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El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora

Decir te quiero

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El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora. En dicho espacio en algunas ocasiones se realizan experiencias con cámara oculta muy interesantes. Normalmente enfrentan a distintas generaciones, solicitándoles opiniones y reacciones ante un tema concreto. El interrogante que respaldaba el experimento del pasado martes, se basaba en la remota posibilidad de que se nos permitiría rectificar actos y actitudes negativas en una hipotética vuelta al pasado.

      

Como punto de partida, casi todos los participantes reconocieron su falta de decisión o de interés en expresar el amor a sus progenitores. La gran mayoría de ellos manifestaron su desapego familiar y la escasa o casi nula capacidad de hacer patente su cariño hacia sus progenitores.

    

Inmediatamente me puse en el lugar de los entrevistados y no tuve más remedio que reconocer mi falta de expresividad cariñosa con mis padres. Especialmente con mi padre. Soy de una generación que no supo manifestar el cariño paterno-filial y que respetaba en exceso la figura del “pater-familiae”. El diálogo era difícil y sometido a unas normas bastante rígidas. De lo que me arrepiento terriblemente.

    

El dicho de que “cuando seas padre…” es totalmente acertado. Cuando eres padre valoras mucho más la relación cariñosa con tus hijos y nietos y no dudas en tomar la iniciativa. Tengo la gran suerte de contar con una descendencia numerosa y cariñosa, sin llegar a ser empalagosa. Soy de la opinión de que tenemos que evitar los superlativos en nuestro dialogo. Creo que no es necesario decir “te quiero mucho o poco”. O se quiere o no se quiere. El amor es incuantificable. Me parece una cursilada el “hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”. Pero supedito especialmente el valor de las palabras a su inmediata transformación en hechos.

    

Ya lo dice el evangelio: “No basta con decir Señor, sino en hacer la voluntad del Padre”. Traducido a nuestro lenguaje y circunstancias: no basta con decir te quiero, sino demostrarlo con esos pequeños detalles que llenan de felicidad a los que los reciben, especialmente si son mayores.

     

Los italianos proclaman: “primo indemnizare e dopo parlare d’amore”. Primero amar y después manifestarlo. Yo diría que los hechos deben acompañar, e incluso preceder, a las palabras.

    

Volviendo al experimento de “El hormiguero”, mis ojos se llenaron de lágrimas al observar como los participantes en dicho estudio, tuvieron la oportunidad de solucionar el problema que la reflexión les había suscitado. Aparecieron sus seres queridos, lo que les permitió superar el complejo de ingratitud que se les había creado.

    

Desgraciadamente no estaba en mi mano acceder a dicha solución. Mis padres hace años que no se encuentran entre nosotros. Si hubiera existido la posibilidad, habría salido corriendo a su encuentro para demostrarles aquello que no supe, o no pude, hacer en su día. Espero poder hacerlo en la otra vida.

     

Un excelente testimonio el del programa del “hormiguero” del martes 6 de junio. Si no lo han visto, búsquenlo, merece la pena. Sirve tanto para los jóvenes como para los miembros del “segmento de plata”. Pónganlo en práctica. Una carta, una llamada, una visita. Nunca es tarde para decir “te quiero”. Mañana puede ser demasiado tarde.

Decir te quiero

El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora
Manuel Montes Cleries
jueves, 8 de junio de 2023, 13:25 h (CET)

El pasado martes pudimos asistir durante el programa “El hormiguero” de Antena 3 a una experiencia sociológica bastante enriquecedora. En dicho espacio en algunas ocasiones se realizan experiencias con cámara oculta muy interesantes. Normalmente enfrentan a distintas generaciones, solicitándoles opiniones y reacciones ante un tema concreto. El interrogante que respaldaba el experimento del pasado martes, se basaba en la remota posibilidad de que se nos permitiría rectificar actos y actitudes negativas en una hipotética vuelta al pasado.

      

Como punto de partida, casi todos los participantes reconocieron su falta de decisión o de interés en expresar el amor a sus progenitores. La gran mayoría de ellos manifestaron su desapego familiar y la escasa o casi nula capacidad de hacer patente su cariño hacia sus progenitores.

    

Inmediatamente me puse en el lugar de los entrevistados y no tuve más remedio que reconocer mi falta de expresividad cariñosa con mis padres. Especialmente con mi padre. Soy de una generación que no supo manifestar el cariño paterno-filial y que respetaba en exceso la figura del “pater-familiae”. El diálogo era difícil y sometido a unas normas bastante rígidas. De lo que me arrepiento terriblemente.

    

El dicho de que “cuando seas padre…” es totalmente acertado. Cuando eres padre valoras mucho más la relación cariñosa con tus hijos y nietos y no dudas en tomar la iniciativa. Tengo la gran suerte de contar con una descendencia numerosa y cariñosa, sin llegar a ser empalagosa. Soy de la opinión de que tenemos que evitar los superlativos en nuestro dialogo. Creo que no es necesario decir “te quiero mucho o poco”. O se quiere o no se quiere. El amor es incuantificable. Me parece una cursilada el “hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”. Pero supedito especialmente el valor de las palabras a su inmediata transformación en hechos.

    

Ya lo dice el evangelio: “No basta con decir Señor, sino en hacer la voluntad del Padre”. Traducido a nuestro lenguaje y circunstancias: no basta con decir te quiero, sino demostrarlo con esos pequeños detalles que llenan de felicidad a los que los reciben, especialmente si son mayores.

     

Los italianos proclaman: “primo indemnizare e dopo parlare d’amore”. Primero amar y después manifestarlo. Yo diría que los hechos deben acompañar, e incluso preceder, a las palabras.

    

Volviendo al experimento de “El hormiguero”, mis ojos se llenaron de lágrimas al observar como los participantes en dicho estudio, tuvieron la oportunidad de solucionar el problema que la reflexión les había suscitado. Aparecieron sus seres queridos, lo que les permitió superar el complejo de ingratitud que se les había creado.

    

Desgraciadamente no estaba en mi mano acceder a dicha solución. Mis padres hace años que no se encuentran entre nosotros. Si hubiera existido la posibilidad, habría salido corriendo a su encuentro para demostrarles aquello que no supe, o no pude, hacer en su día. Espero poder hacerlo en la otra vida.

     

Un excelente testimonio el del programa del “hormiguero” del martes 6 de junio. Si no lo han visto, búsquenlo, merece la pena. Sirve tanto para los jóvenes como para los miembros del “segmento de plata”. Pónganlo en práctica. Una carta, una llamada, una visita. Nunca es tarde para decir “te quiero”. Mañana puede ser demasiado tarde.

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