|  Café de las horas
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Hacía meses que Rafa y yo nos habíamos propuesto hacer unos días, muy pocos, de vacaciones y que íbamos a aprovechar este tiempo para estar en Valencia. Es una ciudad que amo por muchas historias, la primera, sin duda, es porque allí conocí a mi hombre, porque de esa Comunidad es Rafa y porque en esa ciudad trabajé en programas que me gustaban mucho.
Primero lo hice en el programa “Tela Marinera”, un programa amable que se emitía en directo por Canal 9 que presentaba, la siempre agradable, divertida y sonriente Carolina Ferre y el animado Eduardo Forés, dos valencianos de pro con quién mantuve durante tiempo muy buenas relaciones, cuando trabajaba en aquel programa iba con mucha alegría, ellos la transmitían, y además no iban de estrellas mediáticas pudiendo hacerlo, allí, con el director Ferràn Estellés, conseguimos formar un equipo indestructible.
L’Oratge
Cierto que tenía muy poco tiempo para hablar con unos y otros. Viajaba desde Barcelona en avión, llegaba con el tiempo justo de pasar por chapa y pintura (maquillaje y peluquería), comerme un pequeño bocadillo y salir a hablar durante todo el programa, los temas vitales eran sobre lo divino y lo humano de personajes que ahora ya no aparecen casi ni en la tele ni en las revistas, salvo, claro, algunas excepciones, era un programa centrado en los personajes populares y sus vaivenes, nuestras lenguas nunca fueron envenenadas pero si divertidas, predominaba el buen rollito y la ironía, se explicaban muchas verdades pero sin darle más importancia que la que tenían, la hora de la emisión también pedía un poco ese talante informativo, abríamos la tienda a las cuatro de la tarde y acabábamos antes del informativo de sucesos, eso, siempre me llamó mucho la atención pues, seguro, que después de ese programa iría “l’oratge”, esta palabra me fascina, siempre que puedo la pongo en mis conversaciones, me suena a algo misterioso, a algo imposible pero hermoso, bueno, en fin, es el nombre que le dan en valenciano a la información meteorológica, en valenciano que es la variante del catalán que se habla en tierras de Valencia, yo soy catalana y por lo tanto lo hablo, pero en Barcelona cuando en la tele hablan de “l’oratge” le llaman “el temps” y por supuesto, para mi, no es tan efervescente y atractivo este último nombre como el primero.
Al acabar el programa salía zumbando al aeropuerto de Manises pues el avión tanto a Barcelona como a Madrid salía a las 18’30 horas, si no recuerdo mal, por lo tanto quedarme a tomar una copa con todo el equipo era una gesta imposible, de perder ese avión tenía que quedarme a dormir y eso era casi imposible.
La verdad, es que la opción de viajar en tren nunca se contempló, en aquellos años todo el mundo veía la solución de sus viajes de empresa o laborales en los vuelos, nunca en el tren, aparece el tren en nuestras vidas cuando nace el AVE.
En esos momentos tampoco había oportunidades de viajar “low cost”, Iberia marcaba los tiempos y los precios, aunque también había ofertas.
Tómbola
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Teresa Berengueras en el paseo de la Malva-Rosa
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En la misma cadena y los jueves por la noche triunfaba el conocido “Tómbola”, programa de larga duración que fue el precursor en alma blanca de muchos otros que llegaron después, un programa escándalo, según la opinión de muchos expertos y una nueva fórmula de divertir al personal, “Tómbola” marcó su tiempo y su fórmula se ha exprimido en otros muchos programas de Tv que se han emitido y lo siguen haciendo en el extremo más duro, más espectacular, tanto que el recuerdo de “Tómbola” es como haber visto un recreo en un colegio de Ursulinas.
Siete años
El programa tuvo una larga vida, duró siete años desde 1997 hasta 2004 y a pesar de que muchos me otorgan la asistencia habitual en una de las sillas, no fue así, es cierto que yo colaboré en “Tómbola” y en esos años de vida del programa creo que estuve unas doce veces como mucho, y estuve en la silla de invitada, en la cuarta silla, una silla donde cada semana se sentaba una invitada o invitado periodista. Los que ocupábamos esa silla cobrábamos la tercera parte de los que eran habituales, eso no significa que a mi no me interesara tomar parte en aquel programa, eso significa que muy a pesar de las muchas personas que me asignan un puesto fijo en el programa nunca lo tuve, no sé en estos momentos si por suerte o por desgracia, lo que nunca pasó nunca se puede valorar.
Valencia, a pesar de haber estado mucho en ella, es mi ciudad desconocida, a vuelo de pájaro y desde la ventana del avión me llamaba la atención la ausencia de montañas y el clima cálido, mucho más con referencia a Barcelona.
En un par de ocasiones que tuve que quedarme pude visitar algún restaurante de la Malva-rosa que me recordaba la Barceloneta, en realidad, en Valencia, me sentía como en mi casa, sin serlo.
