Cuando uno aprende a sumar, podría sumar toda la vida y no acabaría nunca. Cuando uno aprende a hablar, podría hablar toda la vida y no acabaría nunca. Pero, ¿qué sentido tiene sumar, hablar y tantas otras cosas que aprendemos? Todo lo que en el mundo es, aspira a la completitud. Por eso todas capacidades con las que la vida nos dotó, no solo tienen el sentido de procurarnos los medios para la vida, sino para un fin trascendente. Están ahí como las miguitas de pan del cuento de Andersen: para encontrar el camino de vuelta a casa. El sentido de la vida siempre ha sido el mismo. Si yo le preguntara cuantas veces se ha de sumar el numero 2 por sí mismo para que nos dé la cifra de 15.110, encontraremos que lo tendremos que sumar 7.555 veces. Vemos que en el número 2 ya estaba contenido el número que queremos encontrar. Al igual que el ejemplo anterior, en la palabra está cifradas lo que queremos encontrar. Desde el principio de los tiempos, las manzanas se han caído, pero tuvo que nacer Isaac Newton para decirnos que éstas se caen por efecto de la gravedad. El funcionamiento del cuerpo humano ha sido siempre el mismo, pero ha tenido que pasar siglos para que logremos comprenderlo. Los cabalistas saben interpretar el mensaje secreto que contienen los números, las letras, las palabras…Siempre han estado ahí, pero nuestra estúpida animadversión contra los judíos nos privó de ese saber que nos hubiera hecho la vida más llevadera.