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Las decisiones sin compromiso son mera palabrería

¿Sí o no?

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Aunque se trate de actuaciones aproximativas o rutinarias, el propio momento vital nos impele a un cierto grado de decisión; la mayor o menor actividad derivada de las respuestas nos adentra en otras fases de la comprensión. El interrogante propuesto hoy es habitual en las cuitas cotidianas. Viene a representar la ORFANDAD permanente con respecto a las certezas y es definitoria de la vida humana. 


El mismo intento de eludir la respuesta supone una salida en falso, porque no elimina la duda de fondo; es una escapatoria irreal. Sí o no, enciende las alarmas de cada sujeto en sus respectivos retos cotidianos. Es un punto de partida ineludible, le seguirán diversos planteamientos inciertos y por lo tanto provocativos.


La inseguridad nos atañe; tropezamos con enormes dificultades a la hora de pronunciarnos. Se entiende la necesidad de sentirse apoyados al percibirnos vulnerables en cada acción. Derivamos en agrupaciones, desde las reducidas a unos pocos individuos a las organizaciones populosas; en ese recorrido se diluyen aspectos relevantes de la personalidad. Actúan las normativas de las ESTRUCTURAS creadas, requisitos, ritos, prohibiciones; quedando por dilucidar si continua presente o no el sentido de la persona en cuestión. De ese modo, el sentir religioso ante la parafernalia, el sujeto ante los montajes políticos, el pensamiento correcto como invitación para no pensar; promueven el mencionado interrogante sobre la auténtica presencia personal.


Contemplamos unos matices muy expresivos respecto a cuantos hemos actuado en este mundo. A fuerza de dejarnos llevar, ya no sabemos ni donde estamos, máxime si las tendencias foráneas ponen su empeño en la destrucción de cualquier conato de enlace con las condiciones de aparición de los humanos. ¡Pero, bueno! Quieren convencernos de esto y aquello, como si cada persona no fuera capaz de percibir las realidades; eso sucede en parte porque renunciamos a reivindicarlo. El asunto se centra en si ponemos énfasis en la postulación de la EXPERIENCIA propia o simplemente no limitamos a una existencia roma sin ni siquiera sacar a colación las particularidades. De esa elección depende el estilo de vida a desarrollar.


Las escusas suelen ser poco útiles, cargan con las mismas carencias de las afirmaciones; entretenerse con ellas, nos ocupa sin resultados convenientes. Los puntos de vista, como versiones particulares, siempre aportan matices singulares irreductibles, dejando patente el reto al presentarse ese conjunto en la vida comunitaria. En el intento de conseguir una mínima armonía social, será básico huir de los equívocos; esa franqueza es imprescindible en la búsqueda de las suficientes concordancias. De ahí el anhelo de una puesta en común con la DECENCIA de no tergiversar los argumentos; en esto, la negación nos conduce por derroteros confusos con experiencias poco saludables.


Si algo hemos aprendido en la medida de los nuevos conocimientos alcanzados es el incremento de la complejidad envolvente e interior. No sólo por la acumulación de datos, sino porque de forma simultánea se descubrió un número todavía mayor de nuevas incógnitas. Las dificultades inherentes a esa situación son abrumadoras, porque además, ninguna de ellas se resuelve de manera radical, persiste tenaz un fondo imprevisto que no logramos desentrañar. Al contrario de las afirmaciones presuntuosas tan generalizadas, sus confirmaciones son de menor prestancia y nunca llegan a la ratificación absoluta. En consecuencia, habremos de valorar si son de peso o no las siguientes:


DUDAS LATENTES


Indecisos, indecisos, no somos.

Estamos inducidos por la duda,

Con la sabiduría denodada

De aventureros envalentonados.

Los lances fieros que justificamos

Presentan a la verdad sometida,

Sin que eso signifique abolida;

Presumiendo de lo que adolecemos.

De esa manera, no necesitamos

De las seguridades sus afanes.

Para los caprichos nos comportamos

Con buenas provisiones de reclamos;

Sin apresuradas comprobaciones.

Las dudas parecen satisfacernos.


