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Relevancia social del buen periodista

Tentáculos retadores

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En cualquier actividad profesional se realizan acciones directas de su incumbencia y se derivan gran cantidad de conductas por aproximación; unas y otras, con innumerables efectos derivados, cuya valoración acabará siendo desigual. El comentario de hoy parte de las apreciaciones en torno a una obra de Knut Hamsun, Redactor Lynge. Disfrutando primero de su relectura, a pesar del tiempo transcurrido desde su edición; no deja de aportarnos cuajados matices. En sus capítulos refleja rasgos ambientales interesantes por su enjundia y por estar conectados en muchos aspectos con la realidad actual más cercana, penurias, insidias, sentimientos, rumbos particulares y oleajes políticos incluidos.


La trama del relato se revuelve en torno al protagonismo del redactor Lynge y su afamada publicación. En este caso, muchos de los retos profesionales inciden en el PERIODISMO, con el fondo inexcusable del número de suscriptores y lectores, pero nunca como motivo principal. Resalta el importante rango vocacional del redactor por encima de las demás consideraciones, aunque estas abunden, como el hecho de presentarlo en solitario, sin debates internos. Zarandeado por las políticas del momento y sus propias ideas en ese sentido, también resiste sus embates. Son inevitables los dimes y diretes particulares, incluso rumores, pero accesorios. Predomina, muy ilustrativa, la actitud vocacional.


Desde la crispación de las perspectivas actuales, merece una cierta atención el tratamiento dado a las tendencias de aquella sociedad; predominan los rasgos expositivos, incluso cambiantes, para poner de manifiesto las diferentes posiciones colectivas o particulares. En ese discurso plural, se parte de las valoraciones propias, para examinar el cumplimiento de los gobiernos y enlazar así con el futuro. El tratamiento de las IDEOLOGÍAS ocupa y preocupa, pero una vez consideradas, se van tomando decisiones, sin que resulten actitudes impositivas intransigentes. Las indudables tensiones de todo género y dimensiones están presentes, pero no logran perturbar el talante profesional mencionado.


Al hablar de comunidades, suele colarse esa noción, que no comprobación, de supuestas igualdades; suele ser tan controvertida, como irreal. Nos resistimos a tratar las diferencias lo mejor posible, tratando de imponer uniformidades, pero el dinosaurio desigual sigue ahí por la mañana. Queda esbozado con acierto en la obra de Hamsun el intrincado movimiento de los personajes DISPARES, involucrados en los diferentes sectores de esa sociedad, jóvenes de ambos sexos con la compleja exigencia existencial por delante, el amor, oficinistas pusilánimes, gregarios de poco fuste, personas comprometidas y dificultades repartidas. El acierto al coger el timón en estos avatares exige una personalidad consistente.


Entre las navegaciones del relato, sin casi mencionarlas, las conductas desaprensivas permanecen arrumbadas en el catálogo de impresentables, desplazadas en sus esferas. Realzan el tratamiento de la HONRADEZ como articulación de la convivencia. Desde la responsabilidad de las familias sometidas a carencias notables, al respeto y la sinceridad aplicado en las relaciones amorosas, el trabajo como vehículo de responsabilidades concretas, o bien las diferentes particularidades de la amistad y los análisis de las circunstancias. Los defectos o las malversaciones apenas asoman, y si lo hacen, son considerados como un impulso motivador para la vertebración adecuada de la estructura social.


Los vericuetos de la labor informativa comportan un sinfín de matices, imprescindibles para su valoración posterior; no se trata únicamente de la captación de datos y de su publicación inmediata. Se destaca el controvertido criterio del propio periodista para seleccionar lo publicable, cuando y como. Las decisiones acaban en una serie de INFLUENCIAS decisivas. Dependerá, por ejemplo, de si utiliza siempre el mismo criterio o no. No es lo mismo si la publicación afecta a una o varias personas, ni los grados o sectores en los cuales repercute la noticia, sean sentimentales, económicos o relacionados con el ambiente social. Asoma el peligro de las importantes consecuencias derivadas del criterio de una única persona.


La ficción literaria dista de ser un tratamiento exhaustivo de las materias incluidas en el relato. No obstante, desde el perfil de las vivencias actuales, se aprecia una curiosa afinidad con el texto, coincidente con un cierto desplazamiento de los contenidos CULTURALES, que ignoramos a la hora de acercarnos a la comprensión de las actitudes y los comportamientos. Las identificaciones parecen encorsetadas en determinados patrones. Esa pérdida de matizaciones intelectuales es comprensible en la ficción ilustrativa; pero en ella se centra precisamente el rasgo que aporta similitudes con las esferas públicas y privadas de los ambientes modernos en un alarde de espontaneidad sin escrúpulos.


