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Etiquetas | Huelga general
Impresiones de un periodista desde dentro

Huelga General: Capítulo I

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Este artículo está destinado a relatar la experiencia y los acontecimientos que un servidor tuvo el privilegio de apreciar durante la larga jornada de huelga general en la se sumió nuestro país el pasado jueves. Durante los días previos, consideré que era una trascendental oportunidad el hecho de erradicar prejuicios infundidos y poder, con tan solo un bolígrafo y un bloc de notas, escribir y trasladarles lo que, desde un prima objetivo y personal, pudiera contemplar. Mi fin principal era hacer llegar a los lectores la verdad sobre lo que acaeciera en la finiquitada huelga general.

Mantenía la impresión de que los medios generalistas en nuestro país estaban aportando una idea mediada, que hacia mucho daño a nuestro entorno. En el trascurso de las duras horas que precedieron a la huelga general, tuve la oportunidad de leer y escuchar múltiples comentarios acerca de los sindicalistas, sus posibles acciones violentas o informativas y los resultados nefastos y ausentes de argumentos que muchos ya pronosticaban.

Estas situaciones fueron las que, principalmente y sin género de dudas, me hicieron recapacitar sobre la necesidad de que, de manera personal y anónima, me acercara hasta los puntos más “calientes” durante las 24 horas que constituyeron la séptima huelga general en nuestro país. Un derecho fundamental recreado en democracia.

Sin más dilaciones, siendo consciente de que el espacio para recordar la hazaña es breve, me gustaría reconocer y agradecer la labor de mi amigo y compañero Pablo Mahave, que se enfundó una cámara de fotos a los hombros y decidió de buena gana acompañarme en tan díscolo periplo.

Con el pretexto de no aburrirles, atendiendo a la realidad de que muchas personas, por diversos motivos, carecen de espacio temporal para centrarse en un relato tan extenso, intentaré comprimir en la medida en que me dejen mis manos, deseosas de trasladarles las vivencias previas, todo aquello que considero publicación imprescindible. Para resumirlo, acordado con el diario, dividiré los testimonios en dos publicaciones con el propósito de que los lectores tengan una apreciación de mayores dimensiones.

En las próximas líneas van a conocer y vivir junto a mí la experiencia de averiguar como se fragua y proyecta una huelga general. Percibir testimonios muy enriquecedores y valiosos, cargados de sentido común, que yo, como periodista, pude tantear desde diferentes ángulos. Para que la lectura les sea más grata, les recomiendo que dejen a un lado posibles prejuicios, opiniones o crónicas leídas y preparen sus mochilas y bártulos. En resumidas cuestas, sólo disfruten.

Horas previas, horas de trabajo

Recuerdo con afán como un familiar, cuando le comenté que de mayor quería ser un reconocido periodista, me respondió: “el proceso en el que nos inmiscuimos hasta conseguir el ansiado sueño es más placentero que cuando alcanzamos la soñada cima”. No le faltaba razón. Las horas previas al arranque de la huelga general estuvieron marcadas por un férreo trabajo que desbordaba una ilusión meritoria que se agrandaba con el trascurso de las horas.

La planificación de los lugares que pretendía visitar, así como las cuestiones y enseñanzas que quería lanzar, centraron el trabajo antes de la partida.

Encima de la mesa de trabajo, botella de agua, bolígrafos, folios en blanco, comunicados de prensa, móvil, ordenador y ganas de contar la verdad.

El correo personal y del diario era un hervidero de mensajes. Llamaba y remitía escritos preguntando a los responsables de comunicación de las centrales sindicales cuales eran los puntos donde se iba a concentrar la mayor actividad de los piquetes así como las ruedas de prensa donde se informaría sobre los pormenores de la jornada.

En un primer momento, apenas recibí contestación. Según me comentaron posteriormente, la actividad era frenética y las respuestas vía e-mail eran difíciles de ejecutar.

Por lo tanto, móvil en mano, accedí a telefonear unos números que un enlace sindical me había proporcionado. Primeros intentos fallidos. Los contactos estaban ocupados.

