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Emergen en el cenit del día
los insectos crujientes del verano,
desterrados de un nido
que ayudaron a construir.
Así se edifican las desérticas tardes
del estío urbanita,
con exiliados de colonias dictiópteras
y con nómadas sin hogar en el que reposar.
Tarde árida, deshidratada
y desprovista de hospitalidad,
tarde que invita al umbrío
frescor de un techo,
tarde de un julio agónico,
implacable verdugo para los desheredados.
Tardes de asfalto pegajoso
atrapando las alpargatas podridas,
tardes de pieles de bronce arrugadas
buscando un rincón a la sombra
en el que la muerte dará un pisotón
o la libertad eterna.
Poco a poco se va alejando, pero sigo escuchando su corazón latir. Todavía domina mi cuerpo pero su actuación, pronto terminará. El escritor se muere, se apagará para siempre, no volverá a nacer, yo espero que no, pues nació de un parto difícil y pocas cosas aportó.
2002, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008: siete años que no nos deja la lluvia, siete años llevándolo y es mucho tiempo en que no comprendo la razón. ¿Cuándo acabará ésto?, tendré paciencia. Lulita, hijita, coge el paraguas, soy la de la sombrilla en que descansas, la de las sábanas blancas, la que consigue el amor cuando la lluvia le cae encima de manera despiadada.
Hojas de colores, variopintos sabores, bolsos sin dinero, discos de vinilo, cassettes en el coche, el Renault Dacia Logan que pude comprarme... Oyen que a velocidad se acerca otro coche por la carretera, entre luces y sombras y no es un coche barato...
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