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En el Vaticano no hay mitras pá tanta gente

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (L)

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No quisiera que el lector pierda de vista la visión general de esta serie de artículos. El objetivo de los mismos es comentar una carta escrita el 9 de enero pasado por el prelado del Opus Dei a sus seguidores sobre la libertad. En mi opinión, dicha carta tiene otro destinatario. Es verdad que va dirigida a los miembros del Opus Dei, pero su objetivo fundamental, en mi opinión, es mostrar al Santo Padre lo que él les dice a sus seguidores del Opus Dei sobre la libertad para que el Papa se quede contento, aunque en el Opus Dei la libertad no sea más que un simple adorno carente de contenido.


Para comentar esta carta he querido enmarcarla en un sistema de coordenadas, o si se quiere, en vez de emplear un símil matemático, emplearemos un símil literario, y hablaremos de texto y contexto, de modo que podremos entender mejor esa carta si la situamos en unas coordenadas o un contexto que nos ayuden a “situarla”, ya que lo que yo pretendo no es hacer exégesis sino comentario, y este, crítico, es decir, apartado voluntariamente de la “versión oficial”. Comentario crítico no quiere decir necesariamente “contrario”, sino simplemente abierto a otras consideraciones que no sean estrictamente las “oficiales”.


La razón de estos comentarios críticos está precisamente en la libertad que tenemos quienes no pertenecemos al Opus Dei para criticar con libertad esta carta, lo cual es impensable en los miembros del Opus Dei, a pesar de que, en teoría, podrían hacerlo, ya que en el terreno de lo posible, un miembro del Opus Dei puede disentir de lo que diga el prelado en materias opinables, y la libertad es un tema absolutamente opinable.


He querido desarrollar mis comentarios planteando dos coordenadas que ayuden a situar la carta. Pienso no solo en quien conoce el Opus Dei, sino en quienes no lo conocen, que son la mayoría. Esas dos coordenadas he querido que sean, por una parte el estado de crisis institucional en que se encuentra actualmente el Opus Dei, y por otra, la casi inminente celebración del sínodo de la juventud sobre el discernimiento vocacional, que tendrá lugar en Roma, desde el 3 al 28 de octubre próximos.


Se puede pensar superficialmente que trazar un sistema de dos coordenadas es algo tan sencillo como coger una tiza y trazar dos líneas perpendiculares en el encerado.


En un asunto como este no está tan claro. En cuanto a la segunda coordenada, parece que no hay mucho problema, pero no así en cuanto a la primera coordenada.


Afirmar que el Opus Dei atraviesa desde hace muchos años una situación de crisis institucional es algo que no salta a la vista para la mayoría de la gente, y que no todo el mundo está dispuesto a aceptar a priori. Tal afirmación requiere una demostración.


Pues bien, a eso es a lo que me he dedicado en los primeros 49 artículos, a delinear la primera coordenada. La tesis la expuse en la primera entrega: El Opus Dei es una secta. Como era una afirmación muy fuerte para bastante gente, empleé un argumento de autoridad: Cité al Papa Francisco en una homilía el 6 de mayo de 2014 en la que claramente aplica ese calificativo al Opus Dei. No solo cité al Papa, sino que puse el enlace de youtube en el queaparece el pontífice haciendo esa afirmación. ( https://www.youtube.com/watch?v=vKX_VQ-fRoE&t=20s ).


Creí oportuno empezar con un argumento de autoridad tan relevante como pórtico para mis razonamientos, que vendrían en los siguientes artículos de esta serie. En un principio pensé en unos veinte o treinta artículos, pero poco a poco la cosa se ha ido extendiendo y ya estamos en el artículo 50, de los que 49 los he dedicado a trazar una de las coordenadas.


Con el artículo de ayer doy por concluida la exposición de la primera coordenada, es decir, la tendente a que el lector sepa algo más de los entresijos del Opus Dei y no le parezca exorbitante que el vicario de Cristo en la tierra diga de esta institución que es una secta.


Mi objetivo, siguiendo la regla de oro de la comunicación, no es explicar simplemente las cosas, sino pretender que el lector las asimile. Entiendo que en la mayoría de los casos he cubierto mi objetivo, pero no en todos, pues en el foro asociado a estos artículos he podido comprobar una vez más que el fanatismo ciega a no poca gente, y que en vez de detenerse a estudiar las tesis ajenas con una mente abierta, no son pocos los que juzgan de antemano, no a las tesis, sino a las personas, descalificándolas a nivel personal, aunque no las conozcan, simplemente porque sostienen tesis que para ellos son algo prohibido de antemano, sin previo estudio.


