Los retos para el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, al frente de la Conferencia Episcopal, son muchos: el desafío de la secularización; el cuidado de los brotes verdes de nuevas realidades eclesiales que van surgiendo; los seminarios, las vocaciones y la pastoral familiar que, hoy más que nunca, han de ir de la mano; el protagonismo misionero de los laicos; el gran papel que sigue jugando la iglesia en la educación de tantas personas en España; su enorme labor social para responder a las diferentes pobrezas; y la atención, escucha y reparación a las víctimas de abusos, entre otros.
Ciertamente que vivimos tiempos recios. Aunque cabría preguntarse si alguno no lo ha sido para la Iglesia. Como señalaba monseñor Argüello en su primera comparecencia como presidente, la Iglesia tiene que escuchar el deseo, a veces inexpresado, de sentido, de compañía, de regeneración moral y espiritual, de encuentro y de reconciliación, que late en el corazón de las personas. Ofrecer el Evangelio encarnado como respuesta a esa búsqueda, es la principal tarea que deberán impulsar los obispos en esta nueva etapa.