En cambio, cuando se lanza Lynge al examen crítico de los gobiernos, al análisis de las propuestas del momento y a la detección del sentir social al respecto, refleja en su composición de lugar, la coherencia entre las actitudes manifestadas; muy poco equiparable con los escenarios a que estamos acostumbrados. Quizá no entendamos ya aquella serenidad en el funcionamiento, desde el fárrago de las POLÍTICAS en las ajetreadas poltronas circundantes. Al menos, sin que vayamos a eliminar las divergencias plurales, los comportamientos anómalos e incluso las peores corrupciones; siguiendo el hilo del relato, recordaremos esa posibilidad sugestiva de encauzar las discordancias.

Hamsun nos invita con sus planteamientos a fijarnos con atención en la importancia de las decisiones discrecionales de cada persona y del periodista en particular. La defensa de esa libertad no exonera a nadie de las responsabilidades subsiguientes, sin referirnos sólo a las legales. Resulta imprescindible poner de relieve las intemperancias y los comportamientos bochornosos, DENUNCIARLOS. Con dos consideraciones importantes al respecto. La actitud no puede ser sectaria, unos sí y otros no; de ser así, no pasan de ser un nuevo disturbio manipulador, empeorar las cosas. Ahora bien, denunciarlos, y luego torpedear las posibles actitudes educativas y preventivas, tampoco resulta encomiable.


Una cuestión radical se centra en la SUBJETIVIDAD insoslayable de cualquier actividad humana, también primordial en el periodismo con franqueza expositiva. Pero, enturbiar esa cualidad a base de intenciones, tergiversaciones interesadas, ocultamientos o invenciones enajenadas, será subjetivo, pero irresponsable y delictivo, teniendo en cuenta su repercusión sobre las demás personas.


El redactor Lynge capea con destreza los lances económicos sin deslustrar sus labores. Es capaz de soslayar el SERVILISMO informativo. Queda patente la importancia de no acentuar los silencios cómplices y deformantes, de no obviar las comprobaciones pertinentes, si suprimir los diálogos esclarecedores. La excelencia brilla en el horizonte, en contraste con los mastodontes mentales, ideológicos o empresariales.

Tentáculos retadores

Relevancia social del buen periodista
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 9 de junio de 2023, 09:53 h (CET)

En cualquier actividad profesional se realizan acciones directas de su incumbencia y se derivan gran cantidad de conductas por aproximación; unas y otras, con innumerables efectos derivados, cuya valoración acabará siendo desigual. El comentario de hoy parte de las apreciaciones en torno a una obra de Knut Hamsun, Redactor Lynge. Disfrutando primero de su relectura, a pesar del tiempo transcurrido desde su edición; no deja de aportarnos cuajados matices. En sus capítulos refleja rasgos ambientales interesantes por su enjundia y por estar conectados en muchos aspectos con la realidad actual más cercana, penurias, insidias, sentimientos, rumbos particulares y oleajes políticos incluidos.


La trama del relato se revuelve en torno al protagonismo del redactor Lynge y su afamada publicación. En este caso, muchos de los retos profesionales inciden en el PERIODISMO, con el fondo inexcusable del número de suscriptores y lectores, pero nunca como motivo principal. Resalta el importante rango vocacional del redactor por encima de las demás consideraciones, aunque estas abunden, como el hecho de presentarlo en solitario, sin debates internos. Zarandeado por las políticas del momento y sus propias ideas en ese sentido, también resiste sus embates. Son inevitables los dimes y diretes particulares, incluso rumores, pero accesorios. Predomina, muy ilustrativa, la actitud vocacional.


Desde la crispación de las perspectivas actuales, merece una cierta atención el tratamiento dado a las tendencias de aquella sociedad; predominan los rasgos expositivos, incluso cambiantes, para poner de manifiesto las diferentes posiciones colectivas o particulares. En ese discurso plural, se parte de las valoraciones propias, para examinar el cumplimiento de los gobiernos y enlazar así con el futuro. El tratamiento de las IDEOLOGÍAS ocupa y preocupa, pero una vez consideradas, se van tomando decisiones, sin que resulten actitudes impositivas intransigentes. Las indudables tensiones de todo género y dimensiones están presentes, pero no logran perturbar el talante profesional mencionado.


