Sí, sí. Digo rencorosa y revanchista con todas sus letras porque eso es lo que la caracteriza y la guía en su propósito de destruir a España.
Los españoles representados por los distintos partidos políticos, incluídos el PSOE, del momento, y los comunistas, a la muerte de Franco, decidieron pasar página de la Guerra civil, sus consecuencias, y el mal que pudisese haber causado, puesto que si había que pedir cuentas a lo ocurrido desde al año 1936, también tandrían que rendirlas los republicanos de 1934 a 1936, sin contar los años anteriores pues durante ese tiempo se preparó el caldo de cultivo que fue el detonante que hizo que se produjese el levantamiento de los que no querían que España fuese un país comunista.
Con esta buena voluntad y disposición, quisieron que España comenzase una nueva andadura en la que los rencores y las venganzas, dejados atrás, no nos impiesen a los españoles comenzar una nueva era de paz y sana convivencia. Con el sostén de estos cimientos se fundamentó la Constitución española de 1978 por la que nos reginos y gobernamos.
Bien, pues todo eso se fue al garete, quedó en papel mojado y en agua de borrajas, cuando el mal habido Rodríguez Zapatero, tuvo la malhadada idea de concebir y poner en vigor la Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. Este es el título de la Ley. No me he inventado nada.
Que también los asesinados por los batallones revolucionarios y por los desalmados que mataban a alguien por el mero hecho de ir a Misa, rezar el rosario o tener una medalla, tuvieron su consideración, no hay duda de ello, como tan poco la hay sobre que esta ley ha vuelto a resucitar las pasiones más bajas, sin necesidad de ello.
Destapó la caja de los truenos, despertó fantasmas del pasado cuando no se demandaba, y nos encontramos de nuevo con las dos Españas enfrentadas, pues no ha sido otro el resultado de esta funesta ley.
Este, en mala hora, Rodríguez Zapatero, de un tajo cercenó y eliminó, sin necesidad de ello, el acuerdo al que, con tanto tacto y buena voluntad se había llegado para dotarnos de una Constitución, por la cual habríamos de gobernarnos en adelante.
Bueno, no ha sido sólo Zapatero el que ha vuelto a enfrentarnos, sino que, con su llegada al poder Pedro Sánchez, como los españoles no tenemos problemas: no hay paro, la Sanidad pública marcha como la seda, nuestros mayores no tienen carencias algunas, no hay exclusión social, y el umbral de la pobreza es insignificante, por sólo enumerar, alguno de los que podrían aquejarnos, tiene que emplear su tiempo y nuestro dinero en un asunto que es inaplazable, por cuya solución clamamos todos los españoles.
¿Cuál es este dilema que tanto nos agobia y tiene desazonado al que nos gobierna?
Nada más y nada menos que los restos mortales de Franco. Algo hay que hacer con ellos. No pueden permanecer en el Valle de los Caídos. Los españoles no podemos soportar tamaño agravio. ¡Hasta ahí podríamos llegar!.
Como la cosa es tan urgente y no se puede aplazar más ha tenido que recurrir al Decreto Ley para solucionarla.
Y así nos encontramos, de golpe y porrazo con que todas nuestras angustias se van al garete. Lo que nos preocupaba y asfixiaba, por fin, va a desaparecer.
Con los restos de Franco allá, supongo, donde sus familiares decidan, ya los españoles podremos dormir tranquilos y a pierna suelta sin agobios que nos atosiguen.
Ya se acabó el malestar que se cernía sobre nosotros ya podremos vivir en paz, no hay nada que nos perturbe.
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