MADRID, 11 (OTR/PRESS) No sería de extrañar que algunos en Vox anden dando palmas con las orejas por el incendio de la Mezquita de Córdoba, al ser cosa de moros. Pudiera ocurrir, no obstante, que la circunstancia de que dentro de ella se encuentre la catedral católica, atemperara ese agrado, pero resulta que los de Abascal están también peleados con los obispos por haber afeado éstos el golpe xenófobo, racista, pero sobre todo islamófobo, que han dado en el consistorio de Jumilla con la colaboración del PP. Como quiera que a la condena de ese sindiós (literalmente, un sindiós) se han sumado las comunidades de todas las grandes confesiones religiosas, la musulmana, la judía y la cristiana, a los "patriotas" no les va a quedar otra, a este paso, que hacerse ateos. El Gobierno, pese al sesteo vacacional en que se hallan la mayoría de sus miembros, que ni el caos ferroviario es capaz de sacar de él a Oscar Puente, ha actuado con cierta diligencia: ha impugnado el infame edicto que prohíbe a la importante comunidad musulmana de la localidad el uso del pabellón municipal para los dos actos anuales que en él celebraba desde hace mucho, la oración del término del Ramadán y la de la Fiesta del Cordero, y que sirven ambas como encuentro social y jubilar de los musulmanes jumillanos. De no haberlo impugnado, la ultraderecha habría considerado con razón su Reconquista como cosa prácticamente hecha. Por lo demás, en tanto la población se resguarda de la ardentía como puede, Vox se acalora más y más, y siempre por lo mismo: los inmigrantes, los musulmanes, el reemplazo ese que se ha inventado y le atormenta. El inicio del traslado a la Península de los menores inmigrantes que se hacinaban en Canarias ha sido ya para los ultras el acabose. Invasión de "menas", que es como llaman despectivamente a esos chicos. Vox, pues, se acalora tanto que está al borde de la autocombustión, y de la férrea defensa de la democracia depende de que no la incendie.
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