Este modo de actuar es típico de la mayoría de la gente del Opus Dei. Parece como si todos estuvieran cortados por el mismo patrón de ser fanáticos juzgadores de los demás. Son refractarios al razonamiento y a la escucha, pero rápidos en juzgar a los demás sin conocerlos, y a juzgarlos negativamente, es decir, a calumniarlos. En esto son buenos hijos de san Josemaría, del beato Álvaro del Portillo y de Javier Echevarría.


Esta no era la mentalidad de los primeros cristianos. Con esa cerrazón, es seguro que el cristianismo no se habría extendido por el mundo antiguo y hoy día seguiría siendo como se le veía inicialmente, como una secta judía.

Podría seguir escribiendo decenas y decenas de artículos sobre el Opus Dei exponiendo todas las incoherencias, incongruencias y atrocidades que hay en el seno de esa secta. Pero tampoco se trata de escribir una enciclopedia. He querido dar una visión panorámica, no exhaustiva, de la que serían incapaces quienes están dentro de la organización, y creo que ese objetivo ha quedado cumplido a los efectos de servir como coordenada de referencia de la carta del 9 de enero de 2018 que pretendo comentar.


El presente artículo tiene por fin exponer la segunda coordenada, esto es, hablar algo del próximo sínodo a celebrar en Roma sobre el discernimiento vocacional. Para esta coordenada no voy a necesitar 49 artículos, sino solo uno, al ser una coordenada fácil de trazar.


El discernimiento vocacional es un tema de vital importancia para el Opus Dei en un momento como este en el que las "vocaciones al Opus Dei" han caído en picado en los últimos años como consecuencia, además de la secularización reinante, de que ya no es posible el ejercicio de un proselitismo de multinacional ni una planificación de las vocaciones como en los tiempos del marqués de Peralta. Y menos aun en una espiritualidad tan cerrada como la del Opus Dei.

Por otra parte, el planteamiento decidido de una fuerte sinodalidad por parte de este Papa y una ausencia de miedo a tratar cualquier tema, por controvertido que sea, son un modo de trabajar que está en las antípodas de la manipulación, del control y de la mentalidad estrecha, propias del Opus Dei.


Si al principio de esta serie comentábamos que la mentalidad sectaria del Opus Dei, tan enemiga de la libertad, era algo que anulaba la credibilidad del prelado cuando este se deshace en elogios a la libertad, el planteamiento del próximo sínodo es tan abierto, que el Opus Dei, si estuviera presente en el mismo, sería como un burro en un garaje.

Una de las buenísimas cualidades de este Papa es la de conectar con los problemas e inquietudes reales, como consecuencia de una actitud de escucha y de diálogo. No se puede ser pastor si no se huele a oveja. Pero ese "oler a oveja" no es una frase feliz; hay que ponerla en práctica, hay que "estar-con" los demás, intentar penetrar en la mente de otros que quizá no han sido comprendidos nunca.


Hay que averiguar por qué muchos jóvenes no siguen a la Iglesia. Hay que bajar del pedestal y ponerse a escuchar en vez de “catequizar”.


Una vez le preguntaron a Zapatero cuánto valía un café, y no supo responder bien. Estoy completamente seguro de que multitud de preguntas similares que se le hicieran al prelado del Opus Dei sobre la juventud, tendrían el mismo resultado, dada la "nube vaporosa" en que viven los numerarios (son ángeles en medio del mundo, o monjes urbanos), y particularmente los que ejercen el gobierno de la prelatura, con el agravante de que creen saber más que todos los demás porque leen las "experiencias" que les envían desde otros centros del Opus Dei.


Todo esto está en las antípodas de un Papa que hasta el día de su elección, se hacía la comida y la cama, que se fregaba sus cacharros, que visitaba a gente de chabolas, no tenía el más mínimo remilgo en cantarle las cuarenta al matrimonio Kirchner o se desplazaba en metro; le importó un pimiento seguir usando los mismos zapatos que tenía antes de ser Papa e ir a pagar personalmente la pensión en que se alojó antes del cónclave, una vez elegido Papa.

