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Jorge Hernández Mollar
Jorge Hernández Mollar
¿Qué más nos puede pasar a los españoles?

¿Qué más nos puede pasar a los españoles? Es lógico que nos formulemos esta pregunta a la vista de la tragedia y los sobresaltos que nos ha deparado estos días una maldita señora, de nombre Dana. Los ríos de barro y sangre que han inundado regiones tan queridas como Valencia, Andalucía o Castilla-La Mancha han roto el corazón de millones de españoles de bien.

Errejón es un claro ejemplo de la esquizofrenia que hoy inunda la vida política española

”Que los árboles no dejan ver el bosque” es un conocido aforismo que explica la espesura de problemas y acontecimientos que hoy rodean a la sociedad actual y que impiden a veces ahondar en las causas u origen que los motivan. El mundo envejece y está triste.

Los filósofos y pensadores han sido desplazados por un intelectualismo de salón y espectáculo

Es un hecho indiscutible que hoy al mismo tiempo que se confunden los viejos principios ideológicos que la sociedad identificaba con el conservadurismo, el liberalismo o el socialismo/comunismo, los intelectuales también se han diluido o confundido en este tsunami de nuevas corrientes costumbristas o de pensamiento. La justicia, la dignidad y la verdad, 'leit motiv' de sus discursos, ensayos y oratorias, han sido aparcadas en aras del relativismo moral imperante.

El “padre de la mentira” que hoy preside el Gobierno ha infectado a todos sus miembros

Jorge Manrique, poeta y hombre de armas, dejó en las “Coplas por la muerte de su padre” una sentencia que ha devenido tan inmemorial como cierta en algunas ocasiones: «…cómo a nuestro parescer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor». No soy una persona nostálgica ni suelo aferrarme a tiempos pasados para contemplar una foto amarillenta y llorar a veces de lo que fuí o de lo que fueron mis familiares, amistades o de las aventuras y desventuras del pasado.

“Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar… Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol… Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores”.

Dos películas “El capitán” y “El salto”, describen de una forma certera y muy realista el sufrimiento y la tragedia que hoy rodea a quienes, huyendo del hambre y la miseria de sus países de origen deciden abandonar su tierra africana y sus familias, por encontrar en “El Dorado europeo” el fin de su desventurada vida.

No es mi intención la de recapitular y comentar la ingente cantidad de despropósitos que últimamente padecemos los sufridos españoles en ámbitos como el de la política, la vida social o incluso la religiosa. Es innegable que hoy, después de muchos años de pacífica convivencia y entendimiento, estamos enfrentados como consecuencia del muro de la vergüenza que Pedro Sánchez ha reconstruido.

“Mentalmente no estoy bien, retrocedí dos pasos en este aspecto. Pensé que podía manejarlo pero ya veo que no” Estas sinceras palabras del hasta ahora “triunfador” Carlos Alcaraz, que desde sus 18 años viene logrando grandes éxitos en el mundo del tenis hasta ser coronado como el número 1 del mundo, demuestra lo difícil que hoy resulta para esta nueva generación administrar el talento y en especial las dificultades que tienen para afrontar el fracaso y el sufrimiento.

Con ocasión de un nuevo Tratado de la ONU que al parecer abre la posibilidad de producir, enviar o disponer de vídeos e imágenes participando en actos sexuales, el periodista Alex Rosal en un artículo publicado en Religión en Libertad hace una descripción muy detallada de cómo a través de la “ventana de Overtón” se puede lograr la aceptación y legalización de la pedofilia.

“… Me gusta el olor que tiene la mañana/me gusta el primer trago de café/sentir como el sol se asoma en mi ventana/ y me llena la mirada de un hermoso amanecer…sé que el tiempo lleva prisa pa borrarme de la lista/ pero yo le digo que…/Ay que bonita es esta vida…”

Ser buen cristiano es no avergonzarse de serlo. Es defender tu fe sin estridencias y con santa desvergüenza como algunos deportistas lo han hecho en los JJOO. Es no responder con acritud a quien te ofende, pero exigir respeto y justicia hacia tus creencias religiosas. Ser buen cristiano es saber rectificar, disculparse y hacer agradable la vida a quienes te rodean. Es cumplir con tus obligaciones civiles como un leal y patriota ciudadano.

Después de la conmoción que las recientes elecciones en Venezuela han producido en el continente americano y también en España, un habitual lector venezolano y amigo, me pidió que escribiera sobre la desgracia y el sufrimiento que supone para su país que el autócrata Nicolás Maduro se haya autoproclamado ganador del reciente proceso electoral, con la complicidad del Consejo Nacional Electoral (CNE).

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