Dejando aparte el origen de las desigualdades inevitables; hemos de contar con su presencia. Siempre habrá elementos destacados en alguno de los sectores vitales, en ambos sentidos, los peor dotados y los mejor situados. La cuestión se plantea sobre las mejores artes disponibles las seguimos empleando en una elucubración desarraigada o si disponemos de la suficiente inteligencia para pergeñar una PROYECCIÓN ligada estrechamente a la existencia de los seres humanos, centrada en la consecución de una sociedad más justa para todos más allá de los postulados teóricos o declaraciones simplonas. La duda subsiste, si habremos percibido o no la importancia de estos planteamientos.


O para mal, nos inclinaremos por dedicar nuestras atenciones a las múltiples estrategias tórpidas de cara a la convivencia, dedicando un interés preferente a esa simple contemplación, sin ánimo de emprender tareas de mejor calidad y el riesgo de caer en su rueda. Entretenidos con los múltiples ejemplos de prácticas defectuosas, pasan a segundo término otras alternativas. Ese panorama propende a la desconfianza progresiva, tras él nos incluimos en el grupo de los RETICENTES, con las estrategias dispersas por un sinfín de vericuetos con planteamientos confusos. En esta opción circularemos sin encontrar apenas salidas eficaces, no está abierta a la franqueza de las verdades.


Las disquisiciones pueden ser atrayentes, porque abundan los asuntos curiosos, bien por sus contenidos o por las inquietudes del personal. Si nos decantamos por esas variaciones, el vuelo no se detiene, con el riesgo evidente de pensar únicamente en dichas elucubraciones. En esa exclusividad de las atenciones surgen las desviaciones riesgosas, porque tienden a desdeñar aquellas realidades constituyentes de nuestra naturaleza, insoslayables, misteriosas si se quiere, pero de una realidad incontrastable. Desde esas bases, a la hora de comportarnos y tratar de comprendernos, disponemos de la opción nítida de ser CONGRUENTES con dicha realidad; las decisiones en contrario nos abocan a la enajenación progresiva.


Aunque las dudas acechan sin pausas, al plantearnos las actitudes existenciales, el COMPROMISO ha de surgir de los adentros después de sopesar los condicionantes. La cuota disponible de libertad facilita la elección de los objetivos, sin poder eludir el grado de responsabilidad correspondiente. Ser, estar; o, no ser y no estar.

¿Sí o no?

Las decisiones sin compromiso son mera palabrería
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de septiembre de 2022, 10:03 h (CET)

Aunque se trate de actuaciones aproximativas o rutinarias, el propio momento vital nos impele a un cierto grado de decisión; la mayor o menor actividad derivada de las respuestas nos adentra en otras fases de la comprensión. El interrogante propuesto hoy es habitual en las cuitas cotidianas. Viene a representar la ORFANDAD permanente con respecto a las certezas y es definitoria de la vida humana. 


El mismo intento de eludir la respuesta supone una salida en falso, porque no elimina la duda de fondo; es una escapatoria irreal. Sí o no, enciende las alarmas de cada sujeto en sus respectivos retos cotidianos. Es un punto de partida ineludible, le seguirán diversos planteamientos inciertos y por lo tanto provocativos.


La inseguridad nos atañe; tropezamos con enormes dificultades a la hora de pronunciarnos. Se entiende la necesidad de sentirse apoyados al percibirnos vulnerables en cada acción. Derivamos en agrupaciones, desde las reducidas a unos pocos individuos a las organizaciones populosas; en ese recorrido se diluyen aspectos relevantes de la personalidad. Actúan las normativas de las ESTRUCTURAS creadas, requisitos, ritos, prohibiciones; quedando por dilucidar si continua presente o no el sentido de la persona en cuestión. De ese modo, el sentir religioso ante la parafernalia, el sujeto ante los montajes políticos, el pensamiento correcto como invitación para no pensar; promueven el mencionado interrogante sobre la auténtica presencia personal.


Contemplamos unos matices muy expresivos respecto a cuantos hemos actuado en este mundo. A fuerza de dejarnos llevar, ya no sabemos ni donde estamos, máxime si las tendencias foráneas ponen su empeño en la destrucción de cualquier conato de enlace con las condiciones de aparición de los humanos. ¡Pero, bueno! Quieren convencernos de esto y aquello, como si cada persona no fuera capaz de percibir las realidades; eso sucede en parte porque renunciamos a reivindicarlo. El asunto se centra en si ponemos énfasis en la postulación de la EXPERIENCIA propia o simplemente no limitamos a una existencia roma sin ni siquiera sacar a colación las particularidades. De esa elección depende el estilo de vida a desarrollar.


