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Hace muchos años que un tío mío me explico lo que significa “el metro de la vida”

La operación

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Nos encontrábamos en un comercio de tejidos. Él tenía por entonces menos de cincuenta años. Puso en el mostrador un metro de aquellos de madera. Señaló el dígito de su edad en centímetros y sentenció: “mira lo que llevo vivido (hacia la izquierda) y lo que me queda que vivir como mucho” (fue pasando el dedo por las muescas del metro y se detuvo en los 80). Acertó de pleno.


Aquello marcó el pensamiento de un niño que se enfrentaba con el misterio de la vida y de la muerte, del más allá y del más acá. Empecé a elucubrar sobre el metro de mi vida y veía muy lejanos aquellos últimos centímetros hasta la contera.


Han pasado muchos años. Me he acostumbrado a convivir con una generación que, pese a que físicamente ha mejorado mucho, comienza a hacer aguas por muchos lados. La sufrida generación de la posguerra, amén de ser los culpables de todo lo que nos pasa a escala política y económica, de haber mantenido el país en sus peores momentos, ahora nos tenemos que enfrentar con los años y las enfermedades.


Sí, ya saben mis lectores que soy un defensor acérrimo del “segmento de plata”. Somos de plata, pero no de diamante. Hay veces que la vida raya nuestro exterior y penetra en lo más profundo de nuestro cuerpo. Días atrás operaron a mi amigo del alma durante ocho horas para reconstruir un aparato digestivo maltrecho que hace años le habría conducido al más allá. La ciencia –y la mano del Padre- han hecho milagros con él. Le ha mantenido durante tres años y le ha mejorado lo suficiente para asumir esta macro-operación.


Han pasado cuarenta y ocho horas, sigue en la UVI, pero nos han dado noticias que alimentan nuestra esperanza. Lo importante estriba en que mi amigo Valentín está preparado para todo. Tiene la maleta hecha para irse o para quedarse. Buen tipo y ejemplo para todos. Creo que seguiremos haciendo teatro juntos… mientras el metro de la vida nos lo permita. Como siempre… Dios ha estado grande.

La operación

Hace muchos años que un tío mío me explico lo que significa “el metro de la vida”
Manuel Montes Cleries
viernes, 21 de septiembre de 2018, 08:20 h (CET)

Nos encontrábamos en un comercio de tejidos. Él tenía por entonces menos de cincuenta años. Puso en el mostrador un metro de aquellos de madera. Señaló el dígito de su edad en centímetros y sentenció: “mira lo que llevo vivido (hacia la izquierda) y lo que me queda que vivir como mucho” (fue pasando el dedo por las muescas del metro y se detuvo en los 80). Acertó de pleno.


Aquello marcó el pensamiento de un niño que se enfrentaba con el misterio de la vida y de la muerte, del más allá y del más acá. Empecé a elucubrar sobre el metro de mi vida y veía muy lejanos aquellos últimos centímetros hasta la contera.


Han pasado muchos años. Me he acostumbrado a convivir con una generación que, pese a que físicamente ha mejorado mucho, comienza a hacer aguas por muchos lados. La sufrida generación de la posguerra, amén de ser los culpables de todo lo que nos pasa a escala política y económica, de haber mantenido el país en sus peores momentos, ahora nos tenemos que enfrentar con los años y las enfermedades.


Sí, ya saben mis lectores que soy un defensor acérrimo del “segmento de plata”. Somos de plata, pero no de diamante. Hay veces que la vida raya nuestro exterior y penetra en lo más profundo de nuestro cuerpo. Días atrás operaron a mi amigo del alma durante ocho horas para reconstruir un aparato digestivo maltrecho que hace años le habría conducido al más allá. La ciencia –y la mano del Padre- han hecho milagros con él. Le ha mantenido durante tres años y le ha mejorado lo suficiente para asumir esta macro-operación.


Han pasado cuarenta y ocho horas, sigue en la UVI, pero nos han dado noticias que alimentan nuestra esperanza. Lo importante estriba en que mi amigo Valentín está preparado para todo. Tiene la maleta hecha para irse o para quedarse. Buen tipo y ejemplo para todos. Creo que seguiremos haciendo teatro juntos… mientras el metro de la vida nos lo permita. Como siempre… Dios ha estado grande.

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