Más que por estar, por no estar, el próximo sínodo sobre el discernimiento vocacional de la juventud va a ser un palo bastante duro para el Opus Dei, acostumbrado durante décadas a creerse discernidores de la vocación de los demás, particularmente de la juventud.


Ellos, propietarios del Espíritu Santo, no van a ser protagonistas en el próximo sínodo, en el que el tema de la libertad va a estar en primer plano, puesto que sin libertad no se puede seguir la llamada de Cristo. Ellos, que tanto tienen que decir y que juzgar sobre la conciencia de los demás, no van a ser oídos en un sínodo que va a prestar oídos a los cien mil jóvenes de todo el mundo que han participado en las encuestas previas, en las que libremente han manifestado lo que han querido.


Qué distinto es este sínodo de las "Asambleas Regionales" del Opus Dei, reguladas entre los números 162 y 170 de los estatutos de 1982, en donde se ve la clara manipulación desde la cúspide de la prelatura y el miedo y el veto a afrontar temas tabú, hasta el punto de que, aunque tengan el nombre de “asambleas”, están absolutamente controladas desde la dirección del Opus Dei.


Conviene no perder de vista que este es el primer sínodo que se celebra después de la muerte del anterior prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, que era obispo, y que por ello participó de una manera más directa en sínodos anteriores.

Sin embargo, Fernando Ocáriz, actual prelado, no es obispo, es un simple monseñor en la ciudad de Roma. Y ya se sabe que si vas por Roma y miras hacia delante y no ves un monseñor, y miras hacia atrás y tampoco ves un monseñor, el monseñor eres tú.


No se si, en calidad de monseñor, será invitado a observar algo (en todos los sínodos siempre hay observadores que observan), pero desde luego, verá los toros desde el gallinero, no desde la arena; o si se prefiere más precisión, desde el tendido de sol.


Me permito darte un consejo, Ocáriz. Cómprate una gorrilla para el sol. Yo, que tengo la cabeza más o menos tan despejada como tú, me pienso comprar este verano una en Fuengirola, en uno de los puestos de chinos. Valen baratas, unos dos euros, pero ayudan bastante a ver las corridas desde el tendido de sol a estas edades de la vida en que ya no nos parecemos a los Beatles de Cádiz.


El otro día me di una vuelta por uno de esos puestos del paseo marítimo de Fuengirola. Hay que reconocer que este año las gorrillas y los gorros son un poco más horteras que los de años anteriores. Quizá sea porque a los guiris les enloquece lo hortera. Pero es cuestión de rebuscar. Yo tengo esperanzas de encontrar una tipo Panamá, que molan mucho, sobre todo si tienen ese pañuelillo que tapa el cogote, al estilo Lawrence de Arabia. Todo sea por defenderse de los rigores del sol.


De todas formas,estar en el gallinero también tiene su encanto. Que se lo digan a John Lennon, que en aquel concierto memorable del 4 de noviembre de 1963 ante la nobleza británica, antes de comenzar la actuación del cuarteto de Liverpool, se dirigió al público de esta guisa: "Aquellos que estén en las primeras filas, que agiten las joyas; los del gallinero, pueden aplaudir". Pues eso, Ocáriz, a aplaudir, a aplaudir, que tampoco está tan mal. Quizá en el gallinero huela algo a sobaco, pero qué se le va a hacer, a eso es a lo que huele la gente. Ya se que los que sois ángeles en medio del mundo no oléis a esas cosas, pero qué le vamos a hacer.


Decididamente, me compraré una gorrilla como la que he descrito algo más arriba. Por un momento he pensado que quizá me venga bien la boina roja que tengo de la época de mi juventud, cuando era seguidor de Zumalacárregui. Pero me parece que no, que me compraré la gorrilla. Los tiempos de Zumalacárregui han pasado, como los de la "Nobleza Baturra" o el marquesado de Peralta, aunque Álvaro del Portillo dijera por activa y por pasiva aquello de que "siempre estaremos en los tiempos de nuestro Padre".


Cuando estaba en la mili, la convivencia estrecha con otros compañeros en situaciones extremas me hizo darme cuenta de que no es lo mismo ser inteligente que tener talento, que no es lo mismo ser ingeniero de ingenio, que ingeniero de tuercas, ni abogado humanista, que abogado de secano.