La espera, como siempre, dio sus frutos. Conseguí contactar con la responsable de comunicación de UGT quien mostró una actitud muy receptiva ante mis súplicas y me prometió que enviaría toda la información necesaria para facilitar el trabajo que me esperaba. Por parte de CCOO, su contacto me remitió un correo donde se me mostraban los puntos álgidos de las protestas, así como, los teléfonos de contacto para cualquier eventualidad.

Debo reconocer que recibí un trato exquisito por parte de las organizaciones sindicales. Los comunicados de prensa sirvieron para detallar un planning sobre las acciones que pretendíamos encauzar en la jornada del 29 de marzo.

La primera parada acordada sería Mercamadrid.

Salida hacia lo desconocido

Con un abono de metro prestado, ropa y calzado de deporte, una mochila a reventar decidí partir al encuentro con el resto de compañeros en la mítica plaza madrileña de Sol.

En el trascurso del viaje en metro, debo reconocer que la expectación y el nerviosismo ante lo que me iba a enfrentar se apoderaron de mi persona. He vivido situaciones extravagantes, surrealistas, difíciles, pero informar de manera detallada sobre una huelga general sin apenas medios era un reto de altura que se me presentaba tierno.

Llegada a Sol. Saludos. Intercambio de palabras con mis compañeros. Las ganas y la incertidumbre ante lo venidero caracterizaron el encuentro.

Acto seguido nos dirigimos hacia la estación de Atocha, escenario donde posteriormente se concentrarían los piquetes informativos dedicados al sector de los servicios mínimos de cercanías.

Avenidos lectores, podrán pensar que conocíamos la verdadera ruta para llegar hasta nuestro destino pero la verdad es que no teníamos ninguna indicación sobre como arribar.

Las personas apostadas sobre el andén nos indicaron en cierta medida que la parada de El Pozo era la más cercana, sin embargo, nos especificaron que de bajarnos allí nos quedaría un gran camino por recorrer.

Tras confusas indicaciones pero siempre narradas con buena fe, partimos en busca de Mercamadrid. Atravesar la M-40 constituía nuestro primer reto.

No hubo manera. Tras varios minutos andando, no éramos capaces de descubrir el camino correcto. Pero obró el milagro. El destino nos deparaba una sorpresa.

En el trascurso de nuestra caminata nos encontramos con unos deportistas que salían de entrenar y se disponían a regresar a sus hogares en coche. Ante la desesperante situación en la que nos encontrábamos, decidimos preguntarles el camino

Su reacción fue preocupante. Quedaron ciertamente estupefactos ante la idea de que nos atreviéramos a llegar a Mercamadrid desde el punto en el que nos encontrábamos. Creo que observaron nuestra inexperiencia, juventud o afabilidad, pero de manera inesperada accedieron, sin nosotros requerirlo, a llevarnos en su coche.

Esta sería la maniobra que macaría la noche. Si ellos no hubieran accedido a llevarnos hasta Mercamadrid, muy probablemente nuestra noche hubiera acabado en un camino perdido e irrevocablemente solicitando un taxi que nos llevara de vuelta a Madrid.

Pero la gratitud de aquellas personas, de las que incluso desconozco sus nombres, fue la que nos permitió que ahora este relatando estos hechos.

En el recorrido de escasos 10 minutos, en un coche lleno hasta la bandera, cinco plazas para seis ocupantes, pudimos percibir las primeras sensaciones sobre la huelga general. Tanto el conductor como el acompañante mostraron una opinión desfavorable hacia la flamante reforma laboral pero, sin embargo, no estaban dispuestos a secundar la huelga.

Cuando nos acercábamos hacia nuestra primera parada de la noche nos dimos cuenta que estaba atestado de policías por lo que decidimos bajarnos del coche con el propósito de que no incurrieran en una sanción por nuestra culpa.

Tras bajarnos del coche, sortear una hilera de camiones, llegamos a nuestro destino. La imagen de piquetes hacinados en torno a la puerta central de Mercamadrid parecía un milagro. Tras minutos de desconcierto habíamos conseguido nuestro cometido.

Al acercarnos… (Continuará)

Mañana publicaré la segunda y última parte de la aventura piquetera. Les adelantó que si esto les ha parecido interesante el resto no está exento de emociones fuertes. Hasta mañana.

