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“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”. Marco Tulio Cicerón

P.Sánchez reintenta promocionarse, asumiendo el protagonismo.

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El gran Antón Chejov dejó escrita la siguiente frase: “Los hipócritas pretenden ser palomas, políticos, literarios, águilas…Pero no se deje engañar por su apariencia, no son águilas, son ratas”. Pero, incluso para ser un buen hipócrita, un avezado y experto especialista en el arte de dársela con queso a los demás, de ejercer la difícil práctica del engaño con sutileza y credibilidad, es preciso estar dotado para ello y no todos sirven para este oficio de la bellaquería, lo mismo que no todos servimos para ser obispos o ingenieros de telecomunicaciones. El señor Pedro Sánchez ha sido capaz de autosugestionarse, de tal forma, que ha conseguido convencerse de que es más inteligente que los demás, más listo que las ardillas y más dotado para la política que el resto de los que lo rodean, aún cuando, las experiencias que ha ido acumulando a través de su etapa de personaje público, desde que lo nombraron Secretario General de su partido, el PSOE; no es que se hayan caracterizado por sus éxitos, sus grandes logros y sus brillantes resultados, especialmente en todos los eventos electorales a los que ha conducido a los suyos.

Ahora, a tiro pasado, cuando parece que Rajoy no está atravesando por su mejor momento, después de haber fracasado en su intento de investidura; cuando Pedro Sánchez ha estado un tiempo en la semiclandestinidad y ahora ha reaparecido, no para facilitar la formación de un gobierno del PP, o anunciar una abstención que permitiera que se pudiera constituir, ni siquiera para ofrecerse al Rey como posible nuevo aspirante a ser investido, tal y como sucedió cuando se prestó a ocupar el puesto de Rajoy, aún sabiendo que no disponía de los suficientes apoyos para afrontar semejante aventura. En realidad, lo que ha sucedido y la causa de su repentina entrada en escena, tenía por objeto hacer una reentrè que llamase la atención, después que el Rey le dijo a la señora Pastor, presidenta del Parlamento, que pensaba dejarles un tiempo a los políticos, para que reflexionasen y tomaran conciencia de las responsabilidades que asumen manteniendo, tantos meses, al país en vilo y sin un gobierno.

Se ha especulado mucho sobre este ofrecimiento de Sánchez de hablar con el resto de partidos políticos., teniendo en cuenta que nadie le había confiado esta misión, que él ha sido quien más impedimentos a puesto a cualquier intento de acuerdo, durante este pasado periodo postelectoral, y el que viene repitiendo, hasta la saciedad, que él no tienen nada que hablar con los populares y que seguirán diciendo que no a Rajoy y al PP hasta, incluso, después del 25 de diciembre, fecha de unas hipotéticas terceras elecciones. Tenemos una ligera idea de por donde pueden ir las cosas, basados en el intrincado y complicado proceso del razonamiento del señor Sánchez. Es muy posible que, como se ve venir desde hace mucho, lo que ha estado esperando, durante todo este tiempo, ha sido que Rajoy se presentase a la investidura y fracasase; como le ocurrió a él en la anterior ocasión. Se ha visto en la forma desconsiderada, rencorosa, y vengativa como se ha expresado en el Parlamento, resacando, frase por frase, la que su oponente del PP le dijo en su propio debate de investidura. La forma en la que ha rematado todas sus intervenciones remarcando, con contundencia, su “no”, deja claro que, en este caso, más que una competición entre distintos partidos, este enfrentamiento ha sido de líderes y, en una parte importante, de cuestiones meramente personales y agravios que, el señor Sánchez, parece que le ha venido guardando a don Mariano.

Ahora el socialista mantiene que lo que busca en estas anunciadas conversaciones (no sabemos si los diez minutos que le ha dedicado a Rajoy, se puede considerar como una conversación o sólo ha sido el tiempo suficiente para repetirle, por enésima vez, su no y mil veces no a su apoyo a la investidura). Si con todo el resto de partidos utiliza tal parquedad, si con el partido que más votos ha conseguido ha sido un mero trámite ¿qué será lo que va a ocurrir con el resto? O ¿acaso todo ha sido un subterfugio para poder cambiar impresiones con Podemos (tanto Bescansa como Pablo Iglesias ya le han tendido el puente de plata), reunirse con los nacionalistas sin escandalizar a los de su propio partido e intentar acercarse a Rivera, respecto al cual ya no sabemos qué pensar, vista la manera de comportarse, con su reciente socio, en el debate de investidura y los reproches que le formuló, más propios de un adversario que de un partido que apoya al otro para la investidura de su líder.

El mismo señor Sánchez lo ha dicho, muy de soslayo, pero con suficiente claridad: él no se presentará para una nueva investidura si antes no cuenta con los apoyos precisos para garantizarle al Rey que, en el Parlamento, va a salir elegido. Luego, sí está interesado aunque pretenda no aparentarlo. Espera suceder a Rajoy si consigue reunir y aglutinar los apoyos del resto de partidos que han dejado claro que no quieren aceptar al líder del PP como presidente del gobierno, aunque, para ello, el PSOE tenga que pactar con los catalanes independentistas, buscando una fórmula que les permita aceptar una componenda, aunque fuere retrasada, que permitiera pergeñar alguna clase de consulta que les permitiera quedar bien ante los cientos de miles de ciudadanos ante los que se comprometieron a conseguirla. A cambio, ellos se abstendrían argumentando, como ya hacen ahora, que lo que quieren, por encima de todo, es sacarse de encima a esta garrapata que es Rajoy, que les impide seguir su camino hacia la independencia de Cataluña de la nación española.

Si le sale mal la jugada por no conseguir pactos con todos los partidos con los que precisaría contar, siempre le queda el recurso, del que actualmente no dispone, de mentir de nuevo diciendo que él ha hecho un último intento pero que ha fracasado, como no, debido a que la derecha no ha querido ceder. La evidencia de que lo más probable es que acabemos por tener que acudir a unas terceras elecciones y, el hecho indubitable de que su cerrazón; ésta que, hasta ahora, ha mantenido de negarse a sentarse a discutir condiciones con el PP, es posible que sus asesores le hayan advertido de que no ha sido el mejor reclamo para que le voten en unos nuevos comicios, sin duda ha sido lo que, con toda seguridad, la ha hacho montar esta comedia de las conversaciones con todos los partidos.

Un intento que ya podemos calificar de fallido si, lo único que tenía que decirle al partido más votado en las pasadas elecciones, era mantenerse en sus trece, reafirmando el no. Lo más razonable, lo más efectivo y lo que mejor hubiera demostrado el deseo del PSOE de llegar a un acuerdo, hubiera sido entablar una negociación con el PP a la que, en posteriores fases, se hubieran podido agregar el resto de partidos con representación parlamentaria. Una labor muy complicada pero que, de cara a los ciudadanos, al menos hubiera constituido una muestra de que los políticos se preocupaban por la actual situación de España y de los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos esta nueva maniobra de este personaje que se ha empeñado en supeditar, la vida y las circunstancias de los españoles, a su especial forma de entender las necesidades del país, en el bien entendido de que, para los que lo ven desde fuera, su postura radicalizada nada más se entiende como una defensa a ultranza de su puesto dentro del partido y al convencimiento de que, como no consiga hacerse con el gobierno de España, su futuro dentro del PSOE es muy posible que no tenga demasiado porvenir. Los rumores que corren dentro del partido socialista no hacen más que confirmar el disgusto de muchos respecto a la política errónea de su jefe que, en algunos casos, vienen tachando de política suicida. Es posible que no tardemos en comprobar como concluye esta aventura. Esperemos que, en el peor caso, se reduzca a someternos a unas terceras elecciones, si es que no hay otro remedio; lo contrario sería fatal para nuestra nación.

P.Sánchez reintenta promocionarse, asumiendo el protagonismo.

“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”. Marco Tulio Cicerón
Miguel Massanet
miércoles, 7 de septiembre de 2016, 08:43 h (CET)
El gran Antón Chejov dejó escrita la siguiente frase: “Los hipócritas pretenden ser palomas, políticos, literarios, águilas…Pero no se deje engañar por su apariencia, no son águilas, son ratas”. Pero, incluso para ser un buen hipócrita, un avezado y experto especialista en el arte de dársela con queso a los demás, de ejercer la difícil práctica del engaño con sutileza y credibilidad, es preciso estar dotado para ello y no todos sirven para este oficio de la bellaquería, lo mismo que no todos servimos para ser obispos o ingenieros de telecomunicaciones. El señor Pedro Sánchez ha sido capaz de autosugestionarse, de tal forma, que ha conseguido convencerse de que es más inteligente que los demás, más listo que las ardillas y más dotado para la política que el resto de los que lo rodean, aún cuando, las experiencias que ha ido acumulando a través de su etapa de personaje público, desde que lo nombraron Secretario General de su partido, el PSOE; no es que se hayan caracterizado por sus éxitos, sus grandes logros y sus brillantes resultados, especialmente en todos los eventos electorales a los que ha conducido a los suyos.

Ahora, a tiro pasado, cuando parece que Rajoy no está atravesando por su mejor momento, después de haber fracasado en su intento de investidura; cuando Pedro Sánchez ha estado un tiempo en la semiclandestinidad y ahora ha reaparecido, no para facilitar la formación de un gobierno del PP, o anunciar una abstención que permitiera que se pudiera constituir, ni siquiera para ofrecerse al Rey como posible nuevo aspirante a ser investido, tal y como sucedió cuando se prestó a ocupar el puesto de Rajoy, aún sabiendo que no disponía de los suficientes apoyos para afrontar semejante aventura. En realidad, lo que ha sucedido y la causa de su repentina entrada en escena, tenía por objeto hacer una reentrè que llamase la atención, después que el Rey le dijo a la señora Pastor, presidenta del Parlamento, que pensaba dejarles un tiempo a los políticos, para que reflexionasen y tomaran conciencia de las responsabilidades que asumen manteniendo, tantos meses, al país en vilo y sin un gobierno.

Se ha especulado mucho sobre este ofrecimiento de Sánchez de hablar con el resto de partidos políticos., teniendo en cuenta que nadie le había confiado esta misión, que él ha sido quien más impedimentos a puesto a cualquier intento de acuerdo, durante este pasado periodo postelectoral, y el que viene repitiendo, hasta la saciedad, que él no tienen nada que hablar con los populares y que seguirán diciendo que no a Rajoy y al PP hasta, incluso, después del 25 de diciembre, fecha de unas hipotéticas terceras elecciones. Tenemos una ligera idea de por donde pueden ir las cosas, basados en el intrincado y complicado proceso del razonamiento del señor Sánchez. Es muy posible que, como se ve venir desde hace mucho, lo que ha estado esperando, durante todo este tiempo, ha sido que Rajoy se presentase a la investidura y fracasase; como le ocurrió a él en la anterior ocasión. Se ha visto en la forma desconsiderada, rencorosa, y vengativa como se ha expresado en el Parlamento, resacando, frase por frase, la que su oponente del PP le dijo en su propio debate de investidura. La forma en la que ha rematado todas sus intervenciones remarcando, con contundencia, su “no”, deja claro que, en este caso, más que una competición entre distintos partidos, este enfrentamiento ha sido de líderes y, en una parte importante, de cuestiones meramente personales y agravios que, el señor Sánchez, parece que le ha venido guardando a don Mariano.

Ahora el socialista mantiene que lo que busca en estas anunciadas conversaciones (no sabemos si los diez minutos que le ha dedicado a Rajoy, se puede considerar como una conversación o sólo ha sido el tiempo suficiente para repetirle, por enésima vez, su no y mil veces no a su apoyo a la investidura). Si con todo el resto de partidos utiliza tal parquedad, si con el partido que más votos ha conseguido ha sido un mero trámite ¿qué será lo que va a ocurrir con el resto? O ¿acaso todo ha sido un subterfugio para poder cambiar impresiones con Podemos (tanto Bescansa como Pablo Iglesias ya le han tendido el puente de plata), reunirse con los nacionalistas sin escandalizar a los de su propio partido e intentar acercarse a Rivera, respecto al cual ya no sabemos qué pensar, vista la manera de comportarse, con su reciente socio, en el debate de investidura y los reproches que le formuló, más propios de un adversario que de un partido que apoya al otro para la investidura de su líder.

El mismo señor Sánchez lo ha dicho, muy de soslayo, pero con suficiente claridad: él no se presentará para una nueva investidura si antes no cuenta con los apoyos precisos para garantizarle al Rey que, en el Parlamento, va a salir elegido. Luego, sí está interesado aunque pretenda no aparentarlo. Espera suceder a Rajoy si consigue reunir y aglutinar los apoyos del resto de partidos que han dejado claro que no quieren aceptar al líder del PP como presidente del gobierno, aunque, para ello, el PSOE tenga que pactar con los catalanes independentistas, buscando una fórmula que les permita aceptar una componenda, aunque fuere retrasada, que permitiera pergeñar alguna clase de consulta que les permitiera quedar bien ante los cientos de miles de ciudadanos ante los que se comprometieron a conseguirla. A cambio, ellos se abstendrían argumentando, como ya hacen ahora, que lo que quieren, por encima de todo, es sacarse de encima a esta garrapata que es Rajoy, que les impide seguir su camino hacia la independencia de Cataluña de la nación española.

Si le sale mal la jugada por no conseguir pactos con todos los partidos con los que precisaría contar, siempre le queda el recurso, del que actualmente no dispone, de mentir de nuevo diciendo que él ha hecho un último intento pero que ha fracasado, como no, debido a que la derecha no ha querido ceder. La evidencia de que lo más probable es que acabemos por tener que acudir a unas terceras elecciones y, el hecho indubitable de que su cerrazón; ésta que, hasta ahora, ha mantenido de negarse a sentarse a discutir condiciones con el PP, es posible que sus asesores le hayan advertido de que no ha sido el mejor reclamo para que le voten en unos nuevos comicios, sin duda ha sido lo que, con toda seguridad, la ha hacho montar esta comedia de las conversaciones con todos los partidos.

Un intento que ya podemos calificar de fallido si, lo único que tenía que decirle al partido más votado en las pasadas elecciones, era mantenerse en sus trece, reafirmando el no. Lo más razonable, lo más efectivo y lo que mejor hubiera demostrado el deseo del PSOE de llegar a un acuerdo, hubiera sido entablar una negociación con el PP a la que, en posteriores fases, se hubieran podido agregar el resto de partidos con representación parlamentaria. Una labor muy complicada pero que, de cara a los ciudadanos, al menos hubiera constituido una muestra de que los políticos se preocupaban por la actual situación de España y de los españoles.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos esta nueva maniobra de este personaje que se ha empeñado en supeditar, la vida y las circunstancias de los españoles, a su especial forma de entender las necesidades del país, en el bien entendido de que, para los que lo ven desde fuera, su postura radicalizada nada más se entiende como una defensa a ultranza de su puesto dentro del partido y al convencimiento de que, como no consiga hacerse con el gobierno de España, su futuro dentro del PSOE es muy posible que no tenga demasiado porvenir. Los rumores que corren dentro del partido socialista no hacen más que confirmar el disgusto de muchos respecto a la política errónea de su jefe que, en algunos casos, vienen tachando de política suicida. Es posible que no tardemos en comprobar como concluye esta aventura. Esperemos que, en el peor caso, se reduzca a someternos a unas terceras elecciones, si es que no hay otro remedio; lo contrario sería fatal para nuestra nación.

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