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Opinión
Etiquetas | Platero y Rocinante | Animalismo | Antiespecismo | Flamenco | Albufera | Animales
No quiero que paséis buenas navidades ni buen fin de año, porque os conozco y sé que eso significaría que han tenido que morir muchos animales para vuestra felicidad criminal

Esterilizar a los humanos es la solución, según estudios

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Y me preguntaba, cuando era pequeño, el sentido de la vida. Desde mi mente no vivida, desde un sentimiento intenso de hastío, al ver el comportamiento de los adultos, que no me gustaba en general, y por ello de ello infería el resto del mundo, yo no quería vivir. Eso es lo cierto. Ni quería, por esto mismo, claro, hacerme adulto. Si ya ser pequeño me dolía (alma y huesos), imaginaba de mayor y pensaba ¡qué horror!


Me recuerdo escribiendo en mi juventud de las más variadas formas, en una charla de alguien, yo anotando en un trozo de hojita versos que me venían de golpe, sentado en una mesa de bar ante una libreta escribiendo con un bolígrafo en ella frenéticamente mientras los lerdos que pasaban me miraban, miraban a ver qué hacía. ¿Es que es tan anómalo ver en España a alguien escribiendo?


Me recuerdo en distintas casas, muchas, ante una máquina de escribir eléctrica, recién salidas al mercado. Yo no quería, pensaba me jodería la inspiración, el decurso de esta. Me acostumbré, lo mismo que a los pc. Pero sigo escribiendo en hojitas, con boli o lápiz. Siempre intento llevar un bolígrafo encima. Afortunadamente -qué desgracia que existan, para la tierra-, como ahora todos llevamos móvil, este aparatejo tiene opciones para anotar cosas, como el álbum de notas, o grabar directamente un audio con lo que te viene a la cabeza, y en casa escucharlo y transcribirlo.


Cuando escribí hace pocos años el poema "Yo creo que eres poema", donde hablo desde la distancia de la escritura a un hombre sentado solo en un banco de parque solitario, que mira una hojita roja del otoño que sujeta en las manos, un hombre anciano, de los que esta sociedad deforme llama vagabundos, pero que deberían llamarse socialheridos; cuando escribí este poema reflejé lo que pienso sobre la poesía, sobre la vida; al fin, lo mismo. Vida y poesía lo mismo.


Nunca he dejado de estar encima del arte, rodeado de lo bello. Aunque hasta una cierta edad no lo apreciase ni comprendiese. He vivido en los mejores cuadros dramáticos, yo como uno de los elementos pintados. Hace poco me dijeron que mi padre había muerto, pero no sólo eso, que murió en febrero. En febrero de este año, 2023. No sentí nada. Bueno, algo desagradable sí. Porque fue un demonio, maltrató a mi madre y hermanas y hermanos durante años, desde que tengo uso de razón todo lo que recuerdo es miedo, por culpa de él. 


Hace poco vi la película de Denzel Washington, "Fences", dirigida por él mismo y donde es protagonista. Fences está basada en la novela homónima de August Wilson, quien también escribió, según parece, el guion de la película. La única premisa obligatoria que dejó dicho para quien hiciera su texto en película era que el director fuera negro. Para cuando Denzel convirtió en poema la película, dirigiéndola prodigiosamente, August ya no estaba entre nosotros. Asumo que se sentiría orgulloso si pudiera ver tamaña obra de arte que Denzel lleva a los extremos más álgidos del arte del cine: genera un fresco real, que se te mete en casa, que entras tú en ello como observador cómplice en una obra de vanguardia, en todas y cada una de las escenas de la sin duda una de las mejores películas de la historia. Que va de cómo en un ambiente de represión, los años 50 de América con la segregación racial, donde un hombre lucha por su familia trabajando en el departamento recolector de residuos y gradualmente el espectador, que penetra en la obra como un actor más, como un viviente más, va descubriendo que el sufrido y abnegado trabajador no es más que un necio violento que engañó a su mujer impidiéndole trabajar para luego restregarle por las narices que ella sólo es gracias a él, que lleva todos los meses dinero a casa, para que sus hijos coman, ella coma, todos tengan zapatos y una vida digna. Así, el protagonista es el centro del mundo, ha generado una historia de su pasado de pobreza y esfuerzos infernales para justificarse, aun en hechos que él cree justos: todo lo cree justo, todo lo que viene de él, porque (lo repite en muchos momentos de la película) su única misión a cumplir es 'preocuparse' por los suyos, yendo a trabajar todos los días, se entiende. Porque ni es afectivo, sino todo lo contrario. Y es más, engaña a la mujer con otra mujer con la que incluso tiene un hijo... Y lo justifica en que lleva 18 años "cumpliendo" en esa casa, dejándose el alma, y "yo también merezco levantar la cara y sonreír, tomar aire". En fin, recomiendo la película, es un poema completo y rotundo. No es bonita en el sentido popularizado de bonita, es muy dura y cruda. Se aleja de los papeles que protagoniza Denzel, que son heroicos y donde siempre nos enternece y gusta. Aquí, el papel que hace, ese personaje, lo odiamos desde los primeros minutos de la película, es lo más despreciable del humano: un pisoteado que pisa.


