MADRID, 26 (OTR/PRESS) El estrafalario presidente de los EE. UU. está perplejo porque su amigo Vladimiro se ha vuelto loco. Eso dice al descubrir que Putin no le hace mucho caso después de que aquel se pusiera por testigo de que, con la complicidad del ruso, acabaría con la guerra de Ucrania en 24 horas. Se hace cruces el nuevo sheriff de la Casa Blanca porque Putin mata "innecesariamente" (tal cual, como si matar fuese una herramienta más en el desempeño del poder). Si además mata al mismo tiempo que se presta a un canje de rehenes con Zelensky (1.000 de los míos por 1000 de los tuyos), Trump llega a la conclusión de que el amigo Vladimiro "se ha vuelto completamente loco". Da mucho de sí pararse a considerar la acusación de Trump por aquello de la viga en el ojo ajeno y la paja en el propio. Bueno, no es que haya enloquecido de la noche a la mañana. Lo trae de fábrica. Dice mi amigo Ruben Amon que el todavía presidente norteamericano tiene una noción "mercurial" de las cosas. O sea, que ve a las personas, los objetos, las situaciones, como algo cambiante, voluble, inestable, de difícil aprehensión. La movilidad sienta bien al mundo de los negocios. Nunca mejor hecha la referencia al dios Mercurio, que en la mitología romana era el mensajero de los dioses conocido por su rapidez, su astucia y su capacidad de cambiar de forma cada rato. Servidor lo diría de otra manera: Trump es un cantamañanas que dice una cosa y la contraria en función de no se sabe qué intereses, aunque se adivinan. Intereses lucrativos, en todo caso. Tanto en Ucrania como en la franja de Gaza, previa rotulación política y económica del territorio (parcial en Ucrania con la colaboración de su amigo Vladimiro y total en Gaza con la de Netanyahu cuando el Ejército termine su actual plan de explanación a sangre y fuego de la franja). Todo ello en función de unos intereses. Los de Trump dependen del fluir de los acontecimientos. Pero si están claros los de Putin: ganar espacio vital y recuperar territorios perdidos por la Rusia de finales del siglo XX. Y sí está clara su determinación de seguir machacando a Ucrania sin seguir al pie de la letra las recomendaciones de Trump. Sobre todo ahora que va ganando en los campos de batalla. Se entiende, por tanto, que el amigo Vladimiro le de cuerda a Trump mientras él mejora su posición negociadora con su actual ofensiva militar, la más importante desde hace tres años. Por supuesto que aquel utiliza el sufrimiento de los ucranianos para que Zelensky capitule en la mesa de la negociación. Y si lo hace mientras mata "innecesariamente" no es que se haya vuelto loco. Pero esa inocua referencia de Trump a su amigo Vladimiro es lo más que puede hacer por el presidente ucraniano cuando le pide que sea más operativo en el objetivo de acabar con la guerra.
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