Huelga General: Capítulo I

Impresiones de un periodista desde dentro
Hugo Domínguez
martes, 3 de abril de 2012, 07:22 h (CET)
Este artículo está destinado a relatar la experiencia y los acontecimientos que un servidor tuvo el privilegio de apreciar durante la larga jornada de huelga general en la se sumió nuestro país el pasado jueves. Durante los días previos, consideré que era una trascendental oportunidad el hecho de erradicar prejuicios infundidos y poder, con tan solo un bolígrafo y un bloc de notas, escribir y trasladarles lo que, desde un prima objetivo y personal, pudiera contemplar. Mi fin principal era hacer llegar a los lectores la verdad sobre lo que acaeciera en la finiquitada huelga general.

Mantenía la impresión de que los medios generalistas en nuestro país estaban aportando una idea mediada, que hacia mucho daño a nuestro entorno. En el trascurso de las duras horas que precedieron a la huelga general, tuve la oportunidad de leer y escuchar múltiples comentarios acerca de los sindicalistas, sus posibles acciones violentas o informativas y los resultados nefastos y ausentes de argumentos que muchos ya pronosticaban.

Estas situaciones fueron las que, principalmente y sin género de dudas, me hicieron recapacitar sobre la necesidad de que, de manera personal y anónima, me acercara hasta los puntos más “calientes” durante las 24 horas que constituyeron la séptima huelga general en nuestro país. Un derecho fundamental recreado en democracia.

Sin más dilaciones, siendo consciente de que el espacio para recordar la hazaña es breve, me gustaría reconocer y agradecer la labor de mi amigo y compañero Pablo Mahave, que se enfundó una cámara de fotos a los hombros y decidió de buena gana acompañarme en tan díscolo periplo.

Con el pretexto de no aburrirles, atendiendo a la realidad de que muchas personas, por diversos motivos, carecen de espacio temporal para centrarse en un relato tan extenso, intentaré comprimir en la medida en que me dejen mis manos, deseosas de trasladarles las vivencias previas, todo aquello que considero publicación imprescindible. Para resumirlo, acordado con el diario, dividiré los testimonios en dos publicaciones con el propósito de que los lectores tengan una apreciación de mayores dimensiones.

En las próximas líneas van a conocer y vivir junto a mí la experiencia de averiguar como se fragua y proyecta una huelga general. Percibir testimonios muy enriquecedores y valiosos, cargados de sentido común, que yo, como periodista, pude tantear desde diferentes ángulos. Para que la lectura les sea más grata, les recomiendo que dejen a un lado posibles prejuicios, opiniones o crónicas leídas y preparen sus mochilas y bártulos. En resumidas cuestas, sólo disfruten.

Horas previas, horas de trabajo

Recuerdo con afán como un familiar, cuando le comenté que de mayor quería ser un reconocido periodista, me respondió: “el proceso en el que nos inmiscuimos hasta conseguir el ansiado sueño es más placentero que cuando alcanzamos la soñada cima”. No le faltaba razón. Las horas previas al arranque de la huelga general estuvieron marcadas por un férreo trabajo que desbordaba una ilusión meritoria que se agrandaba con el trascurso de las horas.

La planificación de los lugares que pretendía visitar, así como las cuestiones y enseñanzas que quería lanzar, centraron el trabajo antes de la partida.

Encima de la mesa de trabajo, botella de agua, bolígrafos, folios en blanco, comunicados de prensa, móvil, ordenador y ganas de contar la verdad.

El correo personal y del diario era un hervidero de mensajes. Llamaba y remitía escritos preguntando a los responsables de comunicación de las centrales sindicales cuales eran los puntos donde se iba a concentrar la mayor actividad de los piquetes así como las ruedas de prensa donde se informaría sobre los pormenores de la jornada.

En un primer momento, apenas recibí contestación. Según me comentaron posteriormente, la actividad era frenética y las respuestas vía e-mail eran difíciles de ejecutar.

Por lo tanto, móvil en mano, accedí a telefonear unos números que un enlace sindical me había proporcionado. Primeros intentos fallidos. Los contactos estaban ocupados.

