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¿España no es capaz de acabar, de una vez, con semejantes incordios?

¿Seguiremos soportando desplantes de la CUP y los separatistas?

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España, no sólo Cataluña, acaba de pasar por unos momentos de extrema tristeza, de muertes y personas heridas, por esta lacra mundial que conocemos como terrorismo del EI. Todos los españoles, sin distinciones de edades, ideas, condición y lugar de nacimiento, se han solidarizado con las familias de las víctimas, fueran éstas españolas, francesas, inglesas o de cualquier otra nación; porque la decencia, los buenos sentimientos, la compasión y la repulsa hacia actos como los cometidos por los terroristas están presentes en la gran mayoría de los españoles que, si es cierto que tenemos grandes defectos, también lo es que, ante situaciones dramáticas como las que hemos vivido, sabemos reaccionar con presteza para prestarles ayuda a las víctimas, sin mirar si aquellas personas que necesitan nuestro apoyo son conciudadanos, extranjeros o pertenecen a otras religiones o etnias.

Sin embargo, hay que saber distinguir lo que son cualidades caritativas, impulsos solidarios o actos heroicos, del posterior análisis de las causas, de los motivos, de la falta de previsión, de los errores en el análisis de la situación, de la falta de colaboración por motivos inconfesables, como es el catalanismo separatista, o de la utilización de un acto terrorista para intentar sacar los méritos de aquellos que, con buena voluntad y diligencia, se solidarizaron con el problema terrorista en Cataluña desde el resto de las autonomías españolas, rechazaron con la, prácticamente unánime, repulsa la tragedia que tuvo lugar en las Ramblas de la ciudad Condal. Las poco afortunadas declaraciones de algunos directivos catalanes de la Generalitat, hablando solamente de los presuntos “méritos” de los mossos de escuadra catalanes o la forma despectiva con la que se ha venido tratando a la policía del Estado o a la misma Guardia Civil, verdaderos expertos en esta materia, en la que los mossos son verdaderos aprendices; da la medida de que, la politización que se le achaca al Gobierno del país o a algunos partidos políticos, ha sido en primer lugar la que ellos, los separatistas catalanes, han intentado hacer de los últimos acontecimientos terroristas en Barcelona.

Resulta incomprensible que un articulista catalán, como el señor Antonio Puigvert, escribiese en La Vanguardia (uno de los medios más politizados que se editan en Barcelona) un artículo que constituye un verdadero insulto para toda la prensa española y la demostración de lo profundamente que ha llegado a influir, en algunos sectores de la sociedad catalana, este virus maligno de independentismo. Haciendo gala de la tradicional inquina de los catalanes hacia Madrid y los madrileños, incluidos, por supuesto, los medios de comunicación de la capital de España; el señor Puigvert les recrimina lo que, según su forma de pensar, ha sido un trato de la masacre terrorista, poco sentido, escasamente lamentado y superficialmente condenado, al menos según el sentir de este articulista catalán de La Vanguardia. Expresiones del calibre: “No os reprimisteis ni cuando la sangre de los muertos era tibia (otro hubiera empleado “estaba”)” o “más allá de los formales lamentos y de las declaraciones de condolencia, constato cierta frialdad española ante los actos terroristas de Cataluña (¿acaso, para este señor, hay diferencia entre los españoles de Cataluña y los del resto de la península?). Al parecer, por este comentarista, se echan de menos “gestos emotivos en los balcones y plazas de España” ¡Acabáramos, por fin salió lo de los balcones y las banderas! Y es que no pueden evitar hablar de lo que, para ellos, parece ser lo más normal, como es el hecho de que la bandera independentista catalana, la que es ilegal y lleva la estrella de cinco puntas de la Cuba de los Castro, está presente, venga o no a cuento y esté o no prohibida, no solamente en muchos balcones de toda Cataluña, sino que, por añadidura, en los organismos oficiales de la autonomía, como pudieran ser multitud de ayuntamientos de toda la región catalana. Y es que, tanto los sujetos de la CUP, el reflejo de anarquismo más casposo hijos del pensamiento que les legaron sus antecesores de la FAI, como este señor Puigvert, se quejan de algo que, para ellos les parece imposible: ¡Que el resto de españoles no les adoren, que estén encantados con sus ataques en contra de España y de los españoles; de que nos insulten, se nieguen a acatar nuestras leyes, rechacen una Constitución que ellos aprobaron mayoritariamente, no acepten las sentencias de los tribunales de la nación española y que se hayan cargado el idioma castellano, tanto en la enseñanza como en el uso cotidiano, basándose en la peregrina idea de que, si los catalanes aprendían el castellano el catalán iba a desaparecer en poco tiempo! Esto no parece que pudiera ocurrir con el inglés (un idioma que ha colonizado medio mundo) que consideran que sí debe potenciarse en los colegios. ¡Por todo ello, toda España debiera estar rendida a sus pies!

Seguramente el señor Puigdemont nos podrá ilustrar sobre los lugares en los que luce la bandera española en la comunidad catalana y de lo que les ocurre a los valientes que se atreven a tenerla expuesta en sus casas. Les puedo asegurar que, seguramente, en Cataluña es el lugar de todo el mundo, no sólo en España, donde la bandera roja y gualda, insignia de nuestra patria, aparece en menos lugares. Para el señor Puigvert de La Vanguardia “La agria batalla política no ha pasado en vano”. Se equivoca porque aquí no estamos ante ninguna batalla política, sino que lo que está sucediendo en la autonomía catalana no es más que una insurrección de una parte de los catalanes (afortunadamente no de todos) que pretenden separarse de la nación española, es decir que pretenden incumplir la Constitución y están incurriendo en el delito de sedición y desobediencia previstos en nuestro Código Penal.

Nos extraña que el señor Puigvert, un hombre culto, no recuerde las veces en las que Cataluña, a través de la Historia, ha causado importantes problemas a la nación española. Conviene recordarle los dos casos más recientes: el del señor Maciá (un militar que renegó de su juramento de fidelidad a España) y el señor Luis Companys, un abogado defensor de los terroristas y demás malhechores y que, durante la revolución de Asturias en 1934, se atrevió a proclamar la República Independiente Catalana, dentro de la República Española. Encarcelado, fue liberado por las turbas catalanas que dejaron salir de las cárceles a todos los encarcelando por aquellos hechos, en julio de 1936. Suponemos que esta actitud inveterada de enfrentamiento al resto de España es la que, al señor Puigvert, le inspira esta idea de que el resto de españoles tienen que tenerle una simpatía extraordinaria a la comunidad catalana.

Y ya es hora de que, las autoridades españolas, se tomen en serio el gran peligro que suponen estos pocos miembros de la CUP que han conseguido poner a los de CDC contra las cuerdas, que los actuales del PDEcat no tienen más remedio que seguir sus consignas y que, de seguir así convertirán, juntamente con los esbirros de la alcaldesa Colau, a toda Cataluña en una sucursal aventajada del actual régimen político comunista bolivariano que está instalado en el poder en la Venezuela del señor Maduro, la que ha venido financiando a los revolucionarios progresistas de Podemos, una de las lacras que actualmente tenemos en España, con la que, si nadie nos indica lo contrario, es posible que llegue a aliarse el señor Pedro Sánchez para intentar convertir a España en uno más de los países bananeros de la América latina, cabeza de puente en Europa.

Lo curioso es que, el señor Rajoy y sus colaboradores, entre ellos la señora Sáez de Santamaría, una más de las que han fracasado con su política apaciguadora hacia la comunidad catalana; parece que siguen en la inopia y están convencidos que este acontecimiento terrorista ablandará a esta roca granítica del independentismo catalán, que es el señor Puigdemont, y lo devolverá al redil de la España constitucional. Han estado empeñados en mantener, desde que accedieron al poder con mayoría absoluta en el 2011, la errónea idea de que los catalanes buscaban, más dinero y que, inyectándoles millones de euros los mantendría quietos y alejados de sus aspiraciones separatistas. No sabemos quién o quiénes fueron los que les fueron aconsejando en esta materia, pero lo que sí podemos asegurar es que, el dinero que les pagaron a estos sujetos, es el más desaprovechado de todos los que, incluyendo los del caso Gurtel, se pagaron por un consejo.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que resaltar que, lo que estamos viendo que sucede en España, y no hablamos del tema terrorista que tiene un dimensión internacional y contra el cual es evidente que es muy difícil luchar; tiene todo el carácter de ser el principio de una nueva irrupción en el poder de la izquierda que, a diferencia del resto de ocasiones en las que el PSOE ocupó el gobierno, incluso con el inepto de Rodríguez Zapatero; en esta ocasión sería de un conjunto de partidos, a cual más radicalizado, que, dentro de la Europa actual, es obvio que no tendría puesto alguno y que, con toda seguridad, aparte de la revolución interna en su tránsito hacia la dictadura, lo más seguro es que nos situaran fuera de la órbita europea a merced de los imponderables. Y todos sabemos lo que significa esto.

¿Seguiremos soportando desplantes de la CUP y los separatistas?

¿España no es capaz de acabar, de una vez, con semejantes incordios?
Miguel Massanet
lunes, 21 de agosto de 2017, 08:29 h (CET)
España, no sólo Cataluña, acaba de pasar por unos momentos de extrema tristeza, de muertes y personas heridas, por esta lacra mundial que conocemos como terrorismo del EI. Todos los españoles, sin distinciones de edades, ideas, condición y lugar de nacimiento, se han solidarizado con las familias de las víctimas, fueran éstas españolas, francesas, inglesas o de cualquier otra nación; porque la decencia, los buenos sentimientos, la compasión y la repulsa hacia actos como los cometidos por los terroristas están presentes en la gran mayoría de los españoles que, si es cierto que tenemos grandes defectos, también lo es que, ante situaciones dramáticas como las que hemos vivido, sabemos reaccionar con presteza para prestarles ayuda a las víctimas, sin mirar si aquellas personas que necesitan nuestro apoyo son conciudadanos, extranjeros o pertenecen a otras religiones o etnias.

Sin embargo, hay que saber distinguir lo que son cualidades caritativas, impulsos solidarios o actos heroicos, del posterior análisis de las causas, de los motivos, de la falta de previsión, de los errores en el análisis de la situación, de la falta de colaboración por motivos inconfesables, como es el catalanismo separatista, o de la utilización de un acto terrorista para intentar sacar los méritos de aquellos que, con buena voluntad y diligencia, se solidarizaron con el problema terrorista en Cataluña desde el resto de las autonomías españolas, rechazaron con la, prácticamente unánime, repulsa la tragedia que tuvo lugar en las Ramblas de la ciudad Condal. Las poco afortunadas declaraciones de algunos directivos catalanes de la Generalitat, hablando solamente de los presuntos “méritos” de los mossos de escuadra catalanes o la forma despectiva con la que se ha venido tratando a la policía del Estado o a la misma Guardia Civil, verdaderos expertos en esta materia, en la que los mossos son verdaderos aprendices; da la medida de que, la politización que se le achaca al Gobierno del país o a algunos partidos políticos, ha sido en primer lugar la que ellos, los separatistas catalanes, han intentado hacer de los últimos acontecimientos terroristas en Barcelona.

Resulta incomprensible que un articulista catalán, como el señor Antonio Puigvert, escribiese en La Vanguardia (uno de los medios más politizados que se editan en Barcelona) un artículo que constituye un verdadero insulto para toda la prensa española y la demostración de lo profundamente que ha llegado a influir, en algunos sectores de la sociedad catalana, este virus maligno de independentismo. Haciendo gala de la tradicional inquina de los catalanes hacia Madrid y los madrileños, incluidos, por supuesto, los medios de comunicación de la capital de España; el señor Puigvert les recrimina lo que, según su forma de pensar, ha sido un trato de la masacre terrorista, poco sentido, escasamente lamentado y superficialmente condenado, al menos según el sentir de este articulista catalán de La Vanguardia. Expresiones del calibre: “No os reprimisteis ni cuando la sangre de los muertos era tibia (otro hubiera empleado “estaba”)” o “más allá de los formales lamentos y de las declaraciones de condolencia, constato cierta frialdad española ante los actos terroristas de Cataluña (¿acaso, para este señor, hay diferencia entre los españoles de Cataluña y los del resto de la península?). Al parecer, por este comentarista, se echan de menos “gestos emotivos en los balcones y plazas de España” ¡Acabáramos, por fin salió lo de los balcones y las banderas! Y es que no pueden evitar hablar de lo que, para ellos, parece ser lo más normal, como es el hecho de que la bandera independentista catalana, la que es ilegal y lleva la estrella de cinco puntas de la Cuba de los Castro, está presente, venga o no a cuento y esté o no prohibida, no solamente en muchos balcones de toda Cataluña, sino que, por añadidura, en los organismos oficiales de la autonomía, como pudieran ser multitud de ayuntamientos de toda la región catalana. Y es que, tanto los sujetos de la CUP, el reflejo de anarquismo más casposo hijos del pensamiento que les legaron sus antecesores de la FAI, como este señor Puigvert, se quejan de algo que, para ellos les parece imposible: ¡Que el resto de españoles no les adoren, que estén encantados con sus ataques en contra de España y de los españoles; de que nos insulten, se nieguen a acatar nuestras leyes, rechacen una Constitución que ellos aprobaron mayoritariamente, no acepten las sentencias de los tribunales de la nación española y que se hayan cargado el idioma castellano, tanto en la enseñanza como en el uso cotidiano, basándose en la peregrina idea de que, si los catalanes aprendían el castellano el catalán iba a desaparecer en poco tiempo! Esto no parece que pudiera ocurrir con el inglés (un idioma que ha colonizado medio mundo) que consideran que sí debe potenciarse en los colegios. ¡Por todo ello, toda España debiera estar rendida a sus pies!

Seguramente el señor Puigdemont nos podrá ilustrar sobre los lugares en los que luce la bandera española en la comunidad catalana y de lo que les ocurre a los valientes que se atreven a tenerla expuesta en sus casas. Les puedo asegurar que, seguramente, en Cataluña es el lugar de todo el mundo, no sólo en España, donde la bandera roja y gualda, insignia de nuestra patria, aparece en menos lugares. Para el señor Puigvert de La Vanguardia “La agria batalla política no ha pasado en vano”. Se equivoca porque aquí no estamos ante ninguna batalla política, sino que lo que está sucediendo en la autonomía catalana no es más que una insurrección de una parte de los catalanes (afortunadamente no de todos) que pretenden separarse de la nación española, es decir que pretenden incumplir la Constitución y están incurriendo en el delito de sedición y desobediencia previstos en nuestro Código Penal.

Nos extraña que el señor Puigvert, un hombre culto, no recuerde las veces en las que Cataluña, a través de la Historia, ha causado importantes problemas a la nación española. Conviene recordarle los dos casos más recientes: el del señor Maciá (un militar que renegó de su juramento de fidelidad a España) y el señor Luis Companys, un abogado defensor de los terroristas y demás malhechores y que, durante la revolución de Asturias en 1934, se atrevió a proclamar la República Independiente Catalana, dentro de la República Española. Encarcelado, fue liberado por las turbas catalanas que dejaron salir de las cárceles a todos los encarcelando por aquellos hechos, en julio de 1936. Suponemos que esta actitud inveterada de enfrentamiento al resto de España es la que, al señor Puigvert, le inspira esta idea de que el resto de españoles tienen que tenerle una simpatía extraordinaria a la comunidad catalana.

Y ya es hora de que, las autoridades españolas, se tomen en serio el gran peligro que suponen estos pocos miembros de la CUP que han conseguido poner a los de CDC contra las cuerdas, que los actuales del PDEcat no tienen más remedio que seguir sus consignas y que, de seguir así convertirán, juntamente con los esbirros de la alcaldesa Colau, a toda Cataluña en una sucursal aventajada del actual régimen político comunista bolivariano que está instalado en el poder en la Venezuela del señor Maduro, la que ha venido financiando a los revolucionarios progresistas de Podemos, una de las lacras que actualmente tenemos en España, con la que, si nadie nos indica lo contrario, es posible que llegue a aliarse el señor Pedro Sánchez para intentar convertir a España en uno más de los países bananeros de la América latina, cabeza de puente en Europa.

Lo curioso es que, el señor Rajoy y sus colaboradores, entre ellos la señora Sáez de Santamaría, una más de las que han fracasado con su política apaciguadora hacia la comunidad catalana; parece que siguen en la inopia y están convencidos que este acontecimiento terrorista ablandará a esta roca granítica del independentismo catalán, que es el señor Puigdemont, y lo devolverá al redil de la España constitucional. Han estado empeñados en mantener, desde que accedieron al poder con mayoría absoluta en el 2011, la errónea idea de que los catalanes buscaban, más dinero y que, inyectándoles millones de euros los mantendría quietos y alejados de sus aspiraciones separatistas. No sabemos quién o quiénes fueron los que les fueron aconsejando en esta materia, pero lo que sí podemos asegurar es que, el dinero que les pagaron a estos sujetos, es el más desaprovechado de todos los que, incluyendo los del caso Gurtel, se pagaron por un consejo.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que resaltar que, lo que estamos viendo que sucede en España, y no hablamos del tema terrorista que tiene un dimensión internacional y contra el cual es evidente que es muy difícil luchar; tiene todo el carácter de ser el principio de una nueva irrupción en el poder de la izquierda que, a diferencia del resto de ocasiones en las que el PSOE ocupó el gobierno, incluso con el inepto de Rodríguez Zapatero; en esta ocasión sería de un conjunto de partidos, a cual más radicalizado, que, dentro de la Europa actual, es obvio que no tendría puesto alguno y que, con toda seguridad, aparte de la revolución interna en su tránsito hacia la dictadura, lo más seguro es que nos situaran fuera de la órbita europea a merced de los imponderables. Y todos sabemos lo que significa esto.

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