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Etiquetas | Fórmula 1 | GP Europa | Valencia
Analizamos las dos caras de la F1, en medio del debate sobre el futuro del Gran Premio en la ciudad mediterránea

Vettel brilla y Ferrari se atasca bajo el sol de Valencia

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Salir de la estación Marítim-Serrería significa enchufarse inevitablemente al 5.1 de la Fórmula 1, que estos días pone banda sonora (recalcamos lo de sonora) a las calles valencianas. Los motores de las bestias apenas tienen problemas para conquistar el puerto mediterráneo, poniendo los pelos de punta al aficionado y los nervios en posición similar al que todo esto se las trae al pairo. Pero si lo tuyo es el motor, la ciudad del Turia es el sitio donde estar este fin de semana de San Juan.


El coche de siempre, las manos de siempre (RCH)
El coche de siempre, las manos de siempre
(RCH)

El campeonato ha llegado además en situación inmejorable. Siete campeones diferentes (¡¡siete!!) en otras tantas carreras, para devolver al circo ese espectáculo deportivo que tanto echábamos de menos. Bajo el marco visualmente mágico del circuito de Valencia, la incertidumbre ha vuelto a protagonizar una jornada marcada por la mediocre clasificación de los monoplazas Ferrari.

Pole para Vettel. Otra vez. Y de nuevo, vaya manera de aplastar en el instante final a todos sus rivales. Mientras los Maldonado o Grosjean soñaban con la heroica, el alemán se encargó de apagar ilusiones en su último intento, con el mejor tiempo marcado en Valencia este año (1:38.086). Menos de una décima por encima del 1’37”. Red Bull vuelve a ganarse el respeto máximo, y solo la mecánica parece poder robarle el éxito mañana.

Ni con el compuesto más blando pudo ser para Alonso. A pesar de conseguir bajar por primera vez al 1’38’’, el Renault de Grosjean le robó in extremis el billete hacia la última ronda de clasificación. Es justo decir que entre el francés (finalmente primero en la Q2) y el cavallino asturiano, apenas hubo dos décimas de distancia. Ha sido una gran ruleta rusa, que no debe tampoco esconder el inestable rendimiento del F2012 en España. Mañana toca nuevo reto para el bicampeón.


Pequeño pueblo rodante (RCH)
Pequeño pueblo rodante (RCH)
Los hubo con todavía peor sabor de boca. A las primeras de cambio cayó el Red Bull de Mark Webber (el RB8 parece contar con dos versiones), que confirmó las sospechas marcando un crono (1’40’’) acorde a los resultados conseguidos a lo largo de estos dos días en el puerto valenciano. Gran tiempo de Pedro De la Rosa, que saldrá delante de los Marussia y el HRT de su compañero Khartikeyan.

DE PASEO POR EL PADDOCK

Más allá de la pista, el show sigue su marcha. Con todos los flamantes motor-home en fila, la F1 ratifica su contexto de circo deportivo. Desde el moderno espejo gigante de McLaren a la chocita estándar de Marussia, los equipos se esfuerzan por acoger a sus invitados demostrando que fuera de la carretera también hay carrera. Por si había dudas, la cocina de Ferrari está a la altura de la fama de su país de origen. ¡Bravissimi!

Si usted es de los que piensa que estamos ante un evento elitista, sería complicado rebatirle el argumento. Los hay VIP, VIP restringidos, “otros”, ¼ de Vip y 2/3 de normalillo… Toda una feria de distinciones que le dan al paddock un toque medieval con cierto gracejo. Eso sí, a cada paso uno puede tanto chocar con el personal de mantenimiento como saludar a Schumacher cual vecino de toda la vida. Dos universos que se cruzan en un entorno muy particular. Y en medio de todo, como siempre, el pequeño gigante de Ecclestone dirigiendo la función.

El jefe del Circo (RCH)
El jefe del Circo (RCH)

También desde dentro es sencillo encontrar argumentos para los partidarios y detractores de este circuito pseudo-urbano. En conjunto, la F1 no puede estar más alejada de la realidad social contemporánea, pero una gran parte de las personas que la hacen funcionar tampoco viven en el mismo planeta que el ciudadano medio.

Quienes manejan los hilos, quienes pasean por las zonas reservadas como por su casa, poco sufren con los vaivenes de las primas de riesgo y demás familia. Y esnobismo aparte, el espectáculo ofrecido es imposible de igualar para cualquier apasionado de la competición de motor. Si la F1 no gusta, es fácil llegar a odiarla. Pero si te estremeces de gusto con solo escuchar el motor de los monoplazas, de poco importa ver apenas cincuenta metros de circuito durante dos horas.

Todavía no sabemos qué sucederá en 2014, pero la base para su continuidad (en consonancia con el lógico revuelo social que genera un evento de coste millonario) parece estar en el balance realista entre gasto público y beneficios para la región. Las inversiones millonarias deben justificarse con ganancias similares y creíbles. Además, comprensión con el aficionado que se tira tres días bajo un sol infernal para ver a sus ídolos. Precios más asequibles y patrocinadores privados que alivien las arcas municipales, para que no solo gane el hombrecico de pelo blanco.

Pero la guerra de despachos, las reuniones interminables o las opulentas cenas (como la que dio el Banco Santander en el Hemisfèric la noche de San Juan) nos quedan muy lejos. Ahora toca disfrutar con una carrera que promete escribirse con letras mayúsculas. En un circuito complicado para el adelantamiento, los pilotos han de echar el resto para marcar distancias entre máquinas con rendimientos parecidos. ¿Un octavo ganador diferente? Sería de locos, pero lo seguro es que la baraja de candidatos es más amplia que nunca.

