MADRID, 11 (SERVIMEDIA)
La exposición a múltiples episodios climáticos extremos durante el embarazo puede tener un efecto acumulativo y dejar "huellas invisibles" en el desarrollo del cerebro infantil.
Esa es la conclusión de una investigación pionera del Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y el Queens College (Estados Unidos), y publicada este miércoles en la revista 'PLOS ONE'.
Los investigadores descubrieron que los niños cuyas madres experimentaron la supertormenta Sandy durante el embarazo mostraron diferencias cerebrales distintivas que podrían afectar su desarrollo emocional en los años venideros.
El estudio revela que la exposición prenatal a episodios climáticos extremos, particularmente cuando se combinan con calor extremo, parece reescribir centros críticos de regulación de emociones en el cerebro en desarrollo.
"Estamos observando cómo el cambio climático podría estar transformando el cerebro de la próxima generación incluso antes de que respiren por primera vez", según Donato DeIngeniis, doctorando en Psicología del Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, quien añade: "El cerebro de estos niños lleva cicatrices invisibles de desastres climáticos que nunca experimentaron en persona".
SUPERTORMENTA SANDY
El equipo de investigación analizó datos de imágenes cerebrales de un grupo de niños de ocho años cuyas madres estaban embarazadas durante la supertormenta Sandy, que devastó partes de Nueva York y otras regiones costeras en 2012.
Los escáneres revelaron que los niños expuestos a la tormenta en el útero tenían volúmenes significativamente mayores en los ganglios basales, estructuras cerebrales profundas involucradas en la regulación de las emociones.
"La combinación del estrés por tormentas y el calor extremo creó una tormenta neurológica perfecta en los cerebros en desarrollo", apunta Yoko Nomura, investigadora principal del Estudio del Estrés en el Embarazo y profesora de Psicología en el Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y el Queens College.
Nomura añade: "Descubrimos que, si bien el calor extremo por sí solo no alteró significativamente el volumen cerebral, al combinarse con el estrés de vivir una gran tormenta durante el embarazo, amplificó drásticamente los efectos".
La investigación incluyó resonancias magnéticas de 34 niños, comparando a aquellos expuestos a la tormenta y/o al calor extremo (definido como al menos un día con temperaturas superiores a 35 grados durante el embarazo) con quienes que no lo estuvieron.
"A medida que los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más frecuentes y severos, debemos considerar el impacto invisible en las generaciones futuras", indica DeIngeniis, antes de apuntar: "Nuestros hallazgos sugieren que debemos desarrollar intervenciones específicas para apoyar a las mujeres embarazadas durante los desastres climáticos y fortalecer la resiliencia climática en las comunidades vulnerables".
Duke Shereen, director del centro de Imágenes por Resonancia Magnética del Centro de Investigación Científica Avanzada del Centro de Posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, sentencia: "Lo que estamos viendo es evidencia contundente de que la crisis climática no es solo una emergencia ambiental, sino también una emergencia neurológica con consecuencias para las futuras generaciones que heredarán nuestro planeta".
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