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Herme Cerezo

Sándor Márai, algo más que un novelista burgués

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Ignoro por qué todas las novelas editadas en España de Sándor Márai incluyen en sus solapas la misma fotografía: la del escritor sentado en un banco, con el brazo derecho apoyado sobre la barandilla, en su mano izquierda unas gafas de grueso cristal y su cabeza cubierta por una boina. He repasado esa imagen varias veces, incluso con ayuda de una lupa. Pero no consigo ponerme de acuerdo conmigo mismo. En ella, el escritor húngaro (Kassa, 1900) es ya un hombre viejo. Y sus ojos, que fluctúan entre una tibia sonrisa y una amargura profunda, son espejos vagos donde se reflejan la invasión nazi; la ocupación comunista; su inevitable exilio a los Estados Unidos (Nueva York, primero, San Diego, después); y las críticas de escritor ´decadente y burgués´. No detecto en ellos, desde luego, sus años felices: los estudios en el extranjero; los paseos por las calles de Budapest, Leipzig, Weimar, Múnich, Berlín o París; ni sus éxitos literarios, que los tuvo; ni su matrimonio feliz. Es un retrato enigmático, preludio o colofón de sus malos tiempos: la pérdida de su esposa, la judía Lola, con la que estuvo casado durante sesenta años, y la de sus seres más queridos. En resumen, todo lo que le llevó a volarse los sesos en 1989, cuando una enfermedad irreversible le condenó a pasar el resto de sus días entre las paredes de un hospital, justo el mismo año en que era derribado el muro de Berlín, símbolo del fin del comunismo al que tanto había combatido Márai a través de las ondas de Radio Europa Libre.

Aunque en España se publicaron algunas obras suyas en la década de los cincuenta, que pasaron desapercibidas, es ahora, en pleno siglo XXI, cuando Sándor Márai cobra plena actualidad. Nuestro país parece especializarse en el descubrimiento y exaltación de los escritores muertos. El fenómeno comenzó con ´El último encuentro´ (2001), la historia de dos amigos, inseparables en su juventud, que cuarenta años después vuelven a reunirse en un pequeño castillo, al pie de los Cárpatos, para repasar su vida y el nexo que les unió y separó: una mujer, faltaría más. Sus siguientes títulos, ´La herencia de Eszter´, ´Divorcio en Buda´ o ´El amante de Bolzano´ fueron publicados en años correlativos, al filo del éxito de la primera obra. Y en todos ellos encontramos algo en común: el pasado que vuelve. Los personajes de Márai evocan sus memorias, sus nostalgias, y repiten los mismos errores que cometieron entonces. Nada ha cambiado. Todo, todos, continúan igual y actúan de idéntica forma. En este sentido, podría afirmarse que Márai es uno de esos escritores que siempre escriben el mismo libro. Cosa que, por otro lado, les ocurre a muchos autores. Claro que la lucidez de los diálogos, de las situaciones, de los sentimientos seduce al lector más duro de “oído”. ‘Confesiones de un burgués´, otra novela suya, se aparta un poco de todo lo anterior, ya que se trata de su autobiografía.

Mención aparte, merece ´La mujer justa´, una historia que también trae el pasado al presente. Esta es, sin duda, su novela más compleja, más ambiciosa. Una misma historia, la de un amor fracasado, narrada desde la experiencia de los tres protagonistas. Es significativa la enorme versatilidad de Márai para colarse en la piel de dos mujeres, Marika y Judit, y de un hombre, Peter, y contar la relación amorosa que los unió por un tiempo contando con el apoyo del enigmático Lazar, amigo de Peter. Lo más sobresaliente del modo narrativo de Marai en ´La mujer justa´ es que los personajes hablan solos, cuentan su versión de lo vivido. Nadie les pregunta, monologan en voz alta con un amigo o amiga que permanece a la escucha, en la sombra. No es una técnica nueva, ni mucho menos, pero con ella Sándor Márai consigue atraparnos durante más de cuatrocientas páginas. Y en ningún momento echamos de menos el conocimiento de lo que pasa por la cabeza de los otros personajes. Nos basta con lo que dice cada narrador y con el silencio de los oyentes. La fallecida Dulce Chacón, en su extraordinaria ´Cielos de barro´, hizo algo parecido. Y también con resultados altamente satisfactorios.

Los libros de Márai, editados por Salamandra, poseen un valor añadido: la calidad de las traducciones, algo que siempre se agradece para acceder a todos los matices de los buenos escritores de lenguas no castellanas.

Un último apunte. A la fiebre desatada sobre la figura de Márai, se suma ahora su biografía, ´Sándor Márai´ (2005), escrita por Ernö Zeltne y publicada conjuntamente por las Universidades de Valencia y Granada. Con su lectura podemos completar una imagen bastante aproximada sobre la vida de este escritor “burgués”, cuya calidad literaria nadie puede poner en duda. Aunque algunos lo hagan.

Sándor Márai, algo más que un novelista burgués

Herme Cerezo
Herme Cerezo
domingo, 25 de diciembre de 2005, 01:35 h (CET)
Ignoro por qué todas las novelas editadas en España de Sándor Márai incluyen en sus solapas la misma fotografía: la del escritor sentado en un banco, con el brazo derecho apoyado sobre la barandilla, en su mano izquierda unas gafas de grueso cristal y su cabeza cubierta por una boina. He repasado esa imagen varias veces, incluso con ayuda de una lupa. Pero no consigo ponerme de acuerdo conmigo mismo. En ella, el escritor húngaro (Kassa, 1900) es ya un hombre viejo. Y sus ojos, que fluctúan entre una tibia sonrisa y una amargura profunda, son espejos vagos donde se reflejan la invasión nazi; la ocupación comunista; su inevitable exilio a los Estados Unidos (Nueva York, primero, San Diego, después); y las críticas de escritor ´decadente y burgués´. No detecto en ellos, desde luego, sus años felices: los estudios en el extranjero; los paseos por las calles de Budapest, Leipzig, Weimar, Múnich, Berlín o París; ni sus éxitos literarios, que los tuvo; ni su matrimonio feliz. Es un retrato enigmático, preludio o colofón de sus malos tiempos: la pérdida de su esposa, la judía Lola, con la que estuvo casado durante sesenta años, y la de sus seres más queridos. En resumen, todo lo que le llevó a volarse los sesos en 1989, cuando una enfermedad irreversible le condenó a pasar el resto de sus días entre las paredes de un hospital, justo el mismo año en que era derribado el muro de Berlín, símbolo del fin del comunismo al que tanto había combatido Márai a través de las ondas de Radio Europa Libre.

Aunque en España se publicaron algunas obras suyas en la década de los cincuenta, que pasaron desapercibidas, es ahora, en pleno siglo XXI, cuando Sándor Márai cobra plena actualidad. Nuestro país parece especializarse en el descubrimiento y exaltación de los escritores muertos. El fenómeno comenzó con ´El último encuentro´ (2001), la historia de dos amigos, inseparables en su juventud, que cuarenta años después vuelven a reunirse en un pequeño castillo, al pie de los Cárpatos, para repasar su vida y el nexo que les unió y separó: una mujer, faltaría más. Sus siguientes títulos, ´La herencia de Eszter´, ´Divorcio en Buda´ o ´El amante de Bolzano´ fueron publicados en años correlativos, al filo del éxito de la primera obra. Y en todos ellos encontramos algo en común: el pasado que vuelve. Los personajes de Márai evocan sus memorias, sus nostalgias, y repiten los mismos errores que cometieron entonces. Nada ha cambiado. Todo, todos, continúan igual y actúan de idéntica forma. En este sentido, podría afirmarse que Márai es uno de esos escritores que siempre escriben el mismo libro. Cosa que, por otro lado, les ocurre a muchos autores. Claro que la lucidez de los diálogos, de las situaciones, de los sentimientos seduce al lector más duro de “oído”. ‘Confesiones de un burgués´, otra novela suya, se aparta un poco de todo lo anterior, ya que se trata de su autobiografía.

Mención aparte, merece ´La mujer justa´, una historia que también trae el pasado al presente. Esta es, sin duda, su novela más compleja, más ambiciosa. Una misma historia, la de un amor fracasado, narrada desde la experiencia de los tres protagonistas. Es significativa la enorme versatilidad de Márai para colarse en la piel de dos mujeres, Marika y Judit, y de un hombre, Peter, y contar la relación amorosa que los unió por un tiempo contando con el apoyo del enigmático Lazar, amigo de Peter. Lo más sobresaliente del modo narrativo de Marai en ´La mujer justa´ es que los personajes hablan solos, cuentan su versión de lo vivido. Nadie les pregunta, monologan en voz alta con un amigo o amiga que permanece a la escucha, en la sombra. No es una técnica nueva, ni mucho menos, pero con ella Sándor Márai consigue atraparnos durante más de cuatrocientas páginas. Y en ningún momento echamos de menos el conocimiento de lo que pasa por la cabeza de los otros personajes. Nos basta con lo que dice cada narrador y con el silencio de los oyentes. La fallecida Dulce Chacón, en su extraordinaria ´Cielos de barro´, hizo algo parecido. Y también con resultados altamente satisfactorios.

Los libros de Márai, editados por Salamandra, poseen un valor añadido: la calidad de las traducciones, algo que siempre se agradece para acceder a todos los matices de los buenos escritores de lenguas no castellanas.

Un último apunte. A la fiebre desatada sobre la figura de Márai, se suma ahora su biografía, ´Sándor Márai´ (2005), escrita por Ernö Zeltne y publicada conjuntamente por las Universidades de Valencia y Granada. Con su lectura podemos completar una imagen bastante aproximada sobre la vida de este escritor “burgués”, cuya calidad literaria nadie puede poner en duda. Aunque algunos lo hagan.

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