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¿Quién mató a Dumbo?

Nada como un safari para relajar tensiones...
Tomás Salinas
lunes, 16 de abril de 2012, 07:25 h (CET)
Espero que estas líneas no me conduzcan de la mano a la cárcel. Pero si me callo, no sería justo con los míos ni conmigo mismo. Veréis, como muchos de vosotros estoy, me encuentro ciertamente anonadado. Estamos ante la verdadera Marca España. El máximo exponente del Estado se fractura la cadera en un safari. Mientras el país se enfrenta al ataque iracundo de los mercados dictadores y econocidas, mientras nuestros amigos europeos centran sus fracasos en nuestra irresponsabilidad, mientras la casta política corrige sus errores pasados con nuestra sangre, mientras el paro y su sombra, el hambre, aporrean nuestra puerta exigiendo la entrada, nuestro monarca se va de caza mayor, tropieza y se rompe. Una imagen del XIX en pleno siglo XXI. Un rey que huye de la realidad de sus gobernados y se marcha a cazar elefantes, con sus porteadores y todo. Un irónico cazador blanco al que le quita el sueño el paro en sus jóvenes vasallos.

Seamos lo que seamos. Juancarlistas unos, monárquicos otros, republicanos emboscados y declarados, pasotas del sistema, ciudadanos todos de un país en ruina. Cualquiera con sentido común siente, o debería sentir, vergüenza. Incluso achacando a la mala suerte el accidente de S.M. El momento no puede ser más inoportuno y el suceso, la aventura más lamentable. Y no me vale que me digan que si no hubiera pasado nada, a treinta mil euros el bicho, el Rey de España habría satisfecho su pasión y añadido cabezas a su colección de piezas, y la plebe ni se habría enterado. Un país de cornudos sin apalear.

Es entonces cuando uno, aun temeroso a todo lo que se refiere a la monarquía, no se le ocurre otra que sublevarse y dudar. Quizás si se hubieran desterrado aficiones propias de tiempos pasados, quizás si algunos se ciñeran a la realidad y sufrieran la opresión económica que asfixia a su pueblo, quizás si de verdad todos fuéramos iguales, sin importar el tinte de la sangre, quizás si en esta España dividida sintiéramos todos idéntica bandera, estas cosas no ocurrirían. No estoy cuestionando la monarquía como institución. Simplemente me pregunto para qué sirve. Nada más. Nada menos.

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Hoy estaba meditando, y mientras escuchaba una música suave y melódica, sentí que el mundo era bonito, entonces, en medio de mi meditación saltó en Spotify un anuncio de una cerveza que interrumpió mi momento zen de alta vibración con el universo y esos segundos me hicieron recordar un poema de mi último poemario que hablaba de juguetes rotos.

Las redes sociales se han convertido en una de las herramientas más imprescindibles de la sociedad, las usamos para todo: comprar, viajar, trasladarnos, distraernos y como no, para dar opinión. A veces, el hecho de opinar libremente es una cuestión que jurídicamente puede tener un alto coste.

Figura icónica de la izquierda española y paladín de los republicanos, saludó con entusiasmo, al igual que su hermano Manuel y otros intelectuales, el advenimiento de la Segunda República. Su hermano advirtió muy pronto lo que esta forma de gobierno traía a los españoles y se separó rápidamente de ella.

 
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