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Los enemigos de la democracia la aprovechan para llegar al poder al precio que sea

Se oyen los trotes del fascismo

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Acabamos de entrar en un año en el que a finales de Mayo tendremos elecciones municipales y, también en algunas CC.AA elecciones autonómicas, y nada más comenzar el año los cascos del caballo del fascismo ya están resonando por Europa y América. Los enemigos de la democracia la aprovechan para llegar al poder al precio que sea, generalmente presentando ante los electores un programa populista que tampoco piensan cumplir. Pero cuando las urnas les vuelven la espalda no aceptan el resultado electoral, hablan de trampas electorales y califican al Gobierno que les ha derrotado de ilegal y otros epítetos que varían según la parte del planeta de que se trate.


En la última contienda electoral en Norteamérica Donald Trump no aceptó, ni todavía ha aceptado, que fue derrotado correcta y legalmente por Joe Biden, desde el primer minuto en que se conocieron los resultados estuvo azuzando a sus seguidores contra el Gobierno legitimo de los Estados Unidos bajo la excusa que los demócratas habían hecho toda una serie de trampas para descabalgarle del poder. Trump bajo el lema de su campaña “América first” escondía su odio al emigrante, a la libertad y su irrespetuosa actitud ante los derechos humanos. Logró triunfar en la “América profunda”, maniobró para tener a los jueces del Supremo de su parte, comenzó la construcción de un enorme muro en la frontera con México, se llevó a su domicilio y escondió documentos secretos cuando abandonó el Despacho Oval en la Casa Blanca, avergonzó a algunos de sus partidarios que renegaron de él, aunque todavía le quedan fieles ultra derechistas dispuestos a volver a llevarle a la Casa Blanca si es posible. Y lo más grave de todo es que miles de sus fieles servidores el 6 de Enero de 2021 asaltaron el Capitolio mientras él no movía un dedo para detener este asalto a uno de los símbolos de la democracia de Estados Unidos. El odio se reflejaba en los ojos de los asaltantes, convencido por la verborrea fascista de Trump que, con malas artes, los demócratas les habían arrebatado el poder. La efigie de Abraham Lincoln temblaba de ira ante semejante espectáculo.


La historia, de una manera semejante, se ha producido hace unos días en Brasilia donde una multitud de seguidores de Jair Bolsonaro, anterior presidente de Brasil, asaltó los edificios de los tres poderes; legislativo, ejecutivo y judicial al tiempo que clamaban porque el ejercito diera un golpe de estado que derrocara al recién elegido presidente Lula. Entretanto el supuesto instigador de la revuelta, Bolsonaro, estaba tranquilamente en Orlando esperando que los militares, él es un antiguo militar, hicieran caso de la turba revoltosa y derrocaran, con la fuerza de las armas, a Lula, el presidente al que los caciques y poderosos de Brasil no quieren como principal mandatario del país. Bolsonaro, desde su entrada en política ha militado en diez partidos políticos, ha ido dando bandazos entre unos y otros para medrar e ir ascendiendo desde una concejalía a la presidencia de la República Federativa del Brasil, su ideología es la extrema derecha y alcanzar y mantenerse en el poder al precio que sea.


Fiel discípulo de Trump desde el momento en que perdió las elecciones infundió en sus seguidores que Lula le había robado las elecciones, por tanto era un presidente ilegítimo al frente de un gobierno también ilegítimo. El mismo día que se conoció su derrota sus seguidores salieron a la calle acudiendo a las puertas de los cuarteles pidiendo a los militares que impidieran mediante un golpe de estado la toma de la presidencia por Lula. Muchos de aquellos seguidores acamparon ante los cuarteles donde han permanecido hasta ser desalojados por orden de Lula a las pocas horas de la intentona fascista de los “bolsonarianos” de ocupar la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo. La intentona fascista despreciando el resultado de las urnas fracasó, los asaltantes destrozaron obras de arte de incalculable valor, y más de 1.500 órdenes de detención han sido dadas por la judicatura. El juez entre otras órdenes de prisión ha dictado la del ex ministro de Justicia de Bolsonaro, quien el día de autos no estaba en Brasilia, se encontraba, junto con Bolsonaro, en Orlando esperando acontecimientos.


