros... y, probablemente, usted mismo puede deducir el grupo al que pertenece Rubianes.
PD. Adicionalmente, también sería curioso analizar qué presión antigua y ya crispada han recibido estos conversos, como Rubianes o Pérez (Carod) para que se sientan obligados a hacerse perdonar su “impureza” siendo los más fervientes de la ortodoxia. Aunque también la Historia nos explica este angustioso proceso, y en qué épocas se produce.
|