Esa es toda la humanidad. Pisoteados que pisan. Escupidos que escupen. Pero sin embargo, privilegiados. No es lo mismo vivir en una parte del mundo que en otra. Vivir en la parte que ha robado y se nutre de los suministros que les son pertenencia a los habitantes de los países de los que se les expolia todo, que vivir en esos países desérticos hasta del haber sentido la esperanza, no saben nada de la esperanza. Es peor por tanto en la literatura de la vida quien, teniendo techo, ducha, agua del grifo para beber y cama, se sienta escupido y escupa. Mucho peor.


Mi padre después de liarla parda, en general se ponía luego a llorar, a quejarse, a prometer que no volvería a ocurrir. En fin. De manual. Y luego se escudaba, además, en su infancia, en que mira yo tengo esto malo que no sé qué es y que viví y sufrí y que me sale, me estalla, cuando tú haces esto o lo otro entonces entre todos debemos pararlo saber pararlo porque yo soy un buen hombre un buen padre voy a trabajar tenéis el plato en la mesa tres veces al día gracias a mi esfuerzo así que que esto se convierta en perfecto y tengamos paz no depende de mí depende de todos que papá no tenga que bullir como una olla que alguien se olvidó al fuego, sabes, mujer? Entonces si no te pintas tanto como una puta y no enseñas la parte de arriba del pecho ni tardas cuando vas al pan porque hablas con el panadero todo irá bien si al final la culpa la tienes tú la tenéis todos. No me busquéis.


Entonces fui escribiendo libros de poesía, varios, algunos fueron saliendo, publicados, sí. Qué momentos. Y pensé en la muerte, tantas veces, en realidad constantemente. Mi madre dice que pobrecita Ana Rosa Quintana y yo le digo que es una merdera que apoya la derecha y ultraderecha y que va a los toros. Mamá, me queda bien el jersey negro que me compraste, creí que me quedaba demasiado apretado pero es cierto lo que dijiste, estíralo que cede.


Así todo. Estíralo que cede. Todo un poema, todo verso, la poesía es la lengua más abierta. Es lo contrario a los muros, es lo más antónimo de la muerte.


Ahora colegas están metiendo caña para que los mierdas que están pensando en cepillarse a los flamencos de la Albufera (Valencia), no lo hagan. El humano, lo contrario al poema casi siempre, incluso desde el ecologetismo, piden "soluciones" para los muchos flamencos que se pasean por los campos de arroz, destruyendo el cultivo y comiéndoselo, según los agricultores. Pues mira, Rosa Más explica lo que ocurre, los flamencos van allí porque huyen del lugar donde estaban y que por el cambio climático (producido por el humano) o por costumbres del humano que les son más cercanas en lo diacrónico, se ven obligados a desplazarse para encontrar lugar donde asentarse y vivir. Esos flamencos somos los niños mis hermanos y hermanas cuando sentíamos un peligro y un miedo constante.


Entre esos flamencos está el vagabundo al que le dediqué el poema "Yo creo que eres poema", está. Yo estoy entre esos flamencos. Subidos al poema vivimos y no nos damos cuenta de cuánta pluma inocente podemos tocar, está cerca de nuestro olfato y piel. No escuchamos los gritos. Deberíamos más a menudo pasearnos por los cementerios, te da qué pensar. Que eso está allí. La gran epopeya de cada uno, al mismo tiempo el acto sencillo, uno entre tantos, de todas las vidas.


