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Se ha perdido en la noche de los tiempos, (ya han pasado más de cincuenta años), el día en que mi prójima-próxima y un servidor de ustedes, hicimos profesión de nuestro amor mutuo mediante la lectura de un párrafo del ritual que se sigue en las bodas de la Iglesia Católica.
Por mediación del mismo, nos comprometimos a seguir unidos en la salud y en la enfermedad, los tiempos malos y buenos, prósperos y decadentes, positivos y negativos. El texto no recogía los avatares del destino que nos han llevado a sufrir una fuerte conmoción a partir de la llegada del Covid-19 a principios del pasado año.
Esta “nueva anormalidad” ha servido para estrechar o romper los lazos de los matrimonios. Casi dos años de convivencia continuada, sin ningún tipo de injerencia externa, ponen a prueba la convivencia de una pareja. En la misma hemos tenido tiempo para conocernos mejor y para conseguir aceptar los defectos del otro. Punto clave de de un amor complementario. No basado en un excesivo mirarse a los ojos y si cimentado en la mirada en una misma dirección. El proyecto común, no la contraposición de proyectos.
Es muy difícil convivir en un recinto tan estrecho sin que surjan roces. Pero el sentido común y el de supervivencia de la pareja, te ayudan a encontrar los propios espacios. Al final, las cosas funcionan bastante bien y te permiten proclamar a voz en grito: ¡En la salud, en la enfermedad y en la pandemia!
Finalmente, llega la vacuna liberadora que vuelve a poner las cosas en su sitio. Sin daños colaterales.
Cuando en las relaciones personales, sociales o políticas se pierden o desprecian las mínimas reglas o costumbres de educación o cortesía, éstas se convierten en un territorio minado donde el desencuentro y el enfrentamiento vienen a ser la tónica general entre los miembros de una colectividad. Si además esto se traslada a las relaciones personales de ámbito internacional, las consecuencias pueden ser imprevisibles.
Lo importante es caminar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. La vida, por si misma, es una dependencia existencial, que nos llama a ocuparla de modo armónico. Sin embargo, las acciones humanas surgen de la iluminación o de la ignorancia. Esto es lo que tenemos que trabajar, haciéndolo con la energía del corazón y con la actitud de análisis de la mente, para no caer en la deshumanización e inhumanidad de los tiempos actuales.
Por ser de diferente forma, no quiere decir que los animales sean inferiores, sino que Dios nos ha hecho distintos unos de los otros, pero todos somos creaciones de Dios y debemos respetarnos. Todos deseamos vivir con el cuerpo con que hemos nacido y anhelamos la felicidad.
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