Poco a poco fui descubriendo en el Opus Dei el mito que hay en torno a Álvaro del Portillo, no solo porque acabase la carrera gracias a los "exámenes patrióticos", sino porque nunca se ha sabido con exactitud cómo se las apañó para sacar tanto título en tan poco tiempo. Quizá era tan listo como Pablo Casado.


Pero lo de "los tiempos de nuestro Padre" o la maldición que echó ante la tumba de este, recién muerto, o lo que entendía por "seguirle por el camino reglamentario" (no se a qué reglamento se refería), son cosas que poco a poco me llevaron a verle como el paradigma de un ingeniero de tuercas con una mente más cuadriculada que el escudo del Barcelona.


En fin, afortunadamente, todos esos tiempos han pasado, incluso los de Álvaro del Portillo, que gracias a Dios, es un personaje del pasado, como el cardenal Segura y demás personajes rancios. La carta de Ocáriz sobre la libertad es una especie de intento de subirse a ese carro en el que nunca estuvieron y que ahora echa a andar sin ellos, el carro de la libertad, bien pilotado por este Papa, asunto clave del próximo sínodo.


Permíteme que insista, Ocáriz. Quizá has pensado que con un simple solideo vas bien. Insisto en que te compres la gorrilla. Es más práctica; quita mejor el sol. Ya se que un solideo reclama una mitra, pero verás: no está el horno para bollos, hay que ser un poco comedido y darse cuenta de que en el Vaticano no hay mitras pá tanta gente. ¡Joder!, si es que sois insaciables. Se os da la mano y os tomáis el codo.


Habiendo delineado con esto las dos coordenadas en las que creo que hay que situar la carta de 9 de enero de 2018, quizá el lector piense que mañana entro ya de lleno en el comentario de la carta.


Pues no. Resulta que en días pasados ha habido dos noticias que a mi modo de ver, tienen cierta relevancia como para dedicarles un artículo con carácter de “coordenada”, es decir, para situar más todavía la carta en el momento en que vivimos.


Por tanto, será pasado mañana cuando comenzaremos a comentar propiamente la carta. A la vista de lo expuesto hasta ahora, la carta se comentará casi por si sola. Como primer comentario a la carta, hablaremos algo de su autor.

Opus Dei: Comentario crítico a una carta (L)

En el Vaticano no hay mitras pá tanta gente
Antonio Moya Somolinos
lunes, 30 de julio de 2018, 00:07 h (CET)

No quisiera que el lector pierda de vista la visión general de esta serie de artículos. El objetivo de los mismos es comentar una carta escrita el 9 de enero pasado por el prelado del Opus Dei a sus seguidores sobre la libertad. En mi opinión, dicha carta tiene otro destinatario. Es verdad que va dirigida a los miembros del Opus Dei, pero su objetivo fundamental, en mi opinión, es mostrar al Santo Padre lo que él les dice a sus seguidores del Opus Dei sobre la libertad para que el Papa se quede contento, aunque en el Opus Dei la libertad no sea más que un simple adorno carente de contenido.


Para comentar esta carta he querido enmarcarla en un sistema de coordenadas, o si se quiere, en vez de emplear un símil matemático, emplearemos un símil literario, y hablaremos de texto y contexto, de modo que podremos entender mejor esa carta si la situamos en unas coordenadas o un contexto que nos ayuden a “situarla”, ya que lo que yo pretendo no es hacer exégesis sino comentario, y este, crítico, es decir, apartado voluntariamente de la “versión oficial”. Comentario crítico no quiere decir necesariamente “contrario”, sino simplemente abierto a otras consideraciones que no sean estrictamente las “oficiales”.


La razón de estos comentarios críticos está precisamente en la libertad que tenemos quienes no pertenecemos al Opus Dei para criticar con libertad esta carta, lo cual es impensable en los miembros del Opus Dei, a pesar de que, en teoría, podrían hacerlo, ya que en el terreno de lo posible, un miembro del Opus Dei puede disentir de lo que diga el prelado en materias opinables, y la libertad es un tema absolutamente opinable.


He querido desarrollar mis comentarios planteando dos coordenadas que ayuden a situar la carta. Pienso no solo en quien conoce el Opus Dei, sino en quienes no lo conocen, que son la mayoría. Esas dos coordenadas he querido que sean, por una parte el estado de crisis institucional en que se encuentra actualmente el Opus Dei, y por otra, la casi inminente celebración del sínodo de la juventud sobre el discernimiento vocacional, que tendrá lugar en Roma, desde el 3 al 28 de octubre próximos.


