MADRID, 23 (OTR/PRESS) En el PSOE actual casi nadie ha leído una palabra de los ideólogos que crearon el cuerpo de doctrina de la izquierda. Para medrar hoy en ese campo no solo no tiene utilidad alguna sino que está muy contraindicado. Para que se me entienda: para trepar en el socialismo actual los principios y valores de la izquierda hay que tirarlos en el cubo de la basura. Eso, si es que en alguna ocasión se han tenido. Pero no les vendría mal recordar algunos de aquellos y más en este momento de zozobra. Uno de los axiomas era el del cambio cuantitativo y el paso al cualitativo. El primero iba desarrollándose en el seno de la sociedad, de manera imperceptible, pareciendo que todo seguía igual y que nada cambiaba. Hasta que de golpe eclosionaba el segundo y se producía el terremoto. El ejemplo mejor era el de un huevo en el proceso de incubación. Por fuera nada parece que esté pasando. Hasta el día que se rompe la cáscara y el huevo se ha convertido en un pollo que sale piando. Pues bien, ese cambio cuantitativo era lo que venía larvándose en el interior del cuerpo electoral socialista a lo largo de estos últimos años. Nada parecía romper el suelo del voto sanchista. Parecía inamovible, sucediera lo que fuera. Daban igual la más obscenas mentiras y las peores traiciones. Nada parecía afectarle. Pero de pronto el dique se ha roto, la riada ha comenzado y está arrasando votos a mansalva. El salto cualitativo lo están ya pregonando las encuestas y quienes viven sobre el terreno, los alcaldes y algún barón territorial que aún aguanta, saben que esto se los va a llevar a todos por delante. Había muchas razones, pero al cabo el detonante ha sido el escuchar a los lugartenientes, eso eran Ábalos y Cerdán, hablando entre ellos cuando no creían que aquello pudiera un día ser escuchado por todos, de cómo nos robaban. Y la guinda el poder comprobar su pelaje y su calaña. El reparto de putas entre Koldo y Ábalos ha marcado a fuego lo que parece ser una seña de identidad de la corrupción socialista y que inauguró Roldán en calzoncillos. La presa está rota. Puede Sánchez parapetarse en un roca en medio de la corriente, pero está rodeado por las aguas turbulentas y cada vez más aislado y solo. En realidad le quedan los que quieren seguir saqueando a España a través suyo y la parva, que no es pequeña, de esbirretes ascendidos a ministros y toda la pléyade de apesebrados que tienen en el cargo su exclusiva forma de vida. A él y a ellos no les queda otra que resistir allí mientras puedan. En realidad, no pueden hacer otra cosa. No tienen otra salida.
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