Al hablar de comunidades, suele colarse esa noción, que no comprobación, de supuestas igualdades; suele ser tan controvertida, como irreal. Nos resistimos a tratar las diferencias lo mejor posible, tratando de imponer uniformidades, pero el dinosaurio desigual sigue ahí por la mañana. Queda esbozado con acierto en la obra de Hamsun el intrincado movimiento de los personajes DISPARES, involucrados en los diferentes sectores de esa sociedad, jóvenes de ambos sexos con la compleja exigencia existencial por delante, el amor, oficinistas pusilánimes, gregarios de poco fuste, personas comprometidas y dificultades repartidas. El acierto al coger el timón en estos avatares exige una personalidad consistente.


Entre las navegaciones del relato, sin casi mencionarlas, las conductas desaprensivas permanecen arrumbadas en el catálogo de impresentables, desplazadas en sus esferas. Realzan el tratamiento de la HONRADEZ como articulación de la convivencia. Desde la responsabilidad de las familias sometidas a carencias notables, al respeto y la sinceridad aplicado en las relaciones amorosas, el trabajo como vehículo de responsabilidades concretas, o bien las diferentes particularidades de la amistad y los análisis de las circunstancias. Los defectos o las malversaciones apenas asoman, y si lo hacen, son considerados como un impulso motivador para la vertebración adecuada de la estructura social.


Los vericuetos de la labor informativa comportan un sinfín de matices, imprescindibles para su valoración posterior; no se trata únicamente de la captación de datos y de su publicación inmediata. Se destaca el controvertido criterio del propio periodista para seleccionar lo publicable, cuando y como. Las decisiones acaban en una serie de INFLUENCIAS decisivas. Dependerá, por ejemplo, de si utiliza siempre el mismo criterio o no. No es lo mismo si la publicación afecta a una o varias personas, ni los grados o sectores en los cuales repercute la noticia, sean sentimentales, económicos o relacionados con el ambiente social. Asoma el peligro de las importantes consecuencias derivadas del criterio de una única persona.


La ficción literaria dista de ser un tratamiento exhaustivo de las materias incluidas en el relato. No obstante, desde el perfil de las vivencias actuales, se aprecia una curiosa afinidad con el texto, coincidente con un cierto desplazamiento de los contenidos CULTURALES, que ignoramos a la hora de acercarnos a la comprensión de las actitudes y los comportamientos. Las identificaciones parecen encorsetadas en determinados patrones. Esa pérdida de matizaciones intelectuales es comprensible en la ficción ilustrativa; pero en ella se centra precisamente el rasgo que aporta similitudes con las esferas públicas y privadas de los ambientes modernos en un alarde de espontaneidad sin escrúpulos.


En cambio, cuando se lanza Lynge al examen crítico de los gobiernos, al análisis de las propuestas del momento y a la detección del sentir social al respecto, refleja en su composición de lugar, la coherencia entre las actitudes manifestadas; muy poco equiparable con los escenarios a que estamos acostumbrados. Quizá no entendamos ya aquella serenidad en el funcionamiento, desde el fárrago de las POLÍTICAS en las ajetreadas poltronas circundantes. Al menos, sin que vayamos a eliminar las divergencias plurales, los comportamientos anómalos e incluso las peores corrupciones; siguiendo el hilo del relato, recordaremos esa posibilidad sugestiva de encauzar las discordancias.

Hamsun nos invita con sus planteamientos a fijarnos con atención en la importancia de las decisiones discrecionales de cada persona y del periodista en particular. La defensa de esa libertad no exonera a nadie de las responsabilidades subsiguientes, sin referirnos sólo a las legales. Resulta imprescindible poner de relieve las intemperancias y los comportamientos bochornosos, DENUNCIARLOS. Con dos consideraciones importantes al respecto. La actitud no puede ser sectaria, unos sí y otros no; de ser así, no pasan de ser un nuevo disturbio manipulador, empeorar las cosas. Ahora bien, denunciarlos, y luego torpedear las posibles actitudes educativas y preventivas, tampoco resulta encomiable.


Una cuestión radical se centra en la SUBJETIVIDAD insoslayable de cualquier actividad humana, también primordial en el periodismo con franqueza expositiva. Pero, enturbiar esa cualidad a base de intenciones, tergiversaciones interesadas, ocultamientos o invenciones enajenadas, será subjetivo, pero irresponsable y delictivo, teniendo en cuenta su repercusión sobre las demás personas.


El redactor Lynge capea con destreza los lances económicos sin deslustrar sus labores. Es capaz de soslayar el SERVILISMO informativo. Queda patente la importancia de no acentuar los silencios cómplices y deformantes, de no obviar las comprobaciones pertinentes, si suprimir los diálogos esclarecedores. La excelencia brilla en el horizonte, en contraste con los mastodontes mentales, ideológicos o empresariales.

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