¿Qué sentí al enterarme de lo de mi padre? Nada. Ni bueno ni malo. Nada de nada. Porque a mí me recuerdan un día bonito, un campo que me embriagó, la primera vez que visité el mar, de chiquito, y me estremezco. Con otras cosas, no. Ante la contemplación de un muro, nada siento. Sí, vacío.

Y en todo, el poema, repito, lo siento ahora con sus antenas y nervios de versos eternos subido a mi espalda vigilando lo que escribo, aconsejándome o callado, callada la poema y acompañándome en mi vida, como a todas vosotras, con su sombrilla de colores o con sus zapatos azules de cielo. La poema. El poemo que diría Jesús Lizano.


No quiero que paséis buenas navidades ni buen fin de año, porque os conozco y sé que eso significaría que han tenido que morir muchos animales para vuestra felicidad criminal. Quiero que no pensemos en años, ni en festividades, ni en mierdas de ese estilo inventadas por el humano para llenar su vida de vacíos de ñordas que bufan crueldades.


Termino este escrito con la palabra flamenco. Para que lo pienses. Con la palabra niño. Con la palabra invierno y diciéndote: cree en ti, pero en tu yo bueno. Ya sabes, tu yo malo, excrétalo; no, no es difícil, es fácil.


Es como cuando escribo un poema, o cualquier texto, normalmente viene luego el dejarlo descansar y la economía de palabras, la poda.


Cuando uno ve una película, al día siguiente sabe cuánto le ha gustado o si le ha visto errores o defectos.


Dicen que el sol algún día se apagará, tal cual. Pero también dicen que los científicos son buena gente, y no es así. Y que los médicos buscan nuestro bienestar, tampoco lo es. En nuestro universo poético no hay ningún sol que se apague algún día, pues brilla siempre.


Iros todos a tomar por culo, que jodan a 2024. Sólo aceptaré las manos de hierba que quieran cantar, cantar con todos y todas.


Flamenco 2024, huye, que el humano sigue empecinado en dejar de leer poesía.


FOTO VEINTIUNO

Esterilizar a los humanos es la solución, según estudios

No quiero que paséis buenas navidades ni buen fin de año, porque os conozco y sé que eso significaría que han tenido que morir muchos animales para vuestra felicidad criminal
Ángel Padilla
viernes, 29 de diciembre de 2023, 11:49 h (CET)

Y me preguntaba, cuando era pequeño, el sentido de la vida. Desde mi mente no vivida, desde un sentimiento intenso de hastío, al ver el comportamiento de los adultos, que no me gustaba en general, y por ello de ello infería el resto del mundo, yo no quería vivir. Eso es lo cierto. Ni quería, por esto mismo, claro, hacerme adulto. Si ya ser pequeño me dolía (alma y huesos), imaginaba de mayor y pensaba ¡qué horror!


Me recuerdo escribiendo en mi juventud de las más variadas formas, en una charla de alguien, yo anotando en un trozo de hojita versos que me venían de golpe, sentado en una mesa de bar ante una libreta escribiendo con un bolígrafo en ella frenéticamente mientras los lerdos que pasaban me miraban, miraban a ver qué hacía. ¿Es que es tan anómalo ver en España a alguien escribiendo?


Me recuerdo en distintas casas, muchas, ante una máquina de escribir eléctrica, recién salidas al mercado. Yo no quería, pensaba me jodería la inspiración, el decurso de esta. Me acostumbré, lo mismo que a los pc. Pero sigo escribiendo en hojitas, con boli o lápiz. Siempre intento llevar un bolígrafo encima. Afortunadamente -qué desgracia que existan, para la tierra-, como ahora todos llevamos móvil, este aparatejo tiene opciones para anotar cosas, como el álbum de notas, o grabar directamente un audio con lo que te viene a la cabeza, y en casa escucharlo y transcribirlo.


Cuando escribí hace pocos años el poema "Yo creo que eres poema", donde hablo desde la distancia de la escritura a un hombre sentado solo en un banco de parque solitario, que mira una hojita roja del otoño que sujeta en las manos, un hombre anciano, de los que esta sociedad deforme llama vagabundos, pero que deberían llamarse socialheridos; cuando escribí este poema reflejé lo que pienso sobre la poesía, sobre la vida; al fin, lo mismo. Vida y poesía lo mismo.


