MADRID, 18 (OTR/PRESS) Tantas ganas le tenían a Cristóbal Montoro propios y extraños que el culebrón destapado hace ocho años por el ABC y por el Congreso no añade nada nuevo al hermanamiento de populares y socialistas en el mismo pecado de la indolencia política frente a la corrupción. Aunque ahora le saquemos punta, los síntomas del tráfico de influencias canalizado por la consultoría de Montoro ya eran clamorosos a finales de 2013, cuando en sede parlamentaria se le preguntó a la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría si el ministro de Hacienda tenía alguna relación con Equipo Económico, que por aquel entonces asesoraba a la multinacional cementera Cemex. La respuesta se quedó en el burladero de las generales de la ley: "El Gobierno cumple la ley de incompatibilidades y eso sirve para cualquier ministro". Y es que el hermanamiento PSOE-PP (cainita, claro) también incluye su endeble compromiso común con la transparencia, tantas veces pregonado desde el Palacio de la Moncloa, al margen que su inquilino fuera de un partido o del otro. Justamente este es el argumento que hermana a la ultraizquierda (Podemos) con la ultraderecha (VOX) en su común aversión al bipartidismo. También fue la enésima ocasión malograda de valorar el papel de los funcionarios, como verdaderos servidores del Estado por encima de los vaivenes de la lucha por el poder. Porque antes y ahora los técnicos de Hacienda ven cómo caen en saco roto las denuncias de injerencias políticas en su trabajo. Las hubo en el caso Cemex. La inspectora que lo denunció fue destituida y su jefe, que la respaldó, acabó dimitiendo. ¿Por qué? Porque, en contra de las indicaciones de sus jefes políticos, rechazaron el recurso de esta empresa, asesorada por la consultora de los Montoro, contra una sanción multimillonaria por fraude fiscal de mayor cuantía (simulación de pérdidas para reducir el pago de impuestos). También ahora cobran relevancia de actualidad los cruces dialécticos del ministro Montoro con el diputado socialista, Pedro Saura (diciembre 2013), cuyas insinuaciones no aportaron gran cosa a la causa de la transparencia, pero dieron mucho juego en los corrillos políticos y mediáticos. Saura había insinuado que Montoro estaba incurriendo en un presunto conflicto de intereses porque su antigua consultora había mediado con Hacienda en el caso Cemex, la cementera mexicana que simuló pérdidas para pagar menos impuestos en España. En vez de responder, el ministro arremetió contra Saura: "Un poco de responsabilidad, un poco de ética, por favor". De nuevo, la moraleja, Me refiero al llamado patriotismo de partido como freno de la lucha contra el gobernante corrupto. Antes y ahora. ¿Verdad que todo esto nos suena, doce años después?
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