Tanto Trump como Bolsonaro se cansaron de motejar como “ilegítimos” a los Gobiernos que habían salido de las urnas donde ellos habían sido derrotados. Es la excusa del fascismo, aprovechar la democracia y cuando las cosas no salen como ellos desean denostarla. Por estos lares también hay quien lleva tiempo llamando “ilegitimo” al Gobierno de coalición formado por el PSOE y PODEMOS.          

Unos, como VOX, lo hacen sin taparse la cara, a pecho descubierto, son la versión fascista del Partido Popular. Los otros, la derecha extrema, el PP, se amparan en cualquier excusa, por muy nimia que sea, para motejar de “ilegitimo” el gobierno presidido por Pedro Sánchez. En esta ocasión ha sido Cuca Gamarra, azote de rojos y separatistas, la encargada como vocera y Secretaria General del PP en aprovechar la asonada fascista brasileña para criticar las recientes reformas del Código Penal, y comparar el asalto y destrozo acaecido en Brasilia con los hechos sucedidos en Barcelona el 27 de Setiembre donde nada se rompió ni ningún edificio fue asaltado por la muchedumbre.


En estos meses que quedan para llegar a las elecciones el último domingo de mayo, escucharemos mucho los trotes del caballo del fascismo tocando el clarín de llamada a los desengañados de la política, engatusando a los votantes con promesas que nunca piensan cumplir. Ya les conocemos, son aquellos que todavía no han condenado el franquismo porqué en él está su razón de ser, son aquellos que siempre se oponen a que se aprueben medidas sociales porque ellos y los suyos no las necesitan, llevan toda la vida viviendo de las rentas del franquismo, son aquellos que disfrazados de demócratas no dudarían en prohibir todas las libertades y derechos humanos porque no creen ni en la libertad ni en los derechos de las gentes. Si cuando llegue Mayo han creído sus cantos de sirena y les votan, luego no se quejen.

Se oyen los trotes del fascismo

Los enemigos de la democracia la aprovechan para llegar al poder al precio que sea
Rafa Esteve-Casanova
jueves, 12 de enero de 2023, 08:54 h (CET)

Acabamos de entrar en un año en el que a finales de Mayo tendremos elecciones municipales y, también en algunas CC.AA elecciones autonómicas, y nada más comenzar el año los cascos del caballo del fascismo ya están resonando por Europa y América. Los enemigos de la democracia la aprovechan para llegar al poder al precio que sea, generalmente presentando ante los electores un programa populista que tampoco piensan cumplir. Pero cuando las urnas les vuelven la espalda no aceptan el resultado electoral, hablan de trampas electorales y califican al Gobierno que les ha derrotado de ilegal y otros epítetos que varían según la parte del planeta de que se trate.


En la última contienda electoral en Norteamérica Donald Trump no aceptó, ni todavía ha aceptado, que fue derrotado correcta y legalmente por Joe Biden, desde el primer minuto en que se conocieron los resultados estuvo azuzando a sus seguidores contra el Gobierno legitimo de los Estados Unidos bajo la excusa que los demócratas habían hecho toda una serie de trampas para descabalgarle del poder. Trump bajo el lema de su campaña “América first” escondía su odio al emigrante, a la libertad y su irrespetuosa actitud ante los derechos humanos. Logró triunfar en la “América profunda”, maniobró para tener a los jueces del Supremo de su parte, comenzó la construcción de un enorme muro en la frontera con México, se llevó a su domicilio y escondió documentos secretos cuando abandonó el Despacho Oval en la Casa Blanca, avergonzó a algunos de sus partidarios que renegaron de él, aunque todavía le quedan fieles ultra derechistas dispuestos a volver a llevarle a la Casa Blanca si es posible. Y lo más grave de todo es que miles de sus fieles servidores el 6 de Enero de 2021 asaltaron el Capitolio mientras él no movía un dedo para detener este asalto a uno de los símbolos de la democracia de Estados Unidos. El odio se reflejaba en los ojos de los asaltantes, convencido por la verborrea fascista de Trump que, con malas artes, los demócratas les habían arrebatado el poder. La efigie de Abraham Lincoln temblaba de ira ante semejante espectáculo.


