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No hay justicia en este mundo

Querer estar buenorra a cualquier edad, con un escote digno de una peli porno o un cinturón por minifalda, implica hacer el ridículo en grado sumo.
Pedro de Hoyos
lunes, 6 de agosto de 2012, 07:13 h (CET)
Sé que te crees que hay que ser moderno y que en lo más íntimo de ti piensas que el traje hace al monje. Crees que el mundo no se merece a alguien como tú pero estás dispuesto a regalarnos tu presencia queramos o no. Y que te adaptas con tal de que nadie diga que estás mayor o que el tiempo te ha llevado por delante. Sin embargo…

Eres una ofensa al buen gusto, tú no te das cuenta pero cuando vas por la calle la gente te mira para reírse con disimulo de los que os empeñáis en que no se os note el paso del tiempo. Hay cosas que tienen su etapa, que no se pueden hacer a cualquier edad, que están definitivamente ancladas a un momento determinado de la vida a no ser que te guste que se rían de ti disimuladamente.

Por ejemplo, hay pocas cosas más patéticas que una señora entrada en años queriendo aparentar una juventud que tanto tiempo atrás la abandonó. Cuando has pasado cierta barrera cronológica enseñar la cintura supone necesariamente enseñar los michelines y hacer el ridículo. Querer estar buenorra a cualquier edad, con un escote digno de una peli porno o un cinturón por minifalda, implica hacer el ridículo en grado sumo. Tú lo sabes y te has reído en el bar. Cada cosa tiene su momento.

Pues aplícate el cuento, majete. Hay modas que más parecen uniforme barriobajero y tú ya no tienes edad para ello. Cierto que el torpe ciudadano vacacionante ha decidido que debe demostrar su estatus social veraniego con pantalones cortados por debajo de la rodilla, camiseta de tirantes y calcetines tobilleros, pero vestir así a tus muchos años sólo demuestra que estás absolutamente acomplejado por el tiempo.

Tus tobillos al aire avanzando por la calle son una amenaza de derrumbe inmediato, tus hombros peludos bajo esa camiseta de la NBA son un insulto a la sensatez ciudadana y lo que asoma por debajo de tus alerones cada vez que levantas el brazo es una ofensa a la dignidad humana; todo ello es una prueba de que el género humano no siempre progresa: contigo regresa a estadios prehistóricos. La lógica debería llevar a que tu presencia estuviera penada por la ley, pero si ni los banqueros más catastróficos dan con sus huesos en la cárcel está claro que alguien como tú se librará. No hay justicia en este mundo.

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