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El sincretismo religioso conduce a no creer en nada

¿Son útiles las religiones?

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En el escrito ”Servicio de las religiones en la sociedad, Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona escribe sobre el valor que las religiones aportan a la sociedad, en estos términos: “Las tradiciones religiosas consiguen la articulación de una conciencia de aquello que nos falta. Habermas en su obra Entre naturalismo y religión exhorta a no anular estas tradiciones en las actuales sociedades secularizadas”. Según el arzobispo, las religiones contribuyen a humanizar la humanidad deshumanizada: “Las personas religiosas si son coherentes con su fe, constituyen una llamada a la espiritualidad, a la trascendencia, una invitación a aquello que es profundamente humano. El mundo se hace más humano gracias a los estados de opinión creados por las religiones a favor de todo aquello que es humano”.


El arzobispo da por hecho que el ser humano es bueno por naturaleza y que esta bondad expresada en la práctica religiosa humaniza a la humanidad deshumanizada. Pero Dios no comparte el concepto que el clérigo tiene del hombre. He aquí el punto de vista que Dios tiene del hombre que desciende de Adán: “como está escrito No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios, su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran a derramar sangre, quebranto y desventura hay en sus caminos, y no conocen camino de paz” (Romanos 3: 10-17). Ante este panorama tan sombrío, ¿puede esperarse algo bueno de las religiones que son de fabricación humana? Los practicantes pueden recubrirse con una capa de moralidad, de legalismo, que les impulsa a realizar, desde el punto de vista humano, obras relativamente buenas, eso sí, siempre contaminadas de pecado, hecho que impide que las religiones puedan humanizar a las sociedades deshumanizadas.

Sin los cristianos, sigue diciendo el arzobispo, nuestras ciudades “serían ciudades con muchas carencias desde el punto de vista de la espiritualidad, la conciencia social, la atención a los pobres y marginados, a los ancianos, a los enfermos, a la enseñanza, a la cultura, etcétera, admitiendo que hay muchas realidades eclesiales que también prestan su valioso servicio en estos campos”. Cierto, señor arzobispo, pero no debe olvidar que el ser humano ha sido creado para Dios. A usted, en su escrito solamente le interesan las relaciones sociales, y de las verticales, ¿qué tenemos que hacer con ellas que son las más importantes y que sin ellas el religioso tradicionalista no puede ser levadura que humanice a la sociedad deshumanizada? La buena obra que se hace en Nombre de Jesús, a pesar de que es muy deficiente debido al pecado es la que el Señor convierte en sal que esparcida entre los hombres sirve de protección contra la corrupción y es la que el creyente en Cristo se lleva con él a la eternidad.

Los cristianos, si en verdad queremos contribuir a humanizar a la sociedad estamos obligados a anunciar el Evangelio, no otro evangelio, pues se anuncian muchos evangelios que no son Evangelio. Para poder proclamar las Buenas Noticias de la salvación por la fe en Cristo, ante todo tenemos que ser verdaderos cristianos. Si no lo somos, a pesar de que podamos considerarnos creyentes practicantes, ¿cómo anunciaremos a Aquel en quien no creemos? El cristianismo sin Cristo se convierte en una más de las religiones que operan en el mercado de la espiritualidad. Proclamaremos una moral parecida a la que se predica en nombre de un dios desconocido. Lo cierto es que el dios de las diversas religiones no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Debido a que muchos de los llamados cristianos no creen en Cristo, son cristianos de tradición porque han nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Practican tradiciones paganas revestidas de una capa de cristianismo, pero Cristo está ausente en sus vidas. Con este cristianismo de pacotilla es totalmente imposible leudar a la masa social para humanizarla.

A los cristianos tradicionales la Biblia les dice que andan en la carne y esta andadura consiste en: adulterio, fornicación, lascivia, idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, herejías, envidias, homicidios, borracheras orgías ” (Gálatas 5: 19-21). No puede negarse que este comportamiento se manifiesta en el cristiano tradicional, el de feria. También existe un pueblo cristiano minoritario formado por personas que verdaderamente han creído en Jesús como a su Salvador y que son guiados por el Espíritu Santo. La característica de estos cristianos es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv.22, 23). ¿Se manifiestan en los cristianos tradicionales esta manifestación del Espíritu Santo en las personas que han creído en Jesús? ¿De qué sirve una religión tradicional?

¿Son útiles las religiones?

