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El gobierno de los jóvenes no tiene por qué ser mejor que el de los viejos

Edatismo

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Xavier Trías, de 77 años, se presenta como candidato a la alcaldía de Barcelona y Joe Biden, de 81, vuelve a presentarse a la presidencia de Estados Unidos. Se censura su edad por hacerlo. ¿Es que las personas “viejas” no pueden hacer tan bien como las jóvenes las responsabilidades que acompañan a los cargos a los que aspiran ejercer? ¿Qué es lo que convierte a alguien en viejo, la edad o el estado físico-emocional del mismo? 


Existen personas que ya son viejas a los 50 años porque se han convertido en pasotas. Nada les importa. Si trabajan lo hacen por obligación. Si les es posible se escaquean de la faena como gato escaldado huye del agua fría. Encuentran mil y una maneras de eludirlo. Sólo  piensan en los fines de semana, los puentes, las vacaciones y en la jubilación. Se alborotan con solo pensar que se puede retrasar la edad de disfrutarla. Cuando la obtienen se pasan los días quejándose de todo. Se han convertido en viejos irresponsables. Se dan jubilados que según el hombre exterior se van desgastando. Es ley de vida. Pero según el hombre interior se renuevan de día en día. Se sienten ilusionados. Participan activamente en actividades sociales. Siguen ampliando conocimientos en temas de su interés. Así hasta el día que se apague la vela.


¿Quién es el viejo, la persona de 50 años que se gasta exteriormente e interiormente, o la de 90 años que se gasta exteriormente  pero que día a día se renueva interiormente? Una persona de 50 años puede hacer las cosas más rápido que una de 90. Cierto. Pero la experiencia que le han aportado los años las hace más pausadamente, con más sabiduría. Yerra menos.


En épocas pasadas se veneraban a los ancianos. Los jóvenes buscaban en ellos consejo porque se los consideraba pozos de ciencia. Ahora el viento sopla en sentido contrario. Se enaltece a la juventud en detrimento de la ancianidad. A la juventud se le conceden todas las gracias.


Inconscientes de que la juventud pasa inexorablemente se encaminan hacia la vejez de manera artificial. Pretenden conservar la belleza con cosméticos “anti aging” con el propósito de hacer desaparecer las marcas externas de la vejez que van apareciendo con el tiempo. A menudo se emplean técnicas muy agresivas como lo es la cirugía estética, con frecuencia  con resultados indeseados.  Frecuentemente la pérdida de los encantos juveniles si no se la acepta de buen agrado, le acompaña la rebeldía por dejar de ser lo que fue, que corroe el alma.


Los años hacen que se pierda la fuerza de la juventud lo cual hace que se quiera compensar su ausencia con el consumo de bebidas “energéticas” que contienen minerales y vitaminas que no se necesitan porque los aportan una alimentación saludable. La publicidad es tan engañosa que nos muestra imágenes grotescas de ancianos saltando y bailando como si fuesen cachorros por el mero hecho de consumir productos que supuestamente aportan la energía que se va perdiendo. Desde el momento en que se nace las etapas de la vida se suceden infaliblemente: Infancia, adolescencia, condición de adulto y ancianidad. Es imposible hacer retroceder el reloj del tiempo. No todos llegan a la vejez en buenas condiciones físicas y mentales. Que los prejuicios no impidan que personas de 77 o 81 años puedan asumir cargos en la administración pública. La experiencia nos muestra que personas entre 40 y 50 años son nefastas y que hacen más daño que una granizada de piedras del tamaño de una pelota de golf. “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda. No son los sabios los de mucha edad, ni los ancianos entienden el derecho” (Job 32: 8, 9). La cuestión no es añadir años a la vida sino vida a los años.