Se puede pensar superficialmente que trazar un sistema de dos coordenadas es algo tan sencillo como coger una tiza y trazar dos líneas perpendiculares en el encerado.


En un asunto como este no está tan claro. En cuanto a la segunda coordenada, parece que no hay mucho problema, pero no así en cuanto a la primera coordenada.


Afirmar que el Opus Dei atraviesa desde hace muchos años una situación de crisis institucional es algo que no salta a la vista para la mayoría de la gente, y que no todo el mundo está dispuesto a aceptar a priori. Tal afirmación requiere una demostración.


Pues bien, a eso es a lo que me he dedicado en los primeros 49 artículos, a delinear la primera coordenada. La tesis la expuse en la primera entrega: El Opus Dei es una secta. Como era una afirmación muy fuerte para bastante gente, empleé un argumento de autoridad: Cité al Papa Francisco en una homilía el 6 de mayo de 2014 en la que claramente aplica ese calificativo al Opus Dei. No solo cité al Papa, sino que puse el enlace de youtube en el queaparece el pontífice haciendo esa afirmación. ( https://www.youtube.com/watch?v=vKX_VQ-fRoE&t=20s ).


Creí oportuno empezar con un argumento de autoridad tan relevante como pórtico para mis razonamientos, que vendrían en los siguientes artículos de esta serie. En un principio pensé en unos veinte o treinta artículos, pero poco a poco la cosa se ha ido extendiendo y ya estamos en el artículo 50, de los que 49 los he dedicado a trazar una de las coordenadas.


Con el artículo de ayer doy por concluida la exposición de la primera coordenada, es decir, la tendente a que el lector sepa algo más de los entresijos del Opus Dei y no le parezca exorbitante que el vicario de Cristo en la tierra diga de esta institución que es una secta.


Mi objetivo, siguiendo la regla de oro de la comunicación, no es explicar simplemente las cosas, sino pretender que el lector las asimile. Entiendo que en la mayoría de los casos he cubierto mi objetivo, pero no en todos, pues en el foro asociado a estos artículos he podido comprobar una vez más que el fanatismo ciega a no poca gente, y que en vez de detenerse a estudiar las tesis ajenas con una mente abierta, no son pocos los que juzgan de antemano, no a las tesis, sino a las personas, descalificándolas a nivel personal, aunque no las conozcan, simplemente porque sostienen tesis que para ellos son algo prohibido de antemano, sin previo estudio.


Este modo de actuar es típico de la mayoría de la gente del Opus Dei. Parece como si todos estuvieran cortados por el mismo patrón de ser fanáticos juzgadores de los demás. Son refractarios al razonamiento y a la escucha, pero rápidos en juzgar a los demás sin conocerlos, y a juzgarlos negativamente, es decir, a calumniarlos. En esto son buenos hijos de san Josemaría, del beato Álvaro del Portillo y de Javier Echevarría.


Esta no era la mentalidad de los primeros cristianos. Con esa cerrazón, es seguro que el cristianismo no se habría extendido por el mundo antiguo y hoy día seguiría siendo como se le veía inicialmente, como una secta judía.

Podría seguir escribiendo decenas y decenas de artículos sobre el Opus Dei exponiendo todas las incoherencias, incongruencias y atrocidades que hay en el seno de esa secta. Pero tampoco se trata de escribir una enciclopedia. He querido dar una visión panorámica, no exhaustiva, de la que serían incapaces quienes están dentro de la organización, y creo que ese objetivo ha quedado cumplido a los efectos de servir como coordenada de referencia de la carta del 9 de enero de 2018 que pretendo comentar.


El presente artículo tiene por fin exponer la segunda coordenada, esto es, hablar algo del próximo sínodo a celebrar en Roma sobre el discernimiento vocacional. Para esta coordenada no voy a necesitar 49 artículos, sino solo uno, al ser una coordenada fácil de trazar.


El discernimiento vocacional es un tema de vital importancia para el Opus Dei en un momento como este en el que las "vocaciones al Opus Dei" han caído en picado en los últimos años como consecuencia, además de la secularización reinante, de que ya no es posible el ejercicio de un proselitismo de multinacional ni una planificación de las vocaciones como en los tiempos del marqués de Peralta. Y menos aun en una espiritualidad tan cerrada como la del Opus Dei.