Las escusas suelen ser poco útiles, cargan con las mismas carencias de las afirmaciones; entretenerse con ellas, nos ocupa sin resultados convenientes. Los puntos de vista, como versiones particulares, siempre aportan matices singulares irreductibles, dejando patente el reto al presentarse ese conjunto en la vida comunitaria. En el intento de conseguir una mínima armonía social, será básico huir de los equívocos; esa franqueza es imprescindible en la búsqueda de las suficientes concordancias. De ahí el anhelo de una puesta en común con la DECENCIA de no tergiversar los argumentos; en esto, la negación nos conduce por derroteros confusos con experiencias poco saludables.


Si algo hemos aprendido en la medida de los nuevos conocimientos alcanzados es el incremento de la complejidad envolvente e interior. No sólo por la acumulación de datos, sino porque de forma simultánea se descubrió un número todavía mayor de nuevas incógnitas. Las dificultades inherentes a esa situación son abrumadoras, porque además, ninguna de ellas se resuelve de manera radical, persiste tenaz un fondo imprevisto que no logramos desentrañar. Al contrario de las afirmaciones presuntuosas tan generalizadas, sus confirmaciones son de menor prestancia y nunca llegan a la ratificación absoluta. En consecuencia, habremos de valorar si son de peso o no las siguientes:


DUDAS LATENTES


Indecisos, indecisos, no somos.

Estamos inducidos por la duda,

Con la sabiduría denodada

De aventureros envalentonados.

Los lances fieros que justificamos

Presentan a la verdad sometida,

Sin que eso signifique abolida;

Presumiendo de lo que adolecemos.

De esa manera, no necesitamos

De las seguridades sus afanes.

Para los caprichos nos comportamos

Con buenas provisiones de reclamos;

Sin apresuradas comprobaciones.

Las dudas parecen satisfacernos.


Dejando aparte el origen de las desigualdades inevitables; hemos de contar con su presencia. Siempre habrá elementos destacados en alguno de los sectores vitales, en ambos sentidos, los peor dotados y los mejor situados. La cuestión se plantea sobre las mejores artes disponibles las seguimos empleando en una elucubración desarraigada o si disponemos de la suficiente inteligencia para pergeñar una PROYECCIÓN ligada estrechamente a la existencia de los seres humanos, centrada en la consecución de una sociedad más justa para todos más allá de los postulados teóricos o declaraciones simplonas. La duda subsiste, si habremos percibido o no la importancia de estos planteamientos.


O para mal, nos inclinaremos por dedicar nuestras atenciones a las múltiples estrategias tórpidas de cara a la convivencia, dedicando un interés preferente a esa simple contemplación, sin ánimo de emprender tareas de mejor calidad y el riesgo de caer en su rueda. Entretenidos con los múltiples ejemplos de prácticas defectuosas, pasan a segundo término otras alternativas. Ese panorama propende a la desconfianza progresiva, tras él nos incluimos en el grupo de los RETICENTES, con las estrategias dispersas por un sinfín de vericuetos con planteamientos confusos. En esta opción circularemos sin encontrar apenas salidas eficaces, no está abierta a la franqueza de las verdades.


Las disquisiciones pueden ser atrayentes, porque abundan los asuntos curiosos, bien por sus contenidos o por las inquietudes del personal. Si nos decantamos por esas variaciones, el vuelo no se detiene, con el riesgo evidente de pensar únicamente en dichas elucubraciones. En esa exclusividad de las atenciones surgen las desviaciones riesgosas, porque tienden a desdeñar aquellas realidades constituyentes de nuestra naturaleza, insoslayables, misteriosas si se quiere, pero de una realidad incontrastable. Desde esas bases, a la hora de comportarnos y tratar de comprendernos, disponemos de la opción nítida de ser CONGRUENTES con dicha realidad; las decisiones en contrario nos abocan a la enajenación progresiva.


Aunque las dudas acechan sin pausas, al plantearnos las actitudes existenciales, el COMPROMISO ha de surgir de los adentros después de sopesar los condicionantes. La cuota disponible de libertad facilita la elección de los objetivos, sin poder eludir el grado de responsabilidad correspondiente. Ser, estar; o, no ser y no estar.

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