Vettel brilla y Ferrari se atasca bajo el sol de Valencia

Analizamos las dos caras de la F1, en medio del debate sobre el futuro del Gran Premio en la ciudad mediterránea
Roberto Carrera Hernández
sábado, 23 de junio de 2012, 13:09 h (CET)
Salir de la estación Marítim-Serrería significa enchufarse inevitablemente al 5.1 de la Fórmula 1, que estos días pone banda sonora (recalcamos lo de sonora) a las calles valencianas. Los motores de las bestias apenas tienen problemas para conquistar el puerto mediterráneo, poniendo los pelos de punta al aficionado y los nervios en posición similar al que todo esto se las trae al pairo. Pero si lo tuyo es el motor, la ciudad del Turia es el sitio donde estar este fin de semana de San Juan.


El coche de siempre, las manos de siempre (RCH)
El coche de siempre, las manos de siempre
(RCH)

El campeonato ha llegado además en situación inmejorable. Siete campeones diferentes (¡¡siete!!) en otras tantas carreras, para devolver al circo ese espectáculo deportivo que tanto echábamos de menos. Bajo el marco visualmente mágico del circuito de Valencia, la incertidumbre ha vuelto a protagonizar una jornada marcada por la mediocre clasificación de los monoplazas Ferrari.

Pole para Vettel. Otra vez. Y de nuevo, vaya manera de aplastar en el instante final a todos sus rivales. Mientras los Maldonado o Grosjean soñaban con la heroica, el alemán se encargó de apagar ilusiones en su último intento, con el mejor tiempo marcado en Valencia este año (1:38.086). Menos de una décima por encima del 1’37”. Red Bull vuelve a ganarse el respeto máximo, y solo la mecánica parece poder robarle el éxito mañana.

Ni con el compuesto más blando pudo ser para Alonso. A pesar de conseguir bajar por primera vez al 1’38’’, el Renault de Grosjean le robó in extremis el billete hacia la última ronda de clasificación. Es justo decir que entre el francés (finalmente primero en la Q2) y el cavallino asturiano, apenas hubo dos décimas de distancia. Ha sido una gran ruleta rusa, que no debe tampoco esconder el inestable rendimiento del F2012 en España. Mañana toca nuevo reto para el bicampeón.


Pequeño pueblo rodante (RCH)
Pequeño pueblo rodante (RCH)
Los hubo con todavía peor sabor de boca. A las primeras de cambio cayó el Red Bull de Mark Webber (el RB8 parece contar con dos versiones), que confirmó las sospechas marcando un crono (1’40’’) acorde a los resultados conseguidos a lo largo de estos dos días en el puerto valenciano. Gran tiempo de Pedro De la Rosa, que saldrá delante de los Marussia y el HRT de su compañero Khartikeyan.

DE PASEO POR EL PADDOCK

Más allá de la pista, el show sigue su marcha. Con todos los flamantes motor-home en fila, la F1 ratifica su contexto de circo deportivo. Desde el moderno espejo gigante de McLaren a la chocita estándar de Marussia, los equipos se esfuerzan por acoger a sus invitados demostrando que fuera de la carretera también hay carrera. Por si había dudas, la cocina de Ferrari está a la altura de la fama de su país de origen. ¡Bravissimi!

Si usted es de los que piensa que estamos ante un evento elitista, sería complicado rebatirle el argumento. Los hay VIP, VIP restringidos, “otros”, ¼ de Vip y 2/3 de normalillo… Toda una feria de distinciones que le dan al paddock un toque medieval con cierto gracejo. Eso sí, a cada paso uno puede tanto chocar con el personal de mantenimiento como saludar a Schumacher cual vecino de toda la vida. Dos universos que se cruzan en un entorno muy particular. Y en medio de todo, como siempre, el pequeño gigante de Ecclestone dirigiendo la función.

El jefe del Circo (RCH)
El jefe del Circo (RCH)

También desde dentro es sencillo encontrar argumentos para los partidarios y detractores de este circuito pseudo-urbano. En conjunto, la F1 no puede estar más alejada de la realidad social contemporánea, pero una gran parte de las personas que la hacen funcionar tampoco viven en el mismo planeta que el ciudadano medio.

Quienes manejan los hilos, quienes pasean por las zonas reservadas como por su casa, poco sufren con los vaivenes de las primas de riesgo y demás familia. Y esnobismo aparte, el espectáculo ofrecido es imposible de igualar para cualquier apasionado de la competición de motor. Si la F1 no gusta, es fácil llegar a odiarla. Pero si te estremeces de gusto con solo escuchar el motor de los monoplazas, de poco importa ver apenas cincuenta metros de circuito durante dos horas.

Todavía no sabemos qué sucederá en 2014, pero la base para su continuidad (en consonancia con el lógico revuelo social que genera un evento de coste millonario) parece estar en el balance realista entre gasto público y beneficios para la región. Las inversiones millonarias deben justificarse con ganancias similares y creíbles. Además, comprensión con el aficionado que se tira tres días bajo un sol infernal para ver a sus ídolos. Precios más asequibles y patrocinadores privados que alivien las arcas municipales, para que no solo gane el hombrecico de pelo blanco.

Pero la guerra de despachos, las reuniones interminables o las opulentas cenas (como la que dio el Banco Santander en el Hemisfèric la noche de San Juan) nos quedan muy lejos. Ahora toca disfrutar con una carrera que promete escribirse con letras mayúsculas. En un circuito complicado para el adelantamiento, los pilotos han de echar el resto para marcar distancias entre máquinas con rendimientos parecidos. ¿Un octavo ganador diferente? Sería de locos, pero lo seguro es que la baraja de candidatos es más amplia que nunca.

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