Por otra parte, el planteamiento decidido de una fuerte sinodalidad por parte de este Papa y una ausencia de miedo a tratar cualquier tema, por controvertido que sea, son un modo de trabajar que está en las antípodas de la manipulación, del control y de la mentalidad estrecha, propias del Opus Dei.


Si al principio de esta serie comentábamos que la mentalidad sectaria del Opus Dei, tan enemiga de la libertad, era algo que anulaba la credibilidad del prelado cuando este se deshace en elogios a la libertad, el planteamiento del próximo sínodo es tan abierto, que el Opus Dei, si estuviera presente en el mismo, sería como un burro en un garaje.

Una de las buenísimas cualidades de este Papa es la de conectar con los problemas e inquietudes reales, como consecuencia de una actitud de escucha y de diálogo. No se puede ser pastor si no se huele a oveja. Pero ese "oler a oveja" no es una frase feliz; hay que ponerla en práctica, hay que "estar-con" los demás, intentar penetrar en la mente de otros que quizá no han sido comprendidos nunca.


Hay que averiguar por qué muchos jóvenes no siguen a la Iglesia. Hay que bajar del pedestal y ponerse a escuchar en vez de “catequizar”.


Una vez le preguntaron a Zapatero cuánto valía un café, y no supo responder bien. Estoy completamente seguro de que multitud de preguntas similares que se le hicieran al prelado del Opus Dei sobre la juventud, tendrían el mismo resultado, dada la "nube vaporosa" en que viven los numerarios (son ángeles en medio del mundo, o monjes urbanos), y particularmente los que ejercen el gobierno de la prelatura, con el agravante de que creen saber más que todos los demás porque leen las "experiencias" que les envían desde otros centros del Opus Dei.


Todo esto está en las antípodas de un Papa que hasta el día de su elección, se hacía la comida y la cama, que se fregaba sus cacharros, que visitaba a gente de chabolas, no tenía el más mínimo remilgo en cantarle las cuarenta al matrimonio Kirchner o se desplazaba en metro; le importó un pimiento seguir usando los mismos zapatos que tenía antes de ser Papa e ir a pagar personalmente la pensión en que se alojó antes del cónclave, una vez elegido Papa.

Más que por estar, por no estar, el próximo sínodo sobre el discernimiento vocacional de la juventud va a ser un palo bastante duro para el Opus Dei, acostumbrado durante décadas a creerse discernidores de la vocación de los demás, particularmente de la juventud.


Ellos, propietarios del Espíritu Santo, no van a ser protagonistas en el próximo sínodo, en el que el tema de la libertad va a estar en primer plano, puesto que sin libertad no se puede seguir la llamada de Cristo. Ellos, que tanto tienen que decir y que juzgar sobre la conciencia de los demás, no van a ser oídos en un sínodo que va a prestar oídos a los cien mil jóvenes de todo el mundo que han participado en las encuestas previas, en las que libremente han manifestado lo que han querido.


Qué distinto es este sínodo de las "Asambleas Regionales" del Opus Dei, reguladas entre los números 162 y 170 de los estatutos de 1982, en donde se ve la clara manipulación desde la cúspide de la prelatura y el miedo y el veto a afrontar temas tabú, hasta el punto de que, aunque tengan el nombre de “asambleas”, están absolutamente controladas desde la dirección del Opus Dei.


Conviene no perder de vista que este es el primer sínodo que se celebra después de la muerte del anterior prelado del Opus Dei, Javier Echevarría, que era obispo, y que por ello participó de una manera más directa en sínodos anteriores.

Sin embargo, Fernando Ocáriz, actual prelado, no es obispo, es un simple monseñor en la ciudad de Roma. Y ya se sabe que si vas por Roma y miras hacia delante y no ves un monseñor, y miras hacia atrás y tampoco ves un monseñor, el monseñor eres tú.


No se si, en calidad de monseñor, será invitado a observar algo (en todos los sínodos siempre hay observadores que observan), pero desde luego, verá los toros desde el gallinero, no desde la arena; o si se prefiere más precisión, desde el tendido de sol.


Me permito darte un consejo, Ocáriz. Cómprate una gorrilla para el sol. Yo, que tengo la cabeza más o menos tan despejada como tú, me pienso comprar este verano una en Fuengirola, en uno de los puestos de chinos. Valen baratas, unos dos euros, pero ayudan bastante a ver las corridas desde el tendido de sol a estas edades de la vida en que ya no nos parecemos a los Beatles de Cádiz.


