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Tuve un profesor de matemáticas durante la primaria al que admiré como ser humano más que como profesor. Fue él quien me dio la mejor lección de vida, esa a la que recurres cada vez que hablas con tus conocidos, compañeros de trabajos, familiares lejanos o vecinos. Esa lección es muy sencilla: "no hay amigos, sino cómplices".
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