El sincretismo religioso conduce a no creer en nada
Octavi Pereña
martes, 25 de septiembre de 2018, 08:42 h (CET)

En el escrito ”Servicio de las religiones en la sociedad, Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona escribe sobre el valor que las religiones aportan a la sociedad, en estos términos: “Las tradiciones religiosas consiguen la articulación de una conciencia de aquello que nos falta. Habermas en su obra Entre naturalismo y religión exhorta a no anular estas tradiciones en las actuales sociedades secularizadas”. Según el arzobispo, las religiones contribuyen a humanizar la humanidad deshumanizada: “Las personas religiosas si son coherentes con su fe, constituyen una llamada a la espiritualidad, a la trascendencia, una invitación a aquello que es profundamente humano. El mundo se hace más humano gracias a los estados de opinión creados por las religiones a favor de todo aquello que es humano”.


El arzobispo da por hecho que el ser humano es bueno por naturaleza y que esta bondad expresada en la práctica religiosa humaniza a la humanidad deshumanizada. Pero Dios no comparte el concepto que el clérigo tiene del hombre. He aquí el punto de vista que Dios tiene del hombre que desciende de Adán: “como está escrito No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios, todos se desviaron, a una se hicieron inútiles, no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios, su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran a derramar sangre, quebranto y desventura hay en sus caminos, y no conocen camino de paz” (Romanos 3: 10-17). Ante este panorama tan sombrío, ¿puede esperarse algo bueno de las religiones que son de fabricación humana? Los practicantes pueden recubrirse con una capa de moralidad, de legalismo, que les impulsa a realizar, desde el punto de vista humano, obras relativamente buenas, eso sí, siempre contaminadas de pecado, hecho que impide que las religiones puedan humanizar a las sociedades deshumanizadas.

Sin los cristianos, sigue diciendo el arzobispo, nuestras ciudades “serían ciudades con muchas carencias desde el punto de vista de la espiritualidad, la conciencia social, la atención a los pobres y marginados, a los ancianos, a los enfermos, a la enseñanza, a la cultura, etcétera, admitiendo que hay muchas realidades eclesiales que también prestan su valioso servicio en estos campos”. Cierto, señor arzobispo, pero no debe olvidar que el ser humano ha sido creado para Dios. A usted, en su escrito solamente le interesan las relaciones sociales, y de las verticales, ¿qué tenemos que hacer con ellas que son las más importantes y que sin ellas el religioso tradicionalista no puede ser levadura que humanice a la sociedad deshumanizada? La buena obra que se hace en Nombre de Jesús, a pesar de que es muy deficiente debido al pecado es la que el Señor convierte en sal que esparcida entre los hombres sirve de protección contra la corrupción y es la que el creyente en Cristo se lleva con él a la eternidad.

Los cristianos, si en verdad queremos contribuir a humanizar a la sociedad estamos obligados a anunciar el Evangelio, no otro evangelio, pues se anuncian muchos evangelios que no son Evangelio. Para poder proclamar las Buenas Noticias de la salvación por la fe en Cristo, ante todo tenemos que ser verdaderos cristianos. Si no lo somos, a pesar de que podamos considerarnos creyentes practicantes, ¿cómo anunciaremos a Aquel en quien no creemos? El cristianismo sin Cristo se convierte en una más de las religiones que operan en el mercado de la espiritualidad. Proclamaremos una moral parecida a la que se predica en nombre de un dios desconocido. Lo cierto es que el dios de las diversas religiones no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Debido a que muchos de los llamados cristianos no creen en Cristo, son cristianos de tradición porque han nacido en una sociedad supuestamente cristiana. Practican tradiciones paganas revestidas de una capa de cristianismo, pero Cristo está ausente en sus vidas. Con este cristianismo de pacotilla es totalmente imposible leudar a la masa social para humanizarla.

A los cristianos tradicionales la Biblia les dice que andan en la carne y esta andadura consiste en: adulterio, fornicación, lascivia, idolatría, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, herejías, envidias, homicidios, borracheras orgías ” (Gálatas 5: 19-21). No puede negarse que este comportamiento se manifiesta en el cristiano tradicional, el de feria. También existe un pueblo cristiano minoritario formado por personas que verdaderamente han creído en Jesús como a su Salvador y que son guiados por el Espíritu Santo. La característica de estos cristianos es: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv.22, 23). ¿Se manifiestan en los cristianos tradicionales esta manifestación del Espíritu Santo en las personas que han creído en Jesús? ¿De qué sirve una religión tradicional?

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