La historia, de una manera semejante, se ha producido hace unos días en Brasilia donde una multitud de seguidores de Jair Bolsonaro, anterior presidente de Brasil, asaltó los edificios de los tres poderes; legislativo, ejecutivo y judicial al tiempo que clamaban porque el ejercito diera un golpe de estado que derrocara al recién elegido presidente Lula. Entretanto el supuesto instigador de la revuelta, Bolsonaro, estaba tranquilamente en Orlando esperando que los militares, él es un antiguo militar, hicieran caso de la turba revoltosa y derrocaran, con la fuerza de las armas, a Lula, el presidente al que los caciques y poderosos de Brasil no quieren como principal mandatario del país. Bolsonaro, desde su entrada en política ha militado en diez partidos políticos, ha ido dando bandazos entre unos y otros para medrar e ir ascendiendo desde una concejalía a la presidencia de la República Federativa del Brasil, su ideología es la extrema derecha y alcanzar y mantenerse en el poder al precio que sea.


Fiel discípulo de Trump desde el momento en que perdió las elecciones infundió en sus seguidores que Lula le había robado las elecciones, por tanto era un presidente ilegítimo al frente de un gobierno también ilegítimo. El mismo día que se conoció su derrota sus seguidores salieron a la calle acudiendo a las puertas de los cuarteles pidiendo a los militares que impidieran mediante un golpe de estado la toma de la presidencia por Lula. Muchos de aquellos seguidores acamparon ante los cuarteles donde han permanecido hasta ser desalojados por orden de Lula a las pocas horas de la intentona fascista de los “bolsonarianos” de ocupar la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo. La intentona fascista despreciando el resultado de las urnas fracasó, los asaltantes destrozaron obras de arte de incalculable valor, y más de 1.500 órdenes de detención han sido dadas por la judicatura. El juez entre otras órdenes de prisión ha dictado la del ex ministro de Justicia de Bolsonaro, quien el día de autos no estaba en Brasilia, se encontraba, junto con Bolsonaro, en Orlando esperando acontecimientos.


Tanto Trump como Bolsonaro se cansaron de motejar como “ilegítimos” a los Gobiernos que habían salido de las urnas donde ellos habían sido derrotados. Es la excusa del fascismo, aprovechar la democracia y cuando las cosas no salen como ellos desean denostarla. Por estos lares también hay quien lleva tiempo llamando “ilegitimo” al Gobierno de coalición formado por el PSOE y PODEMOS.          

Unos, como VOX, lo hacen sin taparse la cara, a pecho descubierto, son la versión fascista del Partido Popular. Los otros, la derecha extrema, el PP, se amparan en cualquier excusa, por muy nimia que sea, para motejar de “ilegitimo” el gobierno presidido por Pedro Sánchez. En esta ocasión ha sido Cuca Gamarra, azote de rojos y separatistas, la encargada como vocera y Secretaria General del PP en aprovechar la asonada fascista brasileña para criticar las recientes reformas del Código Penal, y comparar el asalto y destrozo acaecido en Brasilia con los hechos sucedidos en Barcelona el 27 de Setiembre donde nada se rompió ni ningún edificio fue asaltado por la muchedumbre.


En estos meses que quedan para llegar a las elecciones el último domingo de mayo, escucharemos mucho los trotes del caballo del fascismo tocando el clarín de llamada a los desengañados de la política, engatusando a los votantes con promesas que nunca piensan cumplir. Ya les conocemos, son aquellos que todavía no han condenado el franquismo porqué en él está su razón de ser, son aquellos que siempre se oponen a que se aprueben medidas sociales porque ellos y los suyos no las necesitan, llevan toda la vida viviendo de las rentas del franquismo, son aquellos que disfrazados de demócratas no dudarían en prohibir todas las libertades y derechos humanos porque no creen ni en la libertad ni en los derechos de las gentes. Si cuando llegue Mayo han creído sus cantos de sirena y les votan, luego no se quejen.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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