En una sociedad no teocrática como lo es la nuestra no se puede exigir que sus ciudadanos crean en Dios, pero sí que sean éticos y más si aspiran a cargos en la administración pública. La ética no es una disciplina que haya aparecido como por arte de magia. Algo del soplo el Omnipotente permanece en los incrédulos. Es por ello que los grandes filósofos que ha dado la humanidad, la ética que enseñan tienen que ver con los principios éticos que enseña la Biblia y, en concreto en los seis mandamientos de la Ley de Dios que tienen que ver con las relaciones humanas. Examinemos lo que enseñan los filósofos pero retengamos únicamente lo que sea  bueno. Los filósofos clásicos greco-romanos que tanto se valoran, sus enseñanzas están teñidas de las supersticiones propias de la cultura pagana en que vivían. Es por ello que sus enseñanzas tienen que pasarse por el cedazo de la Palabra de Dios para separar el trigo de la paja para así quedarnos con lo que es bueno.


“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay superioridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). Los aspirantes a gobernar, sean adultos o ancianos, según el hombre exterior se van gastando y el interior tiene que renovarse según Dios. Los Diez Mandamientos que son la yema de la ética enseñan que Dios delega autoridad en los hombres empezando por los padres. Sus principios tienen que aplicarse tanto en la esfera privada como en la pública. En este escrito que tratamos sobre las autoridades públicas, los aspirantes que se presentan a ser votados tienen que renovarse interiormente a la luz de la Palabra de Dios si es que quieren ser justos en su proceder. Los gobernantes sean adultos o ancianos deberían renovarse interiormente para poder verse representados en las palabras del salmista: “Dios está en la asamblea divina juzgando en medio de los jueces. ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? Defended al débil y al huérfano, haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado, libradlo de las manos de los impíos. No saben, no entiende, andan en tinieblas, y tiemblan todos los cimientos de la Tierra” (Salmo 82: 1-5).


Este escrito se publica en plena campaña electoral, ¿cuántos de los candidatos se han renovado interiormente para ajustarse al modelo que expone el salmista en su poema?

Edatismo

El gobierno de los jóvenes no tiene por qué ser mejor que el de los viejos
Octavi Pereña
lunes, 22 de mayo de 2023, 10:04 h (CET)

Xavier Trías, de 77 años, se presenta como candidato a la alcaldía de Barcelona y Joe Biden, de 81, vuelve a presentarse a la presidencia de Estados Unidos. Se censura su edad por hacerlo. ¿Es que las personas “viejas” no pueden hacer tan bien como las jóvenes las responsabilidades que acompañan a los cargos a los que aspiran ejercer? ¿Qué es lo que convierte a alguien en viejo, la edad o el estado físico-emocional del mismo? 


Existen personas que ya son viejas a los 50 años porque se han convertido en pasotas. Nada les importa. Si trabajan lo hacen por obligación. Si les es posible se escaquean de la faena como gato escaldado huye del agua fría. Encuentran mil y una maneras de eludirlo. Sólo  piensan en los fines de semana, los puentes, las vacaciones y en la jubilación. Se alborotan con solo pensar que se puede retrasar la edad de disfrutarla. Cuando la obtienen se pasan los días quejándose de todo. Se han convertido en viejos irresponsables. Se dan jubilados que según el hombre exterior se van desgastando. Es ley de vida. Pero según el hombre interior se renuevan de día en día. Se sienten ilusionados. Participan activamente en actividades sociales. Siguen ampliando conocimientos en temas de su interés. Así hasta el día que se apague la vela.


¿Quién es el viejo, la persona de 50 años que se gasta exteriormente e interiormente, o la de 90 años que se gasta exteriormente  pero que día a día se renueva interiormente? Una persona de 50 años puede hacer las cosas más rápido que una de 90. Cierto. Pero la experiencia que le han aportado los años las hace más pausadamente, con más sabiduría. Yerra menos.


En épocas pasadas se veneraban a los ancianos. Los jóvenes buscaban en ellos consejo porque se los consideraba pozos de ciencia. Ahora el viento sopla en sentido contrario. Se enaltece a la juventud en detrimento de la ancianidad. A la juventud se le conceden todas las gracias.