El otro día me di una vuelta por uno de esos puestos del paseo marítimo de Fuengirola. Hay que reconocer que este año las gorrillas y los gorros son un poco más horteras que los de años anteriores. Quizá sea porque a los guiris les enloquece lo hortera. Pero es cuestión de rebuscar. Yo tengo esperanzas de encontrar una tipo Panamá, que molan mucho, sobre todo si tienen ese pañuelillo que tapa el cogote, al estilo Lawrence de Arabia. Todo sea por defenderse de los rigores del sol.


De todas formas,estar en el gallinero también tiene su encanto. Que se lo digan a John Lennon, que en aquel concierto memorable del 4 de noviembre de 1963 ante la nobleza británica, antes de comenzar la actuación del cuarteto de Liverpool, se dirigió al público de esta guisa: "Aquellos que estén en las primeras filas, que agiten las joyas; los del gallinero, pueden aplaudir". Pues eso, Ocáriz, a aplaudir, a aplaudir, que tampoco está tan mal. Quizá en el gallinero huela algo a sobaco, pero qué se le va a hacer, a eso es a lo que huele la gente. Ya se que los que sois ángeles en medio del mundo no oléis a esas cosas, pero qué le vamos a hacer.


Decididamente, me compraré una gorrilla como la que he descrito algo más arriba. Por un momento he pensado que quizá me venga bien la boina roja que tengo de la época de mi juventud, cuando era seguidor de Zumalacárregui. Pero me parece que no, que me compraré la gorrilla. Los tiempos de Zumalacárregui han pasado, como los de la "Nobleza Baturra" o el marquesado de Peralta, aunque Álvaro del Portillo dijera por activa y por pasiva aquello de que "siempre estaremos en los tiempos de nuestro Padre".


Cuando estaba en la mili, la convivencia estrecha con otros compañeros en situaciones extremas me hizo darme cuenta de que no es lo mismo ser inteligente que tener talento, que no es lo mismo ser ingeniero de ingenio, que ingeniero de tuercas, ni abogado humanista, que abogado de secano.


Poco a poco fui descubriendo en el Opus Dei el mito que hay en torno a Álvaro del Portillo, no solo porque acabase la carrera gracias a los "exámenes patrióticos", sino porque nunca se ha sabido con exactitud cómo se las apañó para sacar tanto título en tan poco tiempo. Quizá era tan listo como Pablo Casado.


Pero lo de "los tiempos de nuestro Padre" o la maldición que echó ante la tumba de este, recién muerto, o lo que entendía por "seguirle por el camino reglamentario" (no se a qué reglamento se refería), son cosas que poco a poco me llevaron a verle como el paradigma de un ingeniero de tuercas con una mente más cuadriculada que el escudo del Barcelona.


En fin, afortunadamente, todos esos tiempos han pasado, incluso los de Álvaro del Portillo, que gracias a Dios, es un personaje del pasado, como el cardenal Segura y demás personajes rancios. La carta de Ocáriz sobre la libertad es una especie de intento de subirse a ese carro en el que nunca estuvieron y que ahora echa a andar sin ellos, el carro de la libertad, bien pilotado por este Papa, asunto clave del próximo sínodo.


Permíteme que insista, Ocáriz. Quizá has pensado que con un simple solideo vas bien. Insisto en que te compres la gorrilla. Es más práctica; quita mejor el sol. Ya se que un solideo reclama una mitra, pero verás: no está el horno para bollos, hay que ser un poco comedido y darse cuenta de que en el Vaticano no hay mitras pá tanta gente. ¡Joder!, si es que sois insaciables. Se os da la mano y os tomáis el codo.


Habiendo delineado con esto las dos coordenadas en las que creo que hay que situar la carta de 9 de enero de 2018, quizá el lector piense que mañana entro ya de lleno en el comentario de la carta.


Pues no. Resulta que en días pasados ha habido dos noticias que a mi modo de ver, tienen cierta relevancia como para dedicarles un artículo con carácter de “coordenada”, es decir, para situar más todavía la carta en el momento en que vivimos.


Por tanto, será pasado mañana cuando comenzaremos a comentar propiamente la carta. A la vista de lo expuesto hasta ahora, la carta se comentará casi por si sola. Como primer comentario a la carta, hablaremos algo de su autor.

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