Mercado Central
La vida te da sorpresas, a veces incluso buenísimas y es en el Mercado Central donde vi por vez primera a mi hombre casi casualmente después de un largo tiempo de intercambiar mails, muchos mails, y horas de teléfono, pero la primera vez que nos vimos fue en el Mercado Central y en ese punto los dos sabíamos que de encontrarnos ya no podríamos echarnos atrás.
Él no quería, ni yo tampoco, una relación estrecha, los dos habíamos decidido, por distintos motivos, que nuestras vidas era mejor escribirlas solos, la noche que nos vimos fue irreversible, ya nunca jamás dejamos de estar juntos.
Es por eso que esos días de vacaciones nos los debíamos, yo quería conocer la Valencia de la que tanto se habla en Barcelona y Rafa tiene experiencia en contar las historias y en vivirlas.
Maleta llena de deseos
Llegamos un día por la noche, en Euromed, nos habíamos prometido no conectarnos ni al Facebook ni al Twitter, sólo el móvil por si acaso, la maleta llena de buenos deseos nos dejaba en la Estación de Joaquín Sorolla a las 19 horas. Escogimos un hotel de tres estrellas en el centro para poder verlo todo casi al instante, escogimos el hotel a través de su web, nos pareció aseado, céntrico y a Rafa le sonaba de siempre el Bristol, un hotel de toda la vida con un nombre delante Hich Tech, a nuestra disposición, decía la información, todos los avances online. Reservamos y la primera en la frente al llegar la puerta de fácil acceso a partir de las 20’00 horas está cerrada y se tiene que entrar por otra cuyo peldaño es tan alto que yo necesité ayuda para subirlo. La habitación estaba en penumbra, le faltaban tres bombillas y parecía iluminada por una cerilla, el baño olía muy mal. El encargado de la recepción, un chico del Este que hablaba castellano perfectamente, nos anunció que las bombillas no las podían cambiar hasta el día siguiente y que el mal olor era habitual en estos establecimientos antiguos. Finalmente pusieron las bombillas esa misma noche y se hizo la luz. Cierto que nos ofrecieron otra habitación, era tan grande que no nos íbamos a encontrar y además no teníamos un minuto más para estar cambiando de ubicación pues nos esperaban para cenar.
La primera cena era de trabajo, en una llamada a última hora antes de salir de Barcelona alguien nos hablaba de que nos querían informar de algo importante.
Tomamos unas tapas en el Lizarrán, situado en el centro de la ciudad, la chica que nos atendía una valenciana de ojos azules me reconoció a pesar de ir sin maquillar y con el pelo recogido, ve el programa Sálvame y como un radar enseguida dio conmigo. Voy al programa Sálvame dos veces al mes, el programa lo sigue tanta gente que en mi parece que voy todos los días, como en la época de “Tómbola”, con Lorena nos hicimos unas fotos y con las personas que nos tenían que hablar de temas de trabajo quedamos para el día siguiente.
Familia
A primera hora de la mañana Rafa tenía que resolver asuntos personales en su ciudad y yo me quedé trabajando en la habitación, luego nos reunimos otra vez para el tema que nos interesaba y que se nos iba a ampliar. Ese día queríamos estar solos, imposible, salimos pitando a reunirnos con las hermanas de Rafa, con una de sus sobrinas y con su familia, dos hijos, una pequeña revoltosa de dos añosa la que le gustan los collares preciosos y un hermoso bebé de seis meses.
Por la noche cenamos con los hijos de Rafa y una de sus hermanas en la Taberna de la Paz, en pleno centro de Valencia, en la sobremesa hablamos de todo menos de política, sí de la situación económica del país, de los problemas que sufrimos y me alegré porque todos trabajan, es cierto que unos con mayor tranquilidad que otros.
Llevábamos más de día y medio en la ciudad del Turia y aún no había visto ni el río, ni la Ciudad de las Artes y las Ciencias, bueno, sí, la había visto, de lejos, en su inmensidad, también la Ópera, pero así quedó la cosa.
La Malva-rosa
El trabajo que nos había interrumpido nuestros días seguía en activo, pero finalmente hicimos un “aparte”, dejamos todo a un lado y nos fuimos a la playa de la Malva-rosa, comimos una estupenda paella en La Rosa y después paseamos cerca del mar, ni frío, ni viento, tampoco calor, día agradable, una llamada al móvil interrumpió tanto amor, Sergio Alís me decía si podía entrar en directo en el programa de radio donde él colabora en La Mancha para que opinara sobre la visita de Jesulín a su hija Andreíta, ¿cómo decirle que no a un amigo?, imposible, con Sergio hemos compartido mesa en la autonómica ETB, siempre riéndonos, veíamos el vaso siempre medio lleno, cuando coincidíamos en el vuelo, antes de aterrizar, siempre había un momento de pánico, nos cogíamos de la mano, cerrábamos los ojos y decíamos: “¿quién caray nos obliga a hacer esto?”
El Carme
Rafa nació en el Barri del Carme y tiene un amor por ese barrio muy grande, a mi me gusta mucho, los restaurantes, los bares y sus calles siempre están muy animadas y te cruzas con gente muy diferente, acudimos al Café Lisboa, antes de cenar para tomar un refresco, estaba hasta los topes, todo el mundo estaba viendo la tele, nadie decía ni mu, habíamos olvidado que el Barça y el Valencia jugaban el partido de Copa y en aquel café se reúne una peña del Barça , a través de una ventana vi el resultado: “ Rafa, fatal están uno a uno, están perdiendo” su respuesta fue contundente: “Qué dices, ese resultado es muy bueno para el Barça” y nos fuimos sin tomar nada, las calles desiertas y los establecimientos vacíos, el Carme parecía otro, queríamos cenar muy poco, somos de cenar poco, siempre, cenar copiosamente nos sienta mal, encontramos en esa zona un pequeño restaurante agradable donde anunciaban tablas de quesos, algo de jamón, embutidos, ensaladas, se llama Sènia y nos gustó mucho, por todo, por el trato, Rafa entabló una buena conversación con el dueño del local, hablaron del Carme de sus establecimientos y de las normas de ciudadanía, degustamos quesos y bebimos cerveza artesanal valenciana, buenísima y nos gustó tanto que el día siguiente queríamos ir a tomar un aperitivo, imposible hacerlo ya que hasta la primavera no abren los mediodías. Volveremos. Precio muy asequible, hay que decirlo todo. No podía faltar una visita al Negrito, otro de los cafés típicos del Carme donde era habitual encontrarse con el desaparecido Pepe Rubianes cuando estaba por Valencia.
Llegaba el día de irnos y no habíamos visitado nada ni a nadie, casi todo por hacer, aprovechamos el día libre y desayunamos en el bar del hotel Inglés desde donde contemplábamos la barroca fachada del Palacio del Marqués de Dos Aguas, paseamos por el centro viendo las tiendas de rebajas y las de la Milla de Oro, el sol se había despedido para dejarnos un frío pelón, algo insólito en la Valencia que yo conocía, todo el mundo hablaba de los mismo, la playa a los lejos, amenazaba olas inmensas, la gente decía que iba a llover, de echo la noche anterior chispeó un rato.
También visitamos la Iglesia del Patriarca con unas pinturas maravillosas y con un dragón disecado en su entrada del que la leyenda dice que en la Huerta y la Albufera se comía a los habitantes del entorno. Después entramos en la vieja Universidad, a Rafa le apetecía enseñarme el sitio donde pasó sus primeros años de universitario, el claustro estaba en obras pero la estatua de Luís Vives sigue presidiéndolo como en los años en que mi pareja pasaba sus horas acunado a la sombra del pensador valenciano que tuvo que huir de la ciudad para no ser quemado por la Santa Inquisición y el bar Los Pajaritos, supongo que también le quedó tiempo para entrar alguna que otra vez a las aulas.
La Utielana
Rafa me regaló un collar que compró a su amigo Pepe, un senegalés dedicado a la venta ambulante que habla valenciano debido a los largos años que lleva en Valencia, en esta ocasión no entró en el juego del regateo como hace siempre que le compra alguna cosa a Pepe, no teníamos tiempo ya que había que hacer cola para comer en el restaurante “La Utielana”, recomendado en todas las guías gastronómicas pero a precios asequibles y comida casera como en las antiguas fondas. El jueves tocaba puchero que se veía atractivo y sabroso, optamos por los sesos rebozados, albóndigas de carne y salmonetes de playa, son platos muy solicitados y sus raciones son abundantes como las de la abuela. Es un restaurante de toda la vida pero por su calidad y por el precio siempre hay que hacer cola, llegas coges número como en la cola del mercado o el súper y esperas en la calle a que te vengan a buscar. En estos momentos en que todo el mundo habla de gastronomía selecta y de reservas online y por teléfono esperar en la calle es exótico.
La Geperudeta
Jamás nadie se puede ir de Valencia sin visitar a la “Geperudeta”, la Mare de Deu dels Desamparats que está en la Basílica que lleva su nombre en la plaza de la Verge, entramos en la Basílica y la Virgen estaba de espaldas, como descansando, los valencianos dicen que mira al suelo para ver a los pobres y de ahí la pequeña joroba que parecer tener en lo alto del manto, según explican los ciudadanos ella escucha lo que le piden y hace lo posible para contentar todos los deseos, un acto impresionante se produce durante las Fallas cuando miles de valencianas y valencianos vestidos de falleros acuden en “l’ofrena” a llenar de flores todos los rincones de la plaza que durante esos días luce en el centro de la misma una enorme imagen de la Verge, las falleras se emocionan y lloran a moco tendido mