MADRID, 9 (OTR/PRESS) Pude hablar con varios diputados de todos los grupos, incluido alguno socialista, en la sesión parlamentaria que más expectativa ha acumulado en mucho tiempo. Esperaba más de Pedro Sánchez, la verdad. Y de sus medidas anticorrupción. Esperaba -quería confiar en ello, aunque remotamente- un anuncio de someterse allá por el otoño a una cuestión de confianza, un anuncio de convocatoria, también para el otoño, de un debate sobre el estado de la nación. Un diseño de hipotéticos presupuestos fuertemente 'sociales'. No hubo nada de eso, sino más de lo mismo: el 'y tú más', un constante ataque contra el Partido Popular, mientras los 'socios' del gobierno trataban de salvar la cara, pero manteniendo el apoyo 'crítico' al Ejecutivo. Esto no es un cierre en falso; no es ni siquiera un simulacro de cierre. Ni un cambio apenas lampedusiano. Parecía una sesión de control parlamentario al Gobierno más, pero con mayor extensión: duelo a garrotazos (Sánchez, en la bronca, supera a Feijóo e incluso a Abascal). Nada nuevo: como si no se hubiesen descubierto los casos de corrupción más graves que haya cometido el Ejecutivo, y todo ello en un ambiente en el hemiciclo como de patio de colegio. Una política deficiente. ¿De qué sirvió esta sesión que cierra el curso político? Pues no creo ser demasiado categórico si digo que de nada. ¿De veras las quince medidas parciales que desgranó Pedro Sánchez son un verdadero combate contra la corrupción oficial? ¿Ni una prueba sobre la financiación impecable del PSOE? ¿Ni una medida de veras regeneracionista? ¿Ni una promesa de que se gobernará de otro modo? No basta con un par de disculpas con rostro, eso sí, compungido. España necesita una política nueva, revolucionaria. Y en este sentido debo decir que quien mejor estuvo, dentro de los límites que le conocemos, fue Yolanda Díaz, con una intervención pasional, no lisonjera del todo para Sánchez, en momentos de personal aflicción para ella. Atención, porque puede que no todo en Sumar sea ficción de disidencias y desacuerdos, limitada a no aplaudir la intervención del presidente desde el atril. Apoyando sin fisuras al PSOE, Sumar se juega demasiado. Lo más interesante, a mi juicio, fue la constatación de que algunos de los 'socios' del Gobierno se hallan francamente incómodos respaldando este estado de cosas. Pero, eso sí, sin plantearse, parece, la ruptura (bueno, quizá Podemos sí, hasta cierto punto). Creo que Sánchez salió de esta importante sesión parlamentaria algo más debilitado de lo que entró: ninguno de sus aliados elogió su lista de medidas. Y tampoco creo que le fortalezca la evidente ruptura entre el PP y Vox: es una alianza imposible para hacer un Gobierno. Me equivocaré, como tantas veces me ha ocurrido con Sánchez, pero todo, incluso el rostro tan crispado, evidencia que está al final de un ciclo. Puede que hasta sea cierto lo que dijo acerca de que se ha planteado alguna vez su dimisión, pero al final, claro, no. O sea, lo de siempre: la Historia que se repite como una farsa, que decía Marx.
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