Nunca he dejado de estar encima del arte, rodeado de lo bello. Aunque hasta una cierta edad no lo apreciase ni comprendiese. He vivido en los mejores cuadros dramáticos, yo como uno de los elementos pintados. Hace poco me dijeron que mi padre había muerto, pero no sólo eso, que murió en febrero. En febrero de este año, 2023. No sentí nada. Bueno, algo desagradable sí. Porque fue un demonio, maltrató a mi madre y hermanas y hermanos durante años, desde que tengo uso de razón todo lo que recuerdo es miedo, por culpa de él. 


Hace poco vi la película de Denzel Washington, "Fences", dirigida por él mismo y donde es protagonista. Fences está basada en la novela homónima de August Wilson, quien también escribió, según parece, el guion de la película. La única premisa obligatoria que dejó dicho para quien hiciera su texto en película era que el director fuera negro. Para cuando Denzel convirtió en poema la película, dirigiéndola prodigiosamente, August ya no estaba entre nosotros. Asumo que se sentiría orgulloso si pudiera ver tamaña obra de arte que Denzel lleva a los extremos más álgidos del arte del cine: genera un fresco real, que se te mete en casa, que entras tú en ello como observador cómplice en una obra de vanguardia, en todas y cada una de las escenas de la sin duda una de las mejores películas de la historia. Que va de cómo en un ambiente de represión, los años 50 de América con la segregación racial, donde un hombre lucha por su familia trabajando en el departamento recolector de residuos y gradualmente el espectador, que penetra en la obra como un actor más, como un viviente más, va descubriendo que el sufrido y abnegado trabajador no es más que un necio violento que engañó a su mujer impidiéndole trabajar para luego restregarle por las narices que ella sólo es gracias a él, que lleva todos los meses dinero a casa, para que sus hijos coman, ella coma, todos tengan zapatos y una vida digna. Así, el protagonista es el centro del mundo, ha generado una historia de su pasado de pobreza y esfuerzos infernales para justificarse, aun en hechos que él cree justos: todo lo cree justo, todo lo que viene de él, porque (lo repite en muchos momentos de la película) su única misión a cumplir es 'preocuparse' por los suyos, yendo a trabajar todos los días, se entiende. Porque ni es afectivo, sino todo lo contrario. Y es más, engaña a la mujer con otra mujer con la que incluso tiene un hijo... Y lo justifica en que lleva 18 años "cumpliendo" en esa casa, dejándose el alma, y "yo también merezco levantar la cara y sonreír, tomar aire". En fin, recomiendo la película, es un poema completo y rotundo. No es bonita en el sentido popularizado de bonita, es muy dura y cruda. Se aleja de los papeles que protagoniza Denzel, que son heroicos y donde siempre nos enternece y gusta. Aquí, el papel que hace, ese personaje, lo odiamos desde los primeros minutos de la película, es lo más despreciable del humano: un pisoteado que pisa.


Esa es toda la humanidad. Pisoteados que pisan. Escupidos que escupen. Pero sin embargo, privilegiados. No es lo mismo vivir en una parte del mundo que en otra. Vivir en la parte que ha robado y se nutre de los suministros que les son pertenencia a los habitantes de los países de los que se les expolia todo, que vivir en esos países desérticos hasta del haber sentido la esperanza, no saben nada de la esperanza. Es peor por tanto en la literatura de la vida quien, teniendo techo, ducha, agua del grifo para beber y cama, se sienta escupido y escupa. Mucho peor.


Mi padre después de liarla parda, en general se ponía luego a llorar, a quejarse, a prometer que no volvería a ocurrir. En fin. De manual. Y luego se escudaba, además, en su infancia, en que mira yo tengo esto malo que no sé qué es y que viví y sufrí y que me sale, me estalla, cuando tú haces esto o lo otro entonces entre todos debemos pararlo saber pararlo porque yo soy un buen hombre un buen padre voy a trabajar tenéis el plato en la mesa tres veces al día gracias a mi esfuerzo así que que esto se convierta en perfecto y tengamos paz no depende de mí depende de todos que papá no tenga que bullir como una olla que alguien se olvidó al fuego, sabes, mujer? Entonces si no te pintas tanto como una puta y no enseñas la parte de arriba del pecho ni tardas cuando vas al pan porque hablas con el panadero todo irá bien si al final la culpa la tienes tú la tenéis todos. No me busquéis.


