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Será porque pertenezco a aquella lejana generación de los niños de la Guerra Civil o, acaso, porque no me encuentro cómodo en este siglo XXI, un siglo de cambios profundos, de doctrinarios, de relativismo y de rechazos a nuestras tradiciones, costumbres, hermanamientos, solidaridad nacional y de regreso al oscurantismo de los que pretenden imponer lo que piensan.
No siempre se puede estar inspirado ni tampoco alertado ante la posibilidad inconsciente de cometer una equivocación. Seguramente en estos momentos el señor Pedro Sánchez, el actual presidente en funciones y líder del PSOE, se debe de estar arrepintiendo de haber cometido una de sus pocas licencias verbales.
Últimamente parece que también ha entrado en el club de los que no soportan a Leticia S.M Juan Carlos I, que parece que ya se ha manifestado en varias ocasiones contrario al comportamiento de la actual reina de España.Pero ha sucedido, recientemente, un hecho que estimamos de suma gravedad y que demuestra el grado de autosuficiencia, engolamiento, fatuidad y engreimiento de Leticia que no ha tenido inconveniente en demostrar, en público y ante una multitud de personas, su incontinencia verbal, su abuso de autoridad, su falta de respeto por sus subordinados y su nulo autodominio al no saber reprimir su cólera ante una situación en la que la única culpable era ella misma, al caminar sin mirar por donde pisaba lo que motivó que tropezara y estuviera a punto de caer, aunque no llegó a tocar el suelo con su pérdida de equilibrio.
Es evidente que ninguno de los partidos políticos, con excepción de Ciudadanos del señor Albert Rivera y, con menos convencimiento e intensidad, el PP del señor Casado.
Hace unos años, a finales de la década de los sesenta, se produjo en los EE.UU un movimiento juvenil que demostraba su rechazo hacia la sociedad de entonces.
¿Cómo es posible que todas estas señoras, presuntamente perjudicadas, se animen a denunciar supuestas acosos sexuales o violaciones cuando ya han pasado los años, en algunos casos 30, y no lo hagan cuando los supuestos hechos delictivos tuvieron lugar?
Y una de estas facultades, quizá de las más importantes y satisfactorias de las que puede gozar una persona es, sin duda, la de tener una buena memoria que te ayude a revivir momentos de la vida que te ayudan a recordar episodios de una cierta relevancia de aquel pasado, ya lejano, de tus años de juventud y quizá, de ellos, los que más te hayan impactado sean los de tus relaciones con tus padres, familiares y amistades que ya nos abandonaron, aquellos éxitos que te acompañaron y aquellas circunstancias curiosas, divertidas o perturbadoras por las que tuviste que pasar; porque todos los recuerdos que, unidos a las fotografías, efemérides y remembranzas nostálgicas, forman parte de la biografía de cada persona, una suerte de recordatorio que, a medida que uno envejece gusta más de acudir a consultarlo.Sin embargo, se debe admitir que, por regla general salvo excepcionales singularidades, a medida que se van cumpliendo años y se llega a aquella parte de la vida en la que ya no se habla del futuro, se prescinde de formalidades, resulta imposible entender cómo piensa y se comporta la juventud que nos rodea y nos resulta inalcanzable seguir el ritmo que nos impone la aparición de nuevas tecnologías, por mucho que intentemos competir con estos niños de pocos años que, en su niñez, son capaces de asimilarlas sin la menor dificultad, dejándonos en ridículo y, por qué no decirlo, acomplejados al vernos superados por estos pequeños enanos sabihondos.
Pocas veces se ha producido, en un país, una degradación tan precipitada como la que ha conseguido que padezca la ciudad catalana de Barcelona, su actual alcaldesa, desde que ella conquistó el apoyo de una parte de la ciudadanía catalana que, evidentemente, escogió el peor representante que pudiera haber elegido para gobernar, desde su ayuntamiento, la capital de Cataluña.
En ocasiones es difícil hacerse una idea cabal de aquello que se nos vende como altruista, justiciero, caritativo o deseable cuando, todo aquel entorno en el que se desarrolla la operación con la que se pretende justificar una cierta actuación, aparentemente inobjetable desde el punto de vista ético y del sentimiento de las personas.
Estamos viendo como todo aquel mundo en el que creímos encontrarnos a salvo de los odios, los rencores, los peligros de los que nos libró, la guerra civil de 1936, de pasar a formar parte del imperio comunista de la URRS; el desorden, la falta de seguridad, la vuelta a las obsoletas doctrinas igualitarias, la laicidad y el peligro, que ya se ve cada día como más cercano y que, esta vuelta de tuerca hacia la izquierda política, va a coincidir con un nuevo periodo de estancamiento económico, cuando no de recesión, que posiblemente va a coincidir con los proyectos de aumentar desaforadamente el gasto público, para lo cual va a tener necesidad de apelar al aumento de impuestos, algo que nos han venido anunciando los actuales miembros del gobierno provisional y que, con toda certeza, cuando llegue el nuevo gobierno socialistas, no se sabe si en coalición con Podemos, con un acuerdo programático con ellos o bien en minoría, pero con acuerdos puntuales con aquellos mismos partidos que le permitieron presentar y ganar la moción de censura contra el señor Rajoy.Lo cierto es que, para consternación de las personas de paz, para alarma de los que nos vemos venir un cambio de régimen hacia un sistema autoritario o para temor de los que ven la repercusión que en nuestra economía que, hasta ahora, ha venido capeando los problemas políticos por los que pasa nuestra nación, como si estuviera viviendo en un mundo aparte empeñado en querer negar que, el desbarajuste que están armando los que dirigen nuestra política y el nuevo rumbo hacia un futuro incierto que los españoles, a través de los resultados de las urnas, parece que han querido que se diese, posiblemente nos va a conducir a una situación extremadamente comprometida.
