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Definitivamente soy un perdedor. No gana jamás mi opción política

Perdedor

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Y no me importa nada este fracaso aparente. Desde el principio he tomado una opción por el menos malo. Cuando de joven soñaba con la democracia siempre llegaba a la conclusión de que mis ideas van por ser un socialdemócrata cristiano. Nunca he encontrado la posibilidad de votar a un partido de estas características. Social por lo que tiene de solidario, demócrata porque así se aceptan los deseos de la mayoría y cristiano porque esa forma de vivir es el objetivo de mi vida.

Al principio de la etapa democrática de nuestro país, un conato de aparición de este partido solo consiguió meterse de perfil en una coalición y que sus promotores se endeudaran hasta las cejas. Después nada de nada. En su ausencia sigo buscando y buscando. Perdiendo y perdiendo.

Hace casi cincuenta años alguien me explico lo que significa la “alternativa cristiana”, que no consiste en “quítate tú para que me ponga yo”, sino en cambiar el dinero-poder-prestigio por el compartir-igualdad y solidaridad.

Esta filosofía de la convivencia se encuentra con las opciones políticas unas veces de las “izquierdas” y otras de las “derechas”, pero el camino tras Jesús sigue su firme transcurrir, sin pensar en lo “políticamente correcto” sino realizando lo humanamente correcto.

Esta opción política tiene muy poco futuro en este mundo más pendiente de las paridades y las paridas, que de esforzarse por elevar el nivel de vida de los más desfavorecidos y el promover la cultura y la convivencia entre todos los españoles, sin banderías ni partidismos innecesarios.

Optar por el estilo de vida de Jesús es difícil. Te convierte en un incomprendido y un perdedor nato. Pero “que te quiten lo bailado”. Ya en el juicio de Jesús, en aquél plebiscito del Jueves Santo, las opciones quedaron claras. Mis sabios lectores saben el porqué: Dinero-poder-prestigio.

Perdedor

Definitivamente soy un perdedor. No gana jamás mi opción política
Manuel Montes Cleries
jueves, 2 de mayo de 2019, 16:35 h (CET)

Y no me importa nada este fracaso aparente. Desde el principio he tomado una opción por el menos malo. Cuando de joven soñaba con la democracia siempre llegaba a la conclusión de que mis ideas van por ser un socialdemócrata cristiano. Nunca he encontrado la posibilidad de votar a un partido de estas características. Social por lo que tiene de solidario, demócrata porque así se aceptan los deseos de la mayoría y cristiano porque esa forma de vivir es el objetivo de mi vida.

Al principio de la etapa democrática de nuestro país, un conato de aparición de este partido solo consiguió meterse de perfil en una coalición y que sus promotores se endeudaran hasta las cejas. Después nada de nada. En su ausencia sigo buscando y buscando. Perdiendo y perdiendo.

Hace casi cincuenta años alguien me explico lo que significa la “alternativa cristiana”, que no consiste en “quítate tú para que me ponga yo”, sino en cambiar el dinero-poder-prestigio por el compartir-igualdad y solidaridad.

Esta filosofía de la convivencia se encuentra con las opciones políticas unas veces de las “izquierdas” y otras de las “derechas”, pero el camino tras Jesús sigue su firme transcurrir, sin pensar en lo “políticamente correcto” sino realizando lo humanamente correcto.

Esta opción política tiene muy poco futuro en este mundo más pendiente de las paridades y las paridas, que de esforzarse por elevar el nivel de vida de los más desfavorecidos y el promover la cultura y la convivencia entre todos los españoles, sin banderías ni partidismos innecesarios.

Optar por el estilo de vida de Jesús es difícil. Te convierte en un incomprendido y un perdedor nato. Pero “que te quiten lo bailado”. Ya en el juicio de Jesús, en aquél plebiscito del Jueves Santo, las opciones quedaron claras. Mis sabios lectores saben el porqué: Dinero-poder-prestigio.

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