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Tomás era un niño de apariencia normal, pero arrastraba fracaso escolar, problemas de relación con los demás, ansiedad y depresión. El psiquiatra le mandó pastillas que le dejaban apático. Se pasaba el día dibujando monigotes. A veces, los compañeros se burlaban de él en el instituto de los Maristas y se largaba a casa enfadado.
La psicoterapia no hizo desaparecer el mundo, ni su vida cotidiana; no estaba surtiendo efecto. Si Tomás no tenía cuidado, se pelearía todos los días con compañeros, hasta con profesores y volvería a casa a reventar de disgustos.
El caso llegó a oídos de sor Consuelo. Ese otoño había retiro espiritual en el convento María Auxiliadora y la monjita encargó a Tomás el dibujo de los carteles.
─Jamás lo conseguiré ─dijo Tomás─. No sirvo para nada.
─Ya lo creo que sirves ─repuso sor Consuelo─. Pregúntale a Dios.
Tomás comenzó a rezar en la capilla del convento y la iglesia de San Pablo. Esa fue su mejor terapia en el futuro. Poco a poco, a través de su relación con Jesús, adquirió más confianza en sí mismo, y gracias a sus charlas con sor Consuelo.
Dibujó preciosos carteles para el retiro espiritual de ese otoño. Al acabar el bachillerato, su vida cambió. Estudió diseño gráfico y encontró trabajo enseguida.
No me casaré con la mentira, el error, la cara bonita que me dijo "amor", pero para nada lo he encontrado en él. No me casaré con los ojos claros de ese corazón que decía: ¿amarme?
Amor puro es delicada figura, gato bendito.
Dentro del marco de “Voces del Tenerife”, el poeta valenciano Ángel Padilla asistió como ponente invitado -Padilla con su literatura antiespecista- en un acto homónimo a una de sus más ambiciosas obras poéticas, “La Bella Revolución”. Más de 60 poetas se dieron cita en ese macroencuentro de poesía de la conciencia crítica. Los actos comenzaron desde el miércoles 20 de marzo hasta el domingo 24, en la ermita de San Miguel Arcángel, La Laguna, Tenerife.
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