El argumento de que se le debe cortar el paso a la oposición de la derecha, no es óbice para que, aunque el partido sea de izquierdas, no se tenga que ceder en algunas materias y adquirir algunos compromisos por escrito que, por muy buena voluntad que pueda existir, no consiste en un simple apoyo externo programático, sin que se tengan más garantías de que el partido en el gobierno los cumpla y, en cuánto al tiempo que lo vaya a hacer si es que, finalmente, lo hace.Pero cuando esta “responsabilidad” se les exige a los partidos con los que están enfrentados y con los que toda la relación ha consistido en batallas, sin tregua alguna, en el Parlamento y cuando el programa con el que se han ganado los comicios consiste en destruir todo lo que se ha hecho durante las dos legislaturas anteriores del gobierno del PP, el pedir que, además, dicho partido acceda a facilitar el gobierno de aquellos que pretenden llevar a España a su destrucción, solo se puede entender como una broma de mal gusto el sugerir que, “la responsabilidad” del PP o de Ciudadanos, respecto a los ciudadanos españoles, consiste en permitir que se instale en nuestra nación un gobierno del que se sabe que tiene proyectado saltarse todas las medidas de salvaguarda respecto a la deuda pública y el déficit público, para embarcarse en una serie de gastos sociales que van a suponer miles de millones de euros, con la perspectiva de una elevación de impuestos que afectarán a la clase media española y la instauración de nuevos impuestos; el hablar de “responsabilidad” del PP y de Ciudadanos, ya no se habla de VOX porque es evidente que los socialistas no quieren admitir su existencia, en el caso de no abstenerse en la investidura de Sánchez, suena a sarcasmo, broma de mal gusto o insensatez de quienes hayan tenido la temeridad de proponerlo.Ni el PP del señor Casado ni Ciudadanos del señor Rivera tienen obligación alguna de apoyar al señor Sánchez; antes bien, su responsabilidad está en seguir el mandato de todos sus votantes que, en ningún caso, estarían conformes con que la dirección de su partido les diera carta blanca a los socialistas, sabedores de que están dispuestos a tirar la casa por la ventana y, con toda probabilidad, intentar cambios constitucionales que pudieran favorecer la división de España, algo que podría llevar a una de las catástrofes peores que le pudieran ocurrir a este país.No, en modo alguno se le puede facilitar, digan lo que digan los empresarios, los periodistas, politicastros, e intelectuales de izquierdas que siempre están dispuestos a acuerdos en los que la nación española puede acabar perdiendo su identidad como tal.
Es posible que el señor Pedro Sánchez sea un hombre hábil en cuanto a conseguir crear situaciones en las que, una parte de la ciudadanía, pudiera pensar que es capaz de solucionar los graves problemas que en estos momentos acechan a nuestra nación.
Cuando algo sobrepasa los límites de lo que el sentido común, la racionalidad, el buen criterio y lo que la experiencia nos ha enseñado, entonces existen motivos para poner en duda su veracidad, desconfiar de quienes intentan hacérnoslo creer y, si además, quien es el que dirige la oficina, el organismo, la institución de que se trate, resulte ser una persona conocida por su afección a quien o quienes salen beneficiados con la información de que se trate, entonces las alarmas suenan con más fuerza.
La segunda parte del plan del señor Rodríguez Zapatero, plan de reserva o sustitutivo del que, contra todo pronóstico, ha acabado en fracaso, al salir derrotado por los votos en contra del Congreso debido a la abstención de aquellas formaciones políticas en las que confiaba.
Lo mismo que, el derecho de todos los españoles a la propiedad privada y a su disfrute, sin estar sometida al intervencionismo estatal, propio de los países en los que existen gobiernos filocomunistas o dictatoriales en los que, los derechos del ciudadano, brillan por su ausencia.Seguramente, durante el espacio de dos meses que les quedan a los políticos para proponer una nueva investidura, con el mismo o con distinto candidato, la señora Calvo va a intentar convencer a los partidos de la oposición de derechas o de centro derecha para que, “en bien de la nación española” permitan que el candidato del PSOE, señor Pedro Sánchez, se presente y, en este caso, que tanto Ciudadanos como, el PP ( ya no me atrevo a incluir a VOX en este contubernio), se abstuvieran de modo que, en segunda votación, se consiguiera la mayoría de síes respecto al número de noes.
Una batalla de despropósitos, con el PP y Ciudadanos como espectadores de primera fila viendo como los partidos de izquierdas se reprochaban, los unos a los otros, el fracaso de una investidura que solamente ellos mismos tenían la posibilidad de conseguir que fracasara, en una votación en la que tenían la mayoría.
Y todo este espectáculo, con tanto retraso y semejante final, evidentemente pre-acordado entre las partes ¿para qué, con qué fin y a dónde nos va a llevar, a los españoles, cuando tenga efecto la constitución del nuevo gobierno que se nos anuncia?
Mientras los miembros del gobierno socialista en funciones siguen convencidos de que los españoles somos capaces de tragarnos todo lo que tengan a bien decir en defensas de sus intereses políticos; beneficios que, por otra parte, los mantienen alejados de sus principales funciones de gobierno que, por extraño que pueda parecer, quedan supeditadas a lo que, para el PSOE del señor Pedro Sánchez, parece que se ha constituido en su objetivo primordial, excluyente, obsesivo y, evidentemente, ajeno a lo que debería ser la preocupación de cualquier gobernante de un país, de cuidar de que las leyes del Estado se respeten y se cumplan por todos los españoles; se mantenga el orden y la seguridad de la ciudadanía en todos rincones del ámbito territorial comprendido dentro de las fronteras de la nación, de modo que la vida cotidiana de los ciudadanos, sus derechos constitucionales, su seguridad, sus libertades, la igualdad con el resto de los conciudadanos, cualquiera que fuera el lugar de la nación en el que decidieran residir; tuvieran la garantía absoluta de la tutela del Estado, ejercida a través de su gobierno, sus autoridades nacionales, sus funcionarios y sus representantes, autonómicos o locales, de modo que ningún español se pudiera llegar sentirse extraño, incómodo, postergado o privado de sus derechos básicos, en cualquiera que fuere la parte de España en la que decidiera asentarse.Por desgracia, ya hace bastante tiempo que los gobernantes, de uno y otro color político, parecen estar más preocupados por mantenerse en el poder y conseguir el apoyo para asentarse en la poltrona gubernamental, que en ocuparse de que la nación pueda mantener su actividad económica, que los ciudadanos no se sientan discriminados según la parte del país en la que les haya tocado vivir, que las calles sean lo suficientemente seguras para que la delincuencia no haga de ellas un lugar peligroso en el que pueda resultar poco menos que arriesgado, azaroso, inseguro y, en ocasiones, turbulento y peligroso transitar.
Suponemos que el clarividente Montesquieu, cuando expuso su doctrina de la separación de poderes dentro de un Estado, fue consciente de las dificultades que sus teorías iban a crear en un mundo dónde las venalidades de los poderes públicos estaban a la orden del día y la justicia.
Es evidente que el empecinamiento en seguir manteniendo el sistema electoral que se viene utilizando en España para designar a nuestros gobernantes, lleva camino de convertir a nuestra nación en ingobernable, debido a la atomización que la injustificada fobia que algunos parece que han cogido al bipartidismo, un sistema que, no obstante, a lo largo de los relativamente pocos años en los que los españoles nos regimos por gobiernos democráticos, pese a los defectos del actual sistema D´Hont que se viene usando para asignar los escaños de cada formación participante en los comicios, de una manera que favorece de una forma notable, especialmente en circunscripciones pequeñas, a los partidos con mayor implantación local, respecto a los de mayor implantación nacional; han sido los que se han turnado con bastante buenos resultados en el gobierno del Estado, pese a las interferencias con las que, los que no han conseguido vencer, pero han logrado mantener una participación considerable que les haya permitido actuar de partidos bisagra en las decisiones que hayan requerido mayorías en las cámaras, les puedan haber impuesto.La inestabilidad en la que estamos instalados los españoles, la proliferación de partidos en los que ha cristalizado el descontento de los votantes con los partidos mayoritarios, a los que han calificado, a veces con razón pero, en la mayoría de ocasiones, injustamente; de ser los responsables de los problemas que están afectando a nuestro país que, especialmente, se refieren a temas como: al problema catalán, a las situaciones de larga provisionalidad motivada por la dificultad de los partidos más votados que no han obtenido la mayoría absoluta ( algo cada vez más va a ser más difícil), al problema del desempleo y a los intentos de la extrema izquierda, hoy pasando por una crisis que les ha hecho perder escaños en los pasados comicios, que se resisten a aceptar que van perdiendo peso específico en relación con el que consiguieron en anteriores ocasiones y ahora intentan desestabilizar el país; para lo cual se ven precisados a acceder, como fuere y a pesar de todos los obstáculos que puedan surgir, de alguna manera en el Gobierno del señor Sánchez, para lo que no les vale que se les ofrezcan puestos de segunda categoría, que se les convoque a una cooperación con el gobierno socialista, un tipo de acuerdo que los sitúa, evidentemente, al margen de las grandes resoluciones de Estado.Mientras tanto, van pasando los días y los meses sin que todavía, el señor Sánchez, haya podido cumplir el encargo del Jefe de Estado de buscar los apoyos precisos para conseguir ser investido como presidente del Gobierno.
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