MADRID, 14 (OTR/PRESS) Ante el ejercicio de fariseísmo protagonizado por los partidos de la izquierda en el pleno dedicado a la corrupción por los casos recientes que afectan al Gobierno (Ábalos, Cerdán, etc.) en el transcurso del cual unos miraron hacia otra parte, otros (Sumar) se esforzaron en blanquear a Pedro Sánchez -"Eres honesto", proclamó Yolanda Díaz o, en fin, Podemos (Ione Belarra) que acusó al PSOE "ma non troppo" sin dar el paso de plantear la cuestión de confianza y votar en consecuencia, cobra sentido preguntarse qué fue o por mejor decir: qué queda de aquella izquierda que en su día llamó con fuerza a las puertas del sistema reclamando manos limpias. Aquellas izquierdas promotoras de un alud de regeneración que se han quedado en lo que ya ni se preocupan en disimular: conservar una nómina unida a los escaños que en caso de ir a una convocatoria anticipada de elecciones podrían ver seriamente mermados. El portavoz de ERC (Rufián) afirmó desde la tribuna que con lo que hay no se puede tumbar a un gobierno, cuando lo que hay es que el Tribunal Supremo investiga la presunta existencia de una organización criminal, una trama organizada por los dos ex secretarios de Organización del PSOE, uno de ellos ex ministro de Fomento. Rufián remató la faena asegurando que la "izquierda no roba" omitiendo que tiene al presidente de su partido (Junqueras) condenado por malversación. Claro que de otro delito todavía más grave, el intento de golpe de Estado del "procés", fue indultado. Y en las cadenas de favores favor con favor se paga. Con ser un ejercicio de hipocresía más que interesado quien acumuló más puntos en el certamen de cinismo fue la Vicepresidenta segunda Yolanda Díaz haciendo encendidas proclamas de la limpieza de su grupo al tiempo que anunciaba su intención de seguir en el Gobierno cuyas negligencias o complicidades -el Tribunal Supremo dirá- favoreció el desarrollo de la trama cuya actividad según la descripción contenida en el auto del juez Leopoldo Puente señala que presuntamente estaba dedicada al cobro de mordidas a cambio de la adjudicación de obras públicas. Todo muy edificante. No deja de ser una guasa que se sigan proclamando "progresistas".
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