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Etiquetas | Política | Rajoy | PENSIONES
Las únicas peticiones posibles

Pensiones, Rajoy y, también, dos huevos duros

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Próximo el debate propuesto por Rajoy para que se aporten ideas que mejoren el actual sistema de pensiones, aparece la frase de los hermanos Marx, en la escena de la película Una Noche en la Ópera conocida como la de “El camarote de los hermanos Marx”. En ella, un grupo de personas entra en un camarote mientras Groucho va pidiendo manjares a un camarero con la coletilla que apunta Harpo y repiten ambos: Y, también, dos huevos duros. Los huevos se convierten así, por mor de la genialidad de los Marx, en elementos cómicos entre nutrientes y comestibles.


Para centrar el tema y antes de entrar en el porqué de los huevos duros en relación con las pensiones, conviene vaciar de carga emocional el asunto y hacer tres precisiones:


UNA.- Las pensiones, necesarias y merecidas por los perceptores, no son la consecuencia de un ahorro hecho en tiempos pasados por los beneficiarios para satisfacer su percepción actual, sino la consecuencia de un pacto social. En virtud de ese pacto, se usa parte del producto del trabajo de los que trabajan en cada momento para atender las necesidades de los que, habiendo trabajado en el pasado, tengan derecho a percibir pensión según las normas de convivencia social (ley). Con ello, de forma automática y calculada según normas y datos, se produce la revalorización de lo cotizado en tiempos pasados, corrigiendo una inflación que sería injusta, en una muestra de solidaridad social.


DOS.- La cantidad empleada para pagar pensiones depende del número de trabajadores que haya en cada momento, del sueldo de ellos y del porcentaje a detraer del sueldo. En consecuencia, la cantidad a percibir por cada pensionista, depende del total a repartir y del número de perceptores entre los que ha de dividirse según las normas aplicadas a cada caso.


TRES.- Lo anterior, de forma inexorable, vincula el importe de cada pensión a un volumen salarial global que es consecuencia del número de trabajadores y del importe de su salario.


Hasta la fecha, esto ha funcionado así y, con algunos altibajos, lo recaudado ha bastado para pagar las pensiones que han ido marcándose a lo largo del tiempo. Hubo un momento, incluso, en épocas del Gobierno popular de José María Aznar, en que los ingresos eran superiores a las necesidades económicas, propiciando un ahorro que el gobierno de entonces, teóricamente liberal, no repartió entre los pensionistas aumentando sus pensiones y dedicó a engordar la conocida como “Hucha de la Seguridad Social”. No es momento de cuestionar si la liberalidad del gobierno de Aznar, ahuchando cotizaciones, fue oportuna o no. Parece que todo el mundo está de acuerdo con una medida, que de no haberse tomado habría supuesto la realidad de una hucha de pensiones vacía unos años antes. Pero ahora la hucha está vaciándose, la recaudación no basta para atender los pagos y hay que pensar en una modificación de las normas sociales (leyes) que regulan las pensiones y si éstas se pueden y quieren mantener o no.


Estamos, como los que estaban con los hermanos Marx en el camarote, en situación de pedir. Veamos qué se puede pedir:


- Aumento del cobro de cada pensionista, que, por lo pasado a lo largo del tiempo, parece justo y exige una dotación suplementaria. Esto supondría un aumento de fondos que habría que obtener de fuentes nuevas: Presupuestos Generales del Estado o nuevos impuestos.


- Rebaje de las pensiones, para redistribuir lo que se recauda entre quienes tienen derecho a cobrar pensión.

- Estabilizar el importe de cada pensión aumentando lo que se percibe y repartiendo según se pueda.


Ésas son, en síntesis, las únicas peticiones posibles: Más a repartir y aumento de pensiones, menos a repartir con menos pensiones, y estabilizar lo que hay. Como en el caso del camarote de los hermanos Marx, la Seguridad Social y la sociedad están en un verdadero y amplio camarote y en una situación parecida. A la hora de pedir, los grupos parlamentarios lo harán dentro de muy poco tiempo en el Congreso de los Diputados ante el camarero Rajoy, pueden pedir lo anterior con algunas de las variaciones que se les vayan ocurriendo: Aumento o disminución de pensiones vinculado, o no, al índice de precios al consumo. Redistribución de fondos nacionales, autonómicos o locales según nuevas normas. Y cambios de las propias normas.


Lo que no debiera ocurrir, y puede que ocurra, es que el Groucho o Harpo de turno, que hay, aparezca con la guinda no cómica e innecesaria que sobra: la de los dos huevos duros.


Por eso, cabe esperar que el camarero Rajoy, con o sin servilleta al hombro pero con libreta a mano, vaya tomando nota de las propuestas que vayan aportando los grupos parlamentarios para apoyarlos o no. Va a ser ésta una ocasión propicia, acaso única, para saber quien puede aportar soluciones en el ámbito de la Seguridad Social como parte importante de la realidad nacional; y quien se lanza al grupo de irresponsables pedigüeños, añadiendo “y, también, dos huevos duros”.


Ocurre, sin embargo y además, que quien atiende los pedidos que se hagan en este camarote nacional es la sociedad-electorado que va a decidir quien administra las pensiones, su cuantía y su forma. Con ello y en esta situación, la propuesta de Rajoy, maquiavelismo puro al llevar el asunto al Congreso de los Diputados para que se aporten ideas que mejoren el actual sistema de pensiones, puede significar algo distinto: devolver a los hermanitos Marx actuales, en forma de voto electoral, la frase que Groucho y Harpo repetían en el camarote:


Y, también, dos huevos duros.

