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Es un enfermo

Lo del exjuez Garzón es una adicción como otra cualquiera
Carlos Salas González
jueves, 30 de agosto de 2012, 07:08 h (CET)
En efecto, lo suyo es una enfermedad, y como tal habría que tratársela. Pero como suele ocurrir en estos casos, los amigos terminan causándole al enfermo más mal que bien. Es como el alcohólico al que sus compadres invitan a otra copa para que no desespere y permanezca risueño. Creen que le están haciendo un favor. Pero no es así. Le están jodiendo la vida.

Pues eso es lo que le sucede al pobre Baltasar con sus amigos de la prensa. Cada vez que El País, la Ser o la Sexta le dedican un panegírico, se creen que le están ayudando. Nada más lejos de la realidad. Que lo hagan sus enemigos se entiende, ¿pero sus amigos? ¡Hay que ser torpe!

Lo que el bueno de Garzón necesita es alguien que le abra poco a poco los ojos, haciéndole consciente de su adicción. Alguien que circunde con el brazo su ancha espalda y le lleve de vuelta a casa. Y una vez allí, rodeado de los suyos, que le saque unas cuantas fotos con el móvil de su mujer. Por aquello de quitarle el mono… Y así, día a día, noche tras noche, evitando que salte del sillón o de la cama en busca de un buen chute de micrófono o de una raya de flash, conseguirán liberarlo de sus ataduras, sanarlo de su adicción.

Ningún bien le hizo el revuelo mediático que se levantó en torno a su último juicio. Aquel en el que ya no jugaba como local sino como visitante. Menuda montaron a las puertas del Supremo Llamazares, la Bardem y compañía, salivando como perros de Pavlov ante la posibilidad de que el camarada Garzón terminase absuelto, lo que le permitiría continuar con su particular proceso al franquismo. Ya le veían exhumando los huesos del Dictador del Valle de los Caídos, y depositándolos, uno a uno, sobre el banquillo de los acusados. Lástima. No pudo ser.

Pero la adicción del ínclito Baltasar no tiene límites ni conoce fronteras. Le habrán despojado de su toga de juez, pero no ha tardado en enfundarse la de abogado para defender al enemigo público número uno del Imperio Yanqui. ¡Que lo paren, por Dios, que le va a dar algo! Que como le sigan dando droga dura de la suya va a terminar prestando sus servicios al mismísimo Bin Laden. Ya lo veo pidiendo que drenen el Índico para rescatar su cadáver de los abisales fondos. ¿Acaso han olvidado que ese pobre diablo murió sin haber tenido un juicio justo? Pues Garzón no lo ha olvidado, que lo sepan. Y estará dispuesto a defenderlo contra viento y marea. Y si es preciso, a traérselo de vuelta de ese paraíso repleto de solícitas vírgenes del que ahora debe estar gozando, el muy bribón.

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