Entonces fui escribiendo libros de poesía, varios, algunos fueron saliendo, publicados, sí. Qué momentos. Y pensé en la muerte, tantas veces, en realidad constantemente. Mi madre dice que pobrecita Ana Rosa Quintana y yo le digo que es una merdera que apoya la derecha y ultraderecha y que va a los toros. Mamá, me queda bien el jersey negro que me compraste, creí que me quedaba demasiado apretado pero es cierto lo que dijiste, estíralo que cede.


Así todo. Estíralo que cede. Todo un poema, todo verso, la poesía es la lengua más abierta. Es lo contrario a los muros, es lo más antónimo de la muerte.


Ahora colegas están metiendo caña para que los mierdas que están pensando en cepillarse a los flamencos de la Albufera (Valencia), no lo hagan. El humano, lo contrario al poema casi siempre, incluso desde el ecologetismo, piden "soluciones" para los muchos flamencos que se pasean por los campos de arroz, destruyendo el cultivo y comiéndoselo, según los agricultores. Pues mira, Rosa Más explica lo que ocurre, los flamencos van allí porque huyen del lugar donde estaban y que por el cambio climático (producido por el humano) o por costumbres del humano que les son más cercanas en lo diacrónico, se ven obligados a desplazarse para encontrar lugar donde asentarse y vivir. Esos flamencos somos los niños mis hermanos y hermanas cuando sentíamos un peligro y un miedo constante.


Entre esos flamencos está el vagabundo al que le dediqué el poema "Yo creo que eres poema", está. Yo estoy entre esos flamencos. Subidos al poema vivimos y no nos damos cuenta de cuánta pluma inocente podemos tocar, está cerca de nuestro olfato y piel. No escuchamos los gritos. Deberíamos más a menudo pasearnos por los cementerios, te da qué pensar. Que eso está allí. La gran epopeya de cada uno, al mismo tiempo el acto sencillo, uno entre tantos, de todas las vidas.


¿Qué sentí al enterarme de lo de mi padre? Nada. Ni bueno ni malo. Nada de nada. Porque a mí me recuerdan un día bonito, un campo que me embriagó, la primera vez que visité el mar, de chiquito, y me estremezco. Con otras cosas, no. Ante la contemplación de un muro, nada siento. Sí, vacío.

Y en todo, el poema, repito, lo siento ahora con sus antenas y nervios de versos eternos subido a mi espalda vigilando lo que escribo, aconsejándome o callado, callada la poema y acompañándome en mi vida, como a todas vosotras, con su sombrilla de colores o con sus zapatos azules de cielo. La poema. El poemo que diría Jesús Lizano.


No quiero que paséis buenas navidades ni buen fin de año, porque os conozco y sé que eso significaría que han tenido que morir muchos animales para vuestra felicidad criminal. Quiero que no pensemos en años, ni en festividades, ni en mierdas de ese estilo inventadas por el humano para llenar su vida de vacíos de ñordas que bufan crueldades.


Termino este escrito con la palabra flamenco. Para que lo pienses. Con la palabra niño. Con la palabra invierno y diciéndote: cree en ti, pero en tu yo bueno. Ya sabes, tu yo malo, excrétalo; no, no es difícil, es fácil.


Es como cuando escribo un poema, o cualquier texto, normalmente viene luego el dejarlo descansar y la economía de palabras, la poda.


Cuando uno ve una película, al día siguiente sabe cuánto le ha gustado o si le ha visto errores o defectos.


Dicen que el sol algún día se apagará, tal cual. Pero también dicen que los científicos son buena gente, y no es así. Y que los médicos buscan nuestro bienestar, tampoco lo es. En nuestro universo poético no hay ningún sol que se apague algún día, pues brilla siempre.


Iros todos a tomar por culo, que jodan a 2024. Sólo aceptaré las manos de hierba que quieran cantar, cantar con todos y todas.


Flamenco 2024, huye, que el humano sigue empecinado en dejar de leer poesía.


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