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Hace años la figura de un Ministro, de un Director General, de un Diputado, de un Senador, de un señor Asesor de Presidencia.... era imagen de Madurez, Templanza, Inteligencia, Preparación, Experiencia... De la figura del Presidente no hace falta decir nada... Imagen de Ecuanimidad, de Hombre de Estado, de Objetividad y, sobre todo, imagen de servidor... Hoy, el Consejo de Ministros es lo más parecido a una jaula de grillos o de gallos enfrentados, “debidos” a sus apostantes.
En vez de pedir la renuncia del primer presidente electo de la izquierda peruana o de que se adelanten elecciones, se debe demandar que él cumpla con sus promesas electorales y que se matarielice una nueva constituyente para reorganizar al país y discutir y resolver los problemas esenciales de los peruanos.
Si no queremos entendernos, lo tenemos la mar de fácil; a nuestro favor acuden cuantas facilidades hubiéramos soñado. Sobre todo si las intenciones no se ciñen al sentido de las palabras, anotamos lo percibido sin atender a las razones del emisor o funcionamos sin ningún tipo de interés por aquello que nos circunda. Hablamos de autenticidad sin la precisión requerida.
En esta época que sufrimos bajo la amenaza pandémica de la enfermedad del coronavirus y sus terribles y luctuosas consecuencias, las necias declaraciones vertidas desde atriles institucionales de carácter nacional e internacional, me retrotraen a una de las obras cervantinas a las que el autor español encuadró y denominó como Novelas ejemplares.
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