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Me ha producido una gran impresión oír la Palabra de Dios en los lenguajes caldeo (arameo) y árabe desde las tierras bíblicas.

Bagdad

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En esos idiomas suena de una manera evocadora la lectura del Evangelio. Ayer lo pudimos observar durante la proclamación de las Bienaventuranzas, recogidas en el texto de Mateo inspirado por Jesús de Nazaret. Se ponen los pelos de punta escuchando las palabras, la música y las canciones que, posiblemente, rodearon la vida de Jesús hace unos dos mil años.

El Papa Francisco es muy valiente. Su valentía nace de una profunda fe en Dios y unos pies bien puestos en la tierra. Se ha sentado a hablar en Mesopotamia con dirigentes de las otras creencias monoteístas que nacen del padre común Abraham. Todas recogen la fe en un Dios único y que ama a la humanidad. Seguro que han encontrado muchos puntos comunes.

El sábado, desde ese templo de Bagdad, en el que se celebró una misa en árabe y en caldeo, volvimos a oír desgranar las bienaventuranzas, (bienaventurado significa feliz). Personalmente me quede parado en una de ellas: bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Estoy convencido de la buena voluntad y el deseo de paz de la gran mayoría de los seres humanos. Pero los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. El dinero, el poder y el prestigio se mueven alrededor de la confrontación y la mala leche. El “progreso” se mueve alrededor de la imposición y el sometimiento.

La buena noticia de hoy nace de ese viaje esperanzador. De esas oraciones comunes musitadas en diversos lenguajes de oriente medio, con los mismas palabras que salieron de la boca del Nazareno y el sonido de las cítaras y chirimías a su alrededor.

El sábado disfruté de una larga Eucaristía llena de signos y de reminiscencias ancestrales. No soy muy amigo de los ropones y la parafernalia, pero el sentido de las palabras y el sacrificio de la Eucaristía, llenaron mi corazón de deseos de hacer realidad la posibilidad de ser bienaventurado por buscar la paz.

En esa Misa recibimos el mensaje a través de una doble traducción; del lenguaje original al italiano y del italiano al español. Pero conseguí entender en directo dos palabras. Salam aleikum y Amén. Ambas recogen el sentido último de esta visita: La paz esté con vosotros y así sea.

Bagdad

Me ha producido una gran impresión oír la Palabra de Dios en los lenguajes caldeo (arameo) y árabe desde las tierras bíblicas.
Manuel Montes Cleries
lunes, 8 de marzo de 2021, 12:03 h (CET)

En esos idiomas suena de una manera evocadora la lectura del Evangelio. Ayer lo pudimos observar durante la proclamación de las Bienaventuranzas, recogidas en el texto de Mateo inspirado por Jesús de Nazaret. Se ponen los pelos de punta escuchando las palabras, la música y las canciones que, posiblemente, rodearon la vida de Jesús hace unos dos mil años.

El Papa Francisco es muy valiente. Su valentía nace de una profunda fe en Dios y unos pies bien puestos en la tierra. Se ha sentado a hablar en Mesopotamia con dirigentes de las otras creencias monoteístas que nacen del padre común Abraham. Todas recogen la fe en un Dios único y que ama a la humanidad. Seguro que han encontrado muchos puntos comunes.

El sábado, desde ese templo de Bagdad, en el que se celebró una misa en árabe y en caldeo, volvimos a oír desgranar las bienaventuranzas, (bienaventurado significa feliz). Personalmente me quede parado en una de ellas: bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Estoy convencido de la buena voluntad y el deseo de paz de la gran mayoría de los seres humanos. Pero los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz. El dinero, el poder y el prestigio se mueven alrededor de la confrontación y la mala leche. El “progreso” se mueve alrededor de la imposición y el sometimiento.

La buena noticia de hoy nace de ese viaje esperanzador. De esas oraciones comunes musitadas en diversos lenguajes de oriente medio, con los mismas palabras que salieron de la boca del Nazareno y el sonido de las cítaras y chirimías a su alrededor.

El sábado disfruté de una larga Eucaristía llena de signos y de reminiscencias ancestrales. No soy muy amigo de los ropones y la parafernalia, pero el sentido de las palabras y el sacrificio de la Eucaristía, llenaron mi corazón de deseos de hacer realidad la posibilidad de ser bienaventurado por buscar la paz.

En esa Misa recibimos el mensaje a través de una doble traducción; del lenguaje original al italiano y del italiano al español. Pero conseguí entender en directo dos palabras. Salam aleikum y Amén. Ambas recogen el sentido último de esta visita: La paz esté con vosotros y así sea.

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