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Cuentos de sor Consuelo

Tomás

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Tomás era un niño de apariencia normal, pero arrastraba fracaso escolar, problemas de relación con los demás, ansiedad y depresión. El psiquiatra le mandó pastillas que le dejaban apático. Se pasaba el día dibujando monigotes. A veces, los compañeros se burlaban de él en el instituto de los Maristas y se largaba a casa enfadado.

La psicoterapia no hizo desaparecer el mundo, ni su vida cotidiana; no estaba surtiendo efecto. Si Tomás no tenía cuidado, se pelearía todos los días con compañeros, hasta con profesores y volvería a casa a reventar de disgustos.

El caso llegó a oídos de sor Consuelo. Ese otoño había retiro espiritual en el convento María Auxiliadora y la monjita encargó a Tomás el dibujo de los carteles.

─Jamás lo conseguiré ─dijo Tomás─. No sirvo para nada.

─Ya lo creo que sirves ─repuso sor Consuelo─. Pregúntale a Dios.

Tomás comenzó a rezar en la capilla del convento y la iglesia de San Pablo. Esa fue su mejor terapia en el futuro. Poco a poco, a través de su relación con Jesús, adquirió más confianza en sí mismo, y gracias a sus charlas con sor Consuelo.

Dibujó preciosos carteles para el retiro espiritual de ese otoño. Al acabar el bachillerato, su vida cambió. Estudió diseño gráfico y encontró trabajo enseguida.

Tomás

Cuentos de sor Consuelo
Manuel del Pino
lunes, 16 de octubre de 2017, 07:49 h (CET)
Tomás era un niño de apariencia normal, pero arrastraba fracaso escolar, problemas de relación con los demás, ansiedad y depresión. El psiquiatra le mandó pastillas que le dejaban apático. Se pasaba el día dibujando monigotes. A veces, los compañeros se burlaban de él en el instituto de los Maristas y se largaba a casa enfadado.

La psicoterapia no hizo desaparecer el mundo, ni su vida cotidiana; no estaba surtiendo efecto. Si Tomás no tenía cuidado, se pelearía todos los días con compañeros, hasta con profesores y volvería a casa a reventar de disgustos.

El caso llegó a oídos de sor Consuelo. Ese otoño había retiro espiritual en el convento María Auxiliadora y la monjita encargó a Tomás el dibujo de los carteles.

─Jamás lo conseguiré ─dijo Tomás─. No sirvo para nada.

─Ya lo creo que sirves ─repuso sor Consuelo─. Pregúntale a Dios.

Tomás comenzó a rezar en la capilla del convento y la iglesia de San Pablo. Esa fue su mejor terapia en el futuro. Poco a poco, a través de su relación con Jesús, adquirió más confianza en sí mismo, y gracias a sus charlas con sor Consuelo.

Dibujó preciosos carteles para el retiro espiritual de ese otoño. Al acabar el bachillerato, su vida cambió. Estudió diseño gráfico y encontró trabajo enseguida.

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