Inconscientes de que la juventud pasa inexorablemente se encaminan hacia la vejez de manera artificial. Pretenden conservar la belleza con cosméticos “anti aging” con el propósito de hacer desaparecer las marcas externas de la vejez que van apareciendo con el tiempo. A menudo se emplean técnicas muy agresivas como lo es la cirugía estética, con frecuencia  con resultados indeseados.  Frecuentemente la pérdida de los encantos juveniles si no se la acepta de buen agrado, le acompaña la rebeldía por dejar de ser lo que fue, que corroe el alma.


Los años hacen que se pierda la fuerza de la juventud lo cual hace que se quiera compensar su ausencia con el consumo de bebidas “energéticas” que contienen minerales y vitaminas que no se necesitan porque los aportan una alimentación saludable. La publicidad es tan engañosa que nos muestra imágenes grotescas de ancianos saltando y bailando como si fuesen cachorros por el mero hecho de consumir productos que supuestamente aportan la energía que se va perdiendo. Desde el momento en que se nace las etapas de la vida se suceden infaliblemente: Infancia, adolescencia, condición de adulto y ancianidad. Es imposible hacer retroceder el reloj del tiempo. No todos llegan a la vejez en buenas condiciones físicas y mentales. Que los prejuicios no impidan que personas de 77 o 81 años puedan asumir cargos en la administración pública. La experiencia nos muestra que personas entre 40 y 50 años son nefastas y que hacen más daño que una granizada de piedras del tamaño de una pelota de golf. “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace que entienda. No son los sabios los de mucha edad, ni los ancianos entienden el derecho” (Job 32: 8, 9). La cuestión no es añadir años a la vida sino vida a los años.


En una sociedad no teocrática como lo es la nuestra no se puede exigir que sus ciudadanos crean en Dios, pero sí que sean éticos y más si aspiran a cargos en la administración pública. La ética no es una disciplina que haya aparecido como por arte de magia. Algo del soplo el Omnipotente permanece en los incrédulos. Es por ello que los grandes filósofos que ha dado la humanidad, la ética que enseñan tienen que ver con los principios éticos que enseña la Biblia y, en concreto en los seis mandamientos de la Ley de Dios que tienen que ver con las relaciones humanas. Examinemos lo que enseñan los filósofos pero retengamos únicamente lo que sea  bueno. Los filósofos clásicos greco-romanos que tanto se valoran, sus enseñanzas están teñidas de las supersticiones propias de la cultura pagana en que vivían. Es por ello que sus enseñanzas tienen que pasarse por el cedazo de la Palabra de Dios para separar el trigo de la paja para así quedarnos con lo que es bueno.


“Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay superioridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Romanos 13: 1). Los aspirantes a gobernar, sean adultos o ancianos, según el hombre exterior se van gastando y el interior tiene que renovarse según Dios. Los Diez Mandamientos que son la yema de la ética enseñan que Dios delega autoridad en los hombres empezando por los padres. Sus principios tienen que aplicarse tanto en la esfera privada como en la pública. En este escrito que tratamos sobre las autoridades públicas, los aspirantes que se presentan a ser votados tienen que renovarse interiormente a la luz de la Palabra de Dios si es que quieren ser justos en su proceder. Los gobernantes sean adultos o ancianos deberían renovarse interiormente para poder verse representados en las palabras del salmista: “Dios está en la asamblea divina juzgando en medio de los jueces. ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos? Defended al débil y al huérfano, haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado, libradlo de las manos de los impíos. No saben, no entiende, andan en tinieblas, y tiemblan todos los cimientos de la Tierra” (Salmo 82: 1-5).


Este escrito se publica en plena campaña electoral, ¿cuántos de los candidatos se han renovado interiormente para ajustarse al modelo que expone el salmista en su poema?

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