Pensiones, Rajoy y, también, dos huevos duros

Las únicas peticiones posibles
José Luis Heras Celemín
martes, 13 de marzo de 2018, 06:53 h (CET)

Próximo el debate propuesto por Rajoy para que se aporten ideas que mejoren el actual sistema de pensiones, aparece la frase de los hermanos Marx, en la escena de la película Una Noche en la Ópera conocida como la de “El camarote de los hermanos Marx”. En ella, un grupo de personas entra en un camarote mientras Groucho va pidiendo manjares a un camarero con la coletilla que apunta Harpo y repiten ambos: Y, también, dos huevos duros. Los huevos se convierten así, por mor de la genialidad de los Marx, en elementos cómicos entre nutrientes y comestibles.


Para centrar el tema y antes de entrar en el porqué de los huevos duros en relación con las pensiones, conviene vaciar de carga emocional el asunto y hacer tres precisiones:


UNA.- Las pensiones, necesarias y merecidas por los perceptores, no son la consecuencia de un ahorro hecho en tiempos pasados por los beneficiarios para satisfacer su percepción actual, sino la consecuencia de un pacto social. En virtud de ese pacto, se usa parte del producto del trabajo de los que trabajan en cada momento para atender las necesidades de los que, habiendo trabajado en el pasado, tengan derecho a percibir pensión según las normas de convivencia social (ley). Con ello, de forma automática y calculada según normas y datos, se produce la revalorización de lo cotizado en tiempos pasados, corrigiendo una inflación que sería injusta, en una muestra de solidaridad social.


DOS.- La cantidad empleada para pagar pensiones depende del número de trabajadores que haya en cada momento, del sueldo de ellos y del porcentaje a detraer del sueldo. En consecuencia, la cantidad a percibir por cada pensionista, depende del total a repartir y del número de perceptores entre los que ha de dividirse según las normas aplicadas a cada caso.


TRES.- Lo anterior, de forma inexorable, vincula el importe de cada pensión a un volumen salarial global que es consecuencia del número de trabajadores y del importe de su salario.


Hasta la fecha, esto ha funcionado así y, con algunos altibajos, lo recaudado ha bastado para pagar las pensiones que han ido marcándose a lo largo del tiempo. Hubo un momento, incluso, en épocas del Gobierno popular de José María Aznar, en que los ingresos eran superiores a las necesidades económicas, propiciando un ahorro que el gobierno de entonces, teóricamente liberal, no repartió entre los pensionistas aumentando sus pensiones y dedicó a engordar la conocida como “Hucha de la Seguridad Social”. No es momento de cuestionar si la liberalidad del gobierno de Aznar, ahuchando cotizaciones, fue oportuna o no. Parece que todo el mundo está de acuerdo con una medida, que de no haberse tomado habría supuesto la realidad de una hucha de pensiones vacía unos años antes. Pero ahora la hucha está vaciándose, la recaudación no basta para atender los pagos y hay que pensar en una modificación de las normas sociales (leyes) que regulan las pensiones y si éstas se pueden y quieren mantener o no.


Estamos, como los que estaban con los hermanos Marx en el camarote, en situación de pedir. Veamos qué se puede pedir:


- Aumento del cobro de cada pensionista, que, por lo pasado a lo largo del tiempo, parece justo y exige una dotación suplementaria. Esto supondría un aumento de fondos que habría que obtener de fuentes nuevas: Presupuestos Generales del Estado o nuevos impuestos.


- Rebaje de las pensiones, para redistribuir lo que se recauda entre quienes tienen derecho a cobrar pensión.

- Estabilizar el importe de cada pensión aumentando lo que se percibe y repartiendo según se pueda.


Ésas son, en síntesis, las únicas peticiones posibles: Más a repartir y aumento de pensiones, menos a repartir con menos pensiones, y estabilizar lo que hay. Como en el caso del camarote de los hermanos Marx, la Seguridad Social y la sociedad están en un verdadero y amplio camarote y en una situación parecida. A la hora de pedir, los grupos parlamentarios lo harán dentro de muy poco tiempo en el Congreso de los Diputados ante el camarero Rajoy, pueden pedir lo anterior con algunas de las variaciones que se les vayan ocurriendo: Aumento o disminución de pensiones vinculado, o no, al índice de precios al consumo. Redistribución de fondos nacionales, autonómicos o locales según nuevas normas. Y cambios de las propias normas.


Lo que no debiera ocurrir, y puede que ocurra, es que el Groucho o Harpo de turno, que hay, aparezca con la guinda no cómica e innecesaria que sobra: la de los dos huevos duros.


Por eso, cabe esperar que el camarero Rajoy, con o sin servilleta al hombro pero con libreta a mano, vaya tomando nota de las propuestas que vayan aportando los grupos parlamentarios para apoyarlos o no. Va a ser ésta una ocasión propicia, acaso única, para saber quien puede aportar soluciones en el ámbito de la Seguridad Social como parte importante de la realidad nacional; y quien se lanza al grupo de irresponsables pedigüeños, añadiendo “y, también, dos huevos duros”.


Ocurre, sin embargo y además, que quien atiende los pedidos que se hagan en este camarote nacional es la sociedad-electorado que va a decidir quien administra las pensiones, su cuantía y su forma. Con ello y en esta situación, la propuesta de Rajoy, maquiavelismo puro al llevar el asunto al Congreso de los Diputados para que se aporten ideas que mejoren el actual sistema de pensiones, puede significar algo distinto: devolver a los hermanitos Marx actuales, en forma de voto electoral, la frase que Groucho y Harpo repetían en el camarote:


Y, también, dos huevos duros.

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