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"Nos dirigimos hacia lo desconocido y no tenemos más alternativa que quedarnos en silencio en nuestros asientos duros y dejar que nos lleven allí.” Christina Baker Kline

Europa entre la globalización y el populismo

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Cuando uno no pertenece a esta selecta clase formada por los que nos gobiernan; no dispone de los medios para poder profundizar en las mentes privilegiadas que mueven nuestros destinos desde sus torres de cristal o carece de las luces que convierten el cerebro de una persona en un lugar donde la inteligencia y la excelencia han decidido crear su nido; entonces, señores, se hace muy cuesta arriba el llegar a comprender las causas de cómo, en unos pocos años, tanto España como Europa han sido capaces de renunciar a la prosperidad, a la que parecían estar predestinadas, para caer en un colapso político, social, económico y financiero, de cuyas implicaciones no somos capaces de prever sus últimas consecuencias. Queramos o no la epidemia de populismo que nos ha llegado subrepticiamente, sin que nos diéramos cuenta, desde los últimos reductos, casi olvidados, del más rancio comunismo soviético y, no obstante, como se dice del bacilo del antrax, puede estar en una situación de aletargamiento durante años hasta que, una circunstancia favorable a su desarrollo, lo despierta de su situación de encapsulamiento para propagarse con toda facilidad de modo que, en poco tiempo, puede convertirse en una mortal epidemia, especialmente para los animales domésticos.

Esta combinación letal de progresismo, comunismo bolivariano, anarquismo y comuna antisistema, que parece que nos está invadiendo, puede acabar por ser aprovechada, por quienes se han hecho cargo de introducirla en Europa, para luchar contra la llamada globalización, a la que muchos acusan de ser la causante de todos los males que la crisis descargó sobre los países europeos, atribuyendo al capitalismo, la libertad de mercados, la privatización de la economía y el despertar de la iniciativa privada (como fuente de riqueza y verdadero motor para que, el bienestar y la riqueza, alcance a todas las capas de la sociedad, como el mejor antídoto contra la pobreza y la recesión) de atentar contra los derechos de los trabajadores, de ser la causa de las desigualdades entre ricos y pobres, de ir en contra de la dignidad de las personas o de constituir un modo de esclavitud moderna, del que, los menos favorecidos por la fortuna, no pueden escaparse si no es mediante la revolución proletaria y la derrota cruenta del sistema capitalista.

Desgraciadamente, los ejemplos que hemos tenido a lo largo de la historia de los resultados de estas teorías seudomarxistas, anarquistas o bakunianas, no han podido ser más rotundos y esclarecedores respecto a los desastrosos que han sido, las fatales consecuencias y las nefastas consecuencias que, para los pueblos sometidos a tal clase de experimentos leninistas, han tenido estas modalidades de economías dirigidas, esta equiparación salarial sin gradación perceptible, respecto a los mejor preparados en comparación al resto o a los con más iniciativa y empuje en relación a aquellos más abúlicos y conformistas; de modo que han acabado con el interés, la iniciativa, la emulación y el interés por formarse, cuando se han apercibido de que sus esfuerzos no han sido compensados por quienes debieran premiarlos por encima de los otros.

Europa está sometida a una serie de presiones que, de no solventarse, de perdurar y no ser resueltas con premura, tienen todos los visos de acabar con todos los esfuerzos de aquellos que intentan mantener la cohesión de todas las naciones implicadas en este empeño común. Si los ingleses han marcado un hito respecto a la continuidad en su alianza con Europa, al poner la cuestión de la separación de la UK de la comunidad europea como prioritaria, poniendo en práctica su llamado “brexit” para anunciar que, en un par de años, van a abandonar la CE para dedicarse, por libre, a buscarse la vida dentro de su famosa Commonwealth y, posiblemente, lo intentarán también con el resto de países extracomunitarios. No olvidemos que, en todo ello, ha existido un motivo decisivo que, sin duda, fue la precipitada apertura del espacio europeo a la avalancha de la inmigración que nos llegó de Oriente Medio. Mal gestionada, peor organizada, minusvalorada y, evidentemente, entendida de forma distinta por los distintos países de la UE debido a que, mientras Merkel en Alemania se ofrecía a ofrecer asilo a todos los refugiados que llegasen al país, otros, en cambio, pusieron serios obstáculos a aceptar los cupos que se les atribuyeron, mientras los hubo, como Grecia, que, a la fuerza, tuvo que permitir que una zona del país fuera ocupada por cientos de miles de refugiados, sin que, hasta ahora, se haya hallado un remedio eficaz ( Turquía pone todas las trabas posibles, para retrasar la entrada del cupo que convino, mediante recompensa económica, con la CE).

Ahora el problema llega de Italia, como consecuencia del error del señor Renzi de someter a referendo un cambio de la Constitución que sabía o, si no, debió de haberse enterado antes de arriesgar su carrera a una cuestión tan espinosa que, como se ha visto, ha terminado siendo su entierro político al ser rechazada de plano por el pueblo italiano. Como suele ocurrir cuando una parte de un organismo sufre un revolcón, la economía de toda Europa se ha vuelto a poner en guardia, pendiente de lo que va a ocurrir en Italia y de las consecuencias que, para su debilitada y frágil sistema bancario, va a tener este fracaso del gobierno del señor Renzi, con el peligro que los populistas de Grillo saquen partido de la ocasión y consiguieran instaurar un gobierno de extrema izquierda. Una preocupación más para Bruselas, que se encuentra en una situación de stand by respecto a lo que le va a ocurrir en sus relaciones con el nuevo Establishment americano, pendiente de la reacción del señor Trump y de sus asesores, con respecto a sus relaciones con el viejo mundo; una relación que ya anunció que cambiaría, tanto en el tema del apoyo a la OTAN, como al dado por fenecido acuerdo de libre comercio entre ambas potencias. Los europeos ya saben que poner en situación de defender a Europa al ejército europeo les va a costar del orden de 90.000 millones de euros. Casi nada.

Francia espera que la elección del señor Fillon, como candidato a la presidencia del pueblo francés, sea capaz de aglutinar en su entorno tanto a los de los de centro derecha como, en su caso y para una eventual segunda vuelta, a los socialistas del señor Valls, el sustituto posible de señor Hollande, para que apoyen al partido que más votos haya conseguido e intentar, con ello, evitar que la populista Marie Le Pen consiga ganar las elecciones e instaurar otro partido populista en la nación gala. Veremos el tipo de relación que mantendría el señor Fillon, si ganara las elecciones, con la señora Merkel, cuando parece que sus simpatías por los germanos son perfectamente descriptibles. Un posible escollo añadido a los con los que tiene que bregar una UE a la que parece que le están creciendo los enanos, a medida que empiezan a notarse, en distintas, la aparición de un sentimiento antieuropeo que parece va creciendo a medida que se van desarrollando los acontecimientos.

Y no olvidemos que, entre tanto, el problema del EI sigue en pie y la amenaza de atentados, en Europa, hace que todos los países deban mantener un estado de alarma elevado porque, como ocurre en España, la actividad de los yihadistas infiltrados, parece que se mantiene y las detenciones de posibles comandos que se preparaban para atentar o aquellos que hacen proselitismos entre los ciudadanos de la UE, parece ser que no lleva visos de desaparecer. Alguien ha avisado que, a medida que las derrotas del EI se van sucediendo en Irak y Siria, las posibilidades de que los terroristas que residen en las distintas naciones de la CE se decidan a inmolarse se está haciendo más probable. El peligro de que los ciudadanos europeos se cansen de su papel de víctimas de los bancos, de la fiscalización de Bruselas o de las leyes comunitarias que impiden aplicar la legislación patria, cada día parece que se hace más evidente y es preciso que los directivos del Parlamento Europeo empiecen a pensar las fórmulas para que, este sentimiento que tan favorable les resulta a los que buscan la descomposición de la UE, los del Syriza, Podemos o los del señor Grillo, no acabe siendo mayoritario y termine por hacerse con el poder, lo que representaría la mayor desgracia que les pudiera ocurrir a los europeos y ya no hablemos de lo que representaría para el pueblo español.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con preocupación cómo no es sólo en España donde se van acumulando los problemas, sino que, en el resto de países de Europa, también empiezan a darse síntomas preocupantes de lo que pudiera hacerse realidad en poco tiempo si, quienes están en condiciones de hacerlo, no se esmeran en tomar las medidas adecuadas para acabar con esta amenaza latente del populismo izquierdista.

Europa entre la globalización y el populismo

"Nos dirigimos hacia lo desconocido y no tenemos más alternativa que quedarnos en silencio en nuestros asientos duros y dejar que nos lleven allí.” Christina Baker Kline
Miguel Massanet
martes, 6 de diciembre de 2016, 00:55 h (CET)
Cuando uno no pertenece a esta selecta clase formada por los que nos gobiernan; no dispone de los medios para poder profundizar en las mentes privilegiadas que mueven nuestros destinos desde sus torres de cristal o carece de las luces que convierten el cerebro de una persona en un lugar donde la inteligencia y la excelencia han decidido crear su nido; entonces, señores, se hace muy cuesta arriba el llegar a comprender las causas de cómo, en unos pocos años, tanto España como Europa han sido capaces de renunciar a la prosperidad, a la que parecían estar predestinadas, para caer en un colapso político, social, económico y financiero, de cuyas implicaciones no somos capaces de prever sus últimas consecuencias. Queramos o no la epidemia de populismo que nos ha llegado subrepticiamente, sin que nos diéramos cuenta, desde los últimos reductos, casi olvidados, del más rancio comunismo soviético y, no obstante, como se dice del bacilo del antrax, puede estar en una situación de aletargamiento durante años hasta que, una circunstancia favorable a su desarrollo, lo despierta de su situación de encapsulamiento para propagarse con toda facilidad de modo que, en poco tiempo, puede convertirse en una mortal epidemia, especialmente para los animales domésticos.

Esta combinación letal de progresismo, comunismo bolivariano, anarquismo y comuna antisistema, que parece que nos está invadiendo, puede acabar por ser aprovechada, por quienes se han hecho cargo de introducirla en Europa, para luchar contra la llamada globalización, a la que muchos acusan de ser la causante de todos los males que la crisis descargó sobre los países europeos, atribuyendo al capitalismo, la libertad de mercados, la privatización de la economía y el despertar de la iniciativa privada (como fuente de riqueza y verdadero motor para que, el bienestar y la riqueza, alcance a todas las capas de la sociedad, como el mejor antídoto contra la pobreza y la recesión) de atentar contra los derechos de los trabajadores, de ser la causa de las desigualdades entre ricos y pobres, de ir en contra de la dignidad de las personas o de constituir un modo de esclavitud moderna, del que, los menos favorecidos por la fortuna, no pueden escaparse si no es mediante la revolución proletaria y la derrota cruenta del sistema capitalista.

Desgraciadamente, los ejemplos que hemos tenido a lo largo de la historia de los resultados de estas teorías seudomarxistas, anarquistas o bakunianas, no han podido ser más rotundos y esclarecedores respecto a los desastrosos que han sido, las fatales consecuencias y las nefastas consecuencias que, para los pueblos sometidos a tal clase de experimentos leninistas, han tenido estas modalidades de economías dirigidas, esta equiparación salarial sin gradación perceptible, respecto a los mejor preparados en comparación al resto o a los con más iniciativa y empuje en relación a aquellos más abúlicos y conformistas; de modo que han acabado con el interés, la iniciativa, la emulación y el interés por formarse, cuando se han apercibido de que sus esfuerzos no han sido compensados por quienes debieran premiarlos por encima de los otros.

Europa está sometida a una serie de presiones que, de no solventarse, de perdurar y no ser resueltas con premura, tienen todos los visos de acabar con todos los esfuerzos de aquellos que intentan mantener la cohesión de todas las naciones implicadas en este empeño común. Si los ingleses han marcado un hito respecto a la continuidad en su alianza con Europa, al poner la cuestión de la separación de la UK de la comunidad europea como prioritaria, poniendo en práctica su llamado “brexit” para anunciar que, en un par de años, van a abandonar la CE para dedicarse, por libre, a buscarse la vida dentro de su famosa Commonwealth y, posiblemente, lo intentarán también con el resto de países extracomunitarios. No olvidemos que, en todo ello, ha existido un motivo decisivo que, sin duda, fue la precipitada apertura del espacio europeo a la avalancha de la inmigración que nos llegó de Oriente Medio. Mal gestionada, peor organizada, minusvalorada y, evidentemente, entendida de forma distinta por los distintos países de la UE debido a que, mientras Merkel en Alemania se ofrecía a ofrecer asilo a todos los refugiados que llegasen al país, otros, en cambio, pusieron serios obstáculos a aceptar los cupos que se les atribuyeron, mientras los hubo, como Grecia, que, a la fuerza, tuvo que permitir que una zona del país fuera ocupada por cientos de miles de refugiados, sin que, hasta ahora, se haya hallado un remedio eficaz ( Turquía pone todas las trabas posibles, para retrasar la entrada del cupo que convino, mediante recompensa económica, con la CE).

Ahora el problema llega de Italia, como consecuencia del error del señor Renzi de someter a referendo un cambio de la Constitución que sabía o, si no, debió de haberse enterado antes de arriesgar su carrera a una cuestión tan espinosa que, como se ha visto, ha terminado siendo su entierro político al ser rechazada de plano por el pueblo italiano. Como suele ocurrir cuando una parte de un organismo sufre un revolcón, la economía de toda Europa se ha vuelto a poner en guardia, pendiente de lo que va a ocurrir en Italia y de las consecuencias que, para su debilitada y frágil sistema bancario, va a tener este fracaso del gobierno del señor Renzi, con el peligro que los populistas de Grillo saquen partido de la ocasión y consiguieran instaurar un gobierno de extrema izquierda. Una preocupación más para Bruselas, que se encuentra en una situación de stand by respecto a lo que le va a ocurrir en sus relaciones con el nuevo Establishment americano, pendiente de la reacción del señor Trump y de sus asesores, con respecto a sus relaciones con el viejo mundo; una relación que ya anunció que cambiaría, tanto en el tema del apoyo a la OTAN, como al dado por fenecido acuerdo de libre comercio entre ambas potencias. Los europeos ya saben que poner en situación de defender a Europa al ejército europeo les va a costar del orden de 90.000 millones de euros. Casi nada.

Francia espera que la elección del señor Fillon, como candidato a la presidencia del pueblo francés, sea capaz de aglutinar en su entorno tanto a los de los de centro derecha como, en su caso y para una eventual segunda vuelta, a los socialistas del señor Valls, el sustituto posible de señor Hollande, para que apoyen al partido que más votos haya conseguido e intentar, con ello, evitar que la populista Marie Le Pen consiga ganar las elecciones e instaurar otro partido populista en la nación gala. Veremos el tipo de relación que mantendría el señor Fillon, si ganara las elecciones, con la señora Merkel, cuando parece que sus simpatías por los germanos son perfectamente descriptibles. Un posible escollo añadido a los con los que tiene que bregar una UE a la que parece que le están creciendo los enanos, a medida que empiezan a notarse, en distintas, la aparición de un sentimiento antieuropeo que parece va creciendo a medida que se van desarrollando los acontecimientos.

Y no olvidemos que, entre tanto, el problema del EI sigue en pie y la amenaza de atentados, en Europa, hace que todos los países deban mantener un estado de alarma elevado porque, como ocurre en España, la actividad de los yihadistas infiltrados, parece que se mantiene y las detenciones de posibles comandos que se preparaban para atentar o aquellos que hacen proselitismos entre los ciudadanos de la UE, parece ser que no lleva visos de desaparecer. Alguien ha avisado que, a medida que las derrotas del EI se van sucediendo en Irak y Siria, las posibilidades de que los terroristas que residen en las distintas naciones de la CE se decidan a inmolarse se está haciendo más probable. El peligro de que los ciudadanos europeos se cansen de su papel de víctimas de los bancos, de la fiscalización de Bruselas o de las leyes comunitarias que impiden aplicar la legislación patria, cada día parece que se hace más evidente y es preciso que los directivos del Parlamento Europeo empiecen a pensar las fórmulas para que, este sentimiento que tan favorable les resulta a los que buscan la descomposición de la UE, los del Syriza, Podemos o los del señor Grillo, no acabe siendo mayoritario y termine por hacerse con el poder, lo que representaría la mayor desgracia que les pudiera ocurrir a los europeos y ya no hablemos de lo que representaría para el pueblo español.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con preocupación cómo no es sólo en España donde se van acumulando los problemas, sino que, en el resto de países de Europa, también empiezan a darse síntomas preocupantes de lo que pudiera hacerse realidad en poco tiempo si, quienes están en condiciones de hacerlo, no se esmeran en tomar las medidas adecuadas para acabar con esta amenaza latente del populismo izquierdista.

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