MADRID, 14 (OTR/PRESS)La impresión que nos dejó Pedro Sánchez el jueves, en su primera rueda de prensa en más de cuarenta días, forzada por la constatación definitiva de que el 'número tres' del PSOE era un corrupto, fue la de que el presidente no es del todo consciente de un pequeño detalle: que todo ha volado por los aires. Que ya no basta con soluciones parciales, el cambio de algunos rostros y pedir disculpas con gesto de funeral para poder seguir en el poder hasta 2027, y quién sabe si después, como si tal cosa. Ni el Rey Juan Carlos lo logró tras su "no volverá a ocurrir". Por mucho menos cayeron no pocos gobernantes europeos e incluso hay quien busca ya paralelismos con lo del Watergate que hizo caer a Nixon. ¿Está meditando Sánchez una salida más o menos ordenada en su fin de semana dicen que solitario en Quintos de Mora? Predecir al presidente es difícil, pero quizá aún crea en cambios lampedusianos: algunos retoques para que todo siga igual. Y eso, entérese, presidente, ya no es posible, me parece. Entre las cosas que han estallado hay dos a las que ya no se podrán seguir aferrando los portavoces de Ferraz (si queda alguno) y de La Moncloa: las conspiraciones de una UCO antigubernamental y las de unos medios que, a base de mentiras, solo buscan desgastar al Ejecutivo de PSOE/Sumar (por cierto ¿sigue siendo un Ejecutivo compuesto por PSOE/Sumar? Quo vadis, Sumar?). Resulta que lo de la UCO, plasmado en audios que ya ni Sánchez se atrevió a poner en tela de juicio, era verdad. Y lo que algunos de mis compañeros investigadores aportaban en sus titulares era impecable. Claro, a partir de ahí resulta que lo que decida la semana próxima el Tribunal Constitucional con respecto a la amnistía -sentencia favorable por una mayoría que todos prevén-ya no tendrá el mismo valor absoluto. Porque todo, todo lo actuado bajo la sombra de eso que ha dado en llamarse 'el sanchismo' resulta desde este pasado jueves más cuestionable: las decisiones judiciales 'hostiles' adquieren nueva fuerza y la resistencia numantina del fiscal general pierde solidez. Allá por donde pisa ahora el caballo de Atila Sánchez es terreno en el que no vuelve a crecer la hierba. Desprovisto de la camarilla en el fondo protectora que significaba Santos Cerdán, Sánchez pierde 'temibilitá'. Sí, 'temibilitá', esa cualidad, la de hacer temblar a enemigos e indiferentes y gozar a familiares y amigos, que tanto le ha servido para mantenerse en la alfombra roja. No encontrará usted hoy a un dirigente socialista 'de los del aparato' que quiera salir a defender el actual 'statui quo', es decir, que seguro que se llega sin tropiezos (y sin Presupuestos, y sin Cerdán) hasta 2027 y que luego, en las elecciones, se repetirá lo de 2023; es decir, que un conglomerado Frankenstein dé una mayoría en el Congreso de los Diputados al PSOE para seguir gobernando, aunque no haya sido el partido más votado. Entre otras cosas, porque el PSOE ha dejado de ser el mismo que era hasta el miércoles, con Cerdán atrincherado en el bunker de Ferraz con su fiel hombre de la comunicación (ah pero ¿no ha dimitido también de esto ya?) distribuyendo silencios y opacidades y su pétrea portavoz carraspeando excusas y falsedades. Nada. Ni remodelación ministerial, ni congreso extraordinario, ni una 'cumbre' , a ver ahora qué se hace, con los socios catalanes y vascos -y menos aún con los de Podemos--. Ni siquiera convocar un debate sobre el estado de la nación y menos aún, claro, someterse a una cuestión de confianza, como si fuese un portugués o un alemán cualquiera. El caso es que España va bien, cómo no admitirlo, pero su prestigio internacional se va esfumando con tanta trapacería (sí, el tema Koldo-Abalos-Santos-etcétera importa por ahí fuera, digan lo que digan los rapsodas oficiales). Y eso, es un momento extraordinariamente delicado para el mundo -el Gobierno no tiene ni tiempo para analizar el barril de pólvora iraní o las últimas derivas de Trump y Putin--, adquiere hoy mucha importancia: ¿dónde está España? Pues ya ve usted, en Koldolandia, absorta en seguir siendo, como decía Bismarck, el país más fuerte del mundo, porque sus habitantes (políticos) llevan siglos tratando de destruirse unos a otros y nunca lo han conseguido. Al menos, hasta este momento del audio reinante, cuando, ahora sí de verdad, tantas cosas están volando por los aires, por ejemplo la Constitución, le fe en la legalidad y varios principios básicos de una democracia. ¿Lo sabe el hombre que medita en Quintos de Mora? Y, con todo lo aquí expuesto ¿seguirá como quien oye llover?
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