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Cuando es el photoshop el que diseña la imagen de la ciudad

Apología a Pallasmaa

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paris


Durante una conferencia de Alvar Aalto le preguntaron al reconocido arquitecto finlandés por el origen de su ‘Villa Mairea’ desde un punto de vista conceptual y formal, a lo que él contestó: ‘He intentado evitar un ritmo arquitectónico artificial’.

¿Qué puede significar eso? Creo que hoy lo tenemos más claro que nunca. Viendo en lo artificial todo ritmo lineal, son muchos los ejemplos de este proceso de ‘engorde’, de masificación, de complejidad… Redes sociales, realidad aumentada, ciudades red o ciber-topografías son algunos de los conceptos/realidades más usados actualmente en el campo del urbanismo y del espacio público. Es cierto que la sociedad tiende a volverse compleja exponencialmente y que, por ende, la arquitectura -y el urbanismo como reflejo de ésta- también lo hace, pero habrá que buscar alternativas, sobre todo en el actual contexto económico y social.

Cuando E. Morín, en su Ciencia de la Complejidad parte de un concepto de complejidad desde lo colectivo, lo social, acierta al decir que ésta es la que marca los ritmos y las necesidades. Sin entrar en reduccionismos, quizá estemos avanzando en términos de complejidad e imagen mientras la sociedad nos demanda simplificación y honestidad en los discursos.

La imagen está siendo el paradigma en la concepción de la mayor parte de la arquitectura contemporánea, imagen que subyuga todo el proyecto y, lo que es peor, toda la sociedad que allí se dé cita. La arquitectura de la imagen ha sabido proyectar para una sociedad que se ha preocupado exclusivamente de eso y ha denostado cualquier alteridad que pasara por el discurso y la razón. Las revistas, que tanto han ido aportando a lo largo de la historia de la arquitectura, están abriendo sus páginas a propuestas desarrolladas desde operaciones de imagen y marketing. Esto es lo que obliga a retocar, rediseñar, redibujar la obra terminada para que tenga cierto parecido con la imagen proyectada… Siempre cuestión de imagen.

El sesgo hedonista de la arquitectura contemporánea se agrava cuando ésta pierde cualquier vínculo social para aliarse unilateralmente con un resultado imaginado, que posteriormente es justificado desde discursos ajenos a cualquier realidad. Ante la necesidad de una sencillez de discursos y conceptos de vida sobran voceros de la complejidad que busquen la razón de sus discursos en retóricas pixeladas y sin fondo.

Ahora, cuando el discurso de lo social está tan presente entre sindicatos y pregoneros del Apocalipsis, habría que plantearse qué hay de fondo en todos esos proyectos admirados, aplaudidos o retwitteados que no sea más que una imagen plana. Como dice J. Pallasmaa, corremos el riesgo de convertirnos en voyeurs obsesionados con la visualidad, ciegos no sólo ante la realidad social de la arquitectura, sino también ante sus realidades funcionales, económicas y tecnológicas, precisamente aquellas que determinan de modo ineludible el diseño de edificios y ciudades. Exijamos, demandemos y reivindiquemos que el diseño arquitectónico, no menos que la escritura y la crítica, asuman la necesidad de la responsabilidad cívica que la sociedad le ha conferido, ahora más que nunca.

Apología a Pallasmaa

Cuando es el photoshop el que diseña la imagen de la ciudad
Pablo Manuel Millán
miércoles, 22 de febrero de 2012, 10:29 h (CET)

paris


Durante una conferencia de Alvar Aalto le preguntaron al reconocido arquitecto finlandés por el origen de su ‘Villa Mairea’ desde un punto de vista conceptual y formal, a lo que él contestó: ‘He intentado evitar un ritmo arquitectónico artificial’.

¿Qué puede significar eso? Creo que hoy lo tenemos más claro que nunca. Viendo en lo artificial todo ritmo lineal, son muchos los ejemplos de este proceso de ‘engorde’, de masificación, de complejidad… Redes sociales, realidad aumentada, ciudades red o ciber-topografías son algunos de los conceptos/realidades más usados actualmente en el campo del urbanismo y del espacio público. Es cierto que la sociedad tiende a volverse compleja exponencialmente y que, por ende, la arquitectura -y el urbanismo como reflejo de ésta- también lo hace, pero habrá que buscar alternativas, sobre todo en el actual contexto económico y social.

Cuando E. Morín, en su Ciencia de la Complejidad parte de un concepto de complejidad desde lo colectivo, lo social, acierta al decir que ésta es la que marca los ritmos y las necesidades. Sin entrar en reduccionismos, quizá estemos avanzando en términos de complejidad e imagen mientras la sociedad nos demanda simplificación y honestidad en los discursos.

La imagen está siendo el paradigma en la concepción de la mayor parte de la arquitectura contemporánea, imagen que subyuga todo el proyecto y, lo que es peor, toda la sociedad que allí se dé cita. La arquitectura de la imagen ha sabido proyectar para una sociedad que se ha preocupado exclusivamente de eso y ha denostado cualquier alteridad que pasara por el discurso y la razón. Las revistas, que tanto han ido aportando a lo largo de la historia de la arquitectura, están abriendo sus páginas a propuestas desarrolladas desde operaciones de imagen y marketing. Esto es lo que obliga a retocar, rediseñar, redibujar la obra terminada para que tenga cierto parecido con la imagen proyectada… Siempre cuestión de imagen.

El sesgo hedonista de la arquitectura contemporánea se agrava cuando ésta pierde cualquier vínculo social para aliarse unilateralmente con un resultado imaginado, que posteriormente es justificado desde discursos ajenos a cualquier realidad. Ante la necesidad de una sencillez de discursos y conceptos de vida sobran voceros de la complejidad que busquen la razón de sus discursos en retóricas pixeladas y sin fondo.

Ahora, cuando el discurso de lo social está tan presente entre sindicatos y pregoneros del Apocalipsis, habría que plantearse qué hay de fondo en todos esos proyectos admirados, aplaudidos o retwitteados que no sea más que una imagen plana. Como dice J. Pallasmaa, corremos el riesgo de convertirnos en voyeurs obsesionados con la visualidad, ciegos no sólo ante la realidad social de la arquitectura, sino también ante sus realidades funcionales, económicas y tecnológicas, precisamente aquellas que determinan de modo ineludible el diseño de edificios y ciudades. Exijamos, demandemos y reivindiquemos que el diseño arquitectónico, no menos que la escritura y la crítica, asuman la necesidad de la responsabilidad cívica que la sociedad le ha conferido, ahora más que nunca.

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