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Pedro Sánchez, para que siga adelante el proyecto de Ley de amnistía, se ha acogido a esta tabla de salvación para garantizar su supervivencia en un momento de extrema debilidad política. La ley de amnistía se convierte en la ley base de la legislatura sobre la que pivota la política española. Forma, además, un paquete con los Presupuestos Generales del Estado. Puigdemont no sólo convierte a Pedro Sánchez en su rehén político, sino que le impone una ley a la medida de sus intereses. La satisfacción de los independentistas es tal que ahora dicen que con esta ley se ha abierto la posibilidad de acusar de prevaricación a los jueces. Con esta ley, con la que quedarán impunes delitos muy graves, se abre la mayor crisis política y constitucional de la democracia.
Utilizar al Rey como actor forzado en la escena final de su opereta y ni siquiera anunciar una moción de confianza prueban que este hombre buscaba - sin mucho éxito - provocar a los malos, al enemigo, a los periodistas y tertulianos que forman parte de ese imaginario contubernio fascista que le quiere desalojar del poder.
En bastantes ocasiones he escrito sobre este pobre hombre que preside, para desgracia de todos, el gobierno de España. Y otras tantas le he tachado de cateto (solo hay que ver cómo se contonea, para exhibir su supuesta guapura), también de plagiador (porque ha plagiado más de una vez) y de embustero (porque ha mentido en innumerables ocasiones).
El 30 de abril de 1935 el embajador mexicano en Río de Janeiro, el conocido escritor Alonso Reyes Ochoa, informaba al gobierno de Lázaro Cárdenas del súbito interés brasileño en la resolución del conflicto entre Paraguay y Bolivia. El gobierno brasileño, invitado en Washington para participar con Argentina y Chile en la conferencia de Buenos Aires para pacificar el Chaco, declinó al principio este ofrecimiento.
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