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Yo y mi generación hemos mamado “el respeto a la mujer”. En aquella época también existían los que infringían ese respeto. Igualmente, como ahora, se perseguía a los infractores. También, como ahora, algunos, “de tapadillas”, conseguían pasar al anonimato.
Remi Cáceres conoció en primera persona la violencia de género. Luchó, salió y hoy ayuda a otras mujeres en Argentina a encontrar la válvula de escape. Pero por estar en silla de ruedas y ser extranjera, advierte que el proceso fue aún más doloroso y arduo: “Con una discapacidad y siendo migrante, cuesta el doble o el triple. Hay que empoderarse y resulta muy difícil”.
Pensaban que no iba a aparecer este fin de semana por toda la tremenda violencia ejercida contra mi persona una semana antes, pero este fin de semana he vuelto a documentar en Picassent la crueldad que ejercen contra los equinos utilizados innecesariamente en espectáculos.
Nos encontramos ante una nueva manifestación de la cultura machista, en la que para someter a su voluntad a la mujer se anula por completo su capacidad de defensa y de intencionalidad. Detrás de estos comportamientos, no solo está el interés sexual, sino el poder de sometimiento y de control sobre el otro sexo.
La Organización Mundial de la Salud advierte que el riesgo de abuso de los mayores aumenta proporcionalmente al envejecimiento de la población; un dato relevante si tenemos en cuenta que para 2050 se calcula que 2.000 millones de personas tendrán más de 60 años, superando así al número de adolescentes y jóvenes de entre 15 y 24 años.
El abuso de las redes sociales entre los jóvenes puede suponer un peligro para su salud mental. Aspectos como la baja autoestima, la búsqueda constante del perfeccionismo, la falta de contacto con la realidad o el aislamiento social pueden generar depresión y ansiedad. La estimulación cerebral no invasiva emerge como una de las técnicas más efectivas para abordar las adicciones de estos jóvenes.
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