MADRID, 17 (OTR/PRESS)Sí, Pedro Sánchez tardó demasiado, al menos una semana, en abandonar las impenetrables paredes de la Mareta para regresar fugazmente a la península y ver con sus propios ojos el espectáculo dantesco de una España calcinada. Pocos reflejos, lo que resulta extraño en alguien con su capacidad de movilidad. El presidente español está como ausente también en estos días de especial agitación internacional a cuenta de los encuentros en 'cumbres' en las que el Gobierno español no solo está ajeno, sino que parece que recibe muy poca información. Y otra ausencia dolorosa, claro: no estaba allí para despedir a Javier Lambán. ¿Qué le ocurre al presidente? Ignoro si la 'agostidad' afecta también al nutrido grupo de asesores de La Moncloa, pero pienso que Sánchez debería haber estado como el primero en los focos de los incendios, aunque sus ministros (bueno, menos el tuitero) brillasen por su ausencia. También pienso que Sánchez y su equipo diplomático -es una manera de hablar-tendrían que pelear para al menos dar la sensación de que los líderes europeos cuentan con ellos; lo malo es que esos líderes europeos son conscientes de la pésima relación del Gobierno español con la Administración Trump; y ni von der Leyen, ni Macron, ni Starmer, ni Merz y ni siquiera Meloni quieren agravar las cosas con el iracundo y algo brutal inquilino de la Casa Blanca. Sánchez vive momentos extraños. No es el que era, tengo la impresión. Ni siquiera acudió a despedir a Javer Lambán, quizá por ser referente de un sociaismo que no es precisamente el 'sanchista', permítaseme la simplificación. Pero tendría, pienso, que haber estado allí, dando el último homenaje al expresidente de Aragón, aunque fuese con cara de tragar un sapo. Al fin y al cabo, allí estaba el Sánchez 'de antes' aquel 10 de mayo de 2019 dando un último adiós a su aborrecido Alfredo Pérez Rubalcaba sin que se le moviese un pelo. Claro, las cosas y el señor presidente han cambiado, y la cohorte de asesores parece no haber tenido tiempo para indicarle que hubiese sido muy bueno para su imagen acudir a las exequias de un correligionario crítico, disidente si usted quiere, siempre honrado y que hablaba muy claro sobre lo qaue no le gustaba a él, y a muchos, en la triste política española. Todas estas cosas me hacen pensar que Sánchez está agotado. Me equivoqué escribiendo en 2016 que "Pedro Sánchez está muerto y él no lo sabe". Desconocíamos entonces su increíble capacidad de resistencia, su amor por atravesar las llamas sobre la cuerda floja, su sorprendente falta de respeto por la verdad. Sí, ha ido ahora a Orense, a León, que llevan una semana achicharrándose en sus mejores parajes. Dicen que no atrevió a ir antes por allí por temor a ser abucheado, que es cosa que le va en el sueldo; mucho mejor recibir algunos gritos críticos que dar la sensación de que allá, en la idílica Mareta, has vuelto a olvidarte de que eres un represente de la gente, de esa pobre gente que tanto está sufriendo; o que eres el presidente de una Internacional Socialista en la que también militaba, aunque con criterios diferentes, el gran Lambán.
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