La espera, como siempre, dio sus frutos. Conseguí contactar con la responsable de comunicación de UGT quien mostró una actitud muy receptiva ante mis súplicas y me prometió que enviaría toda la información necesaria para facilitar el trabajo que me esperaba. Por parte de CCOO, su contacto me remitió un correo donde se me mostraban los puntos álgidos de las protestas, así como, los teléfonos de contacto para cualquier eventualidad.

Debo reconocer que recibí un trato exquisito por parte de las organizaciones sindicales. Los comunicados de prensa sirvieron para detallar un planning sobre las acciones que pretendíamos encauzar en la jornada del 29 de marzo.

La primera parada acordada sería Mercamadrid.

Salida hacia lo desconocido

Con un abono de metro prestado, ropa y calzado de deporte, una mochila a reventar decidí partir al encuentro con el resto de compañeros en la mítica plaza madrileña de Sol.

En el trascurso del viaje en metro, debo reconocer que la expectación y el nerviosismo ante lo que me iba a enfrentar se apoderaron de mi persona. He vivido situaciones extravagantes, surrealistas, difíciles, pero informar de manera detallada sobre una huelga general sin apenas medios era un reto de altura que se me presentaba tierno.

Llegada a Sol. Saludos. Intercambio de palabras con mis compañeros. Las ganas y la incertidumbre ante lo venidero caracterizaron el encuentro.

Acto seguido nos dirigimos hacia la estación de Atocha, escenario donde posteriormente se concentrarían los piquetes informativos dedicados al sector de los servicios mínimos de cercanías.

Avenidos lectores, podrán pensar que conocíamos la verdadera ruta para llegar hasta nuestro destino pero la verdad es que no teníamos ninguna indicación sobre como arribar.

Las personas apostadas sobre el andén nos indicaron en cierta medida que la parada de El Pozo era la más cercana, sin embargo, nos especificaron que de bajarnos allí nos quedaría un gran camino por recorrer.

Tras confusas indicaciones pero siempre narradas con buena fe, partimos en busca de Mercamadrid. Atravesar la M-40 constituía nuestro primer reto.

No hubo manera. Tras varios minutos andando, no éramos capaces de descubrir el camino correcto. Pero obró el milagro. El destino nos deparaba una sorpresa.

En el trascurso de nuestra caminata nos encontramos con unos deportistas que salían de entrenar y se disponían a regresar a sus hogares en coche. Ante la desesperante situación en la que nos encontrábamos, decidimos preguntarles el camino

Su reacción fue preocupante. Quedaron ciertamente estupefactos ante la idea de que nos atreviéramos a llegar a Mercamadrid desde el punto en el que nos encontrábamos. Creo que observaron nuestra inexperiencia, juventud o afabilidad, pero de manera inesperada accedieron, sin nosotros requerirlo, a llevarnos en su coche.

Esta sería la maniobra que macaría la noche. Si ellos no hubieran accedido a llevarnos hasta Mercamadrid, muy probablemente nuestra noche hubiera acabado en un camino perdido e irrevocablemente solicitando un taxi que nos llevara de vuelta a Madrid.

Pero la gratitud de aquellas personas, de las que incluso desconozco sus nombres, fue la que nos permitió que ahora este relatando estos hechos.

En el recorrido de escasos 10 minutos, en un coche lleno hasta la bandera, cinco plazas para seis ocupantes, pudimos percibir las primeras sensaciones sobre la huelga general. Tanto el conductor como el acompañante mostraron una opinión desfavorable hacia la flamante reforma laboral pero, sin embargo, no estaban dispuestos a secundar la huelga.

Cuando nos acercábamos hacia nuestra primera parada de la noche nos dimos cuenta que estaba atestado de policías por lo que decidimos bajarnos del coche con el propósito de que no incurrieran en una sanción por nuestra culpa.

Tras bajarnos del coche, sortear una hilera de camiones, llegamos a nuestro destino. La imagen de piquetes hacinados en torno a la puerta central de Mercamadrid parecía un milagro. Tras minutos de desconcierto habíamos conseguido nuestro cometido.

Al acercarnos… (Continuará)

Mañana publicaré la segunda y última parte de la aventura piquetera. Les adelantó que si esto les ha parecido interesante el resto no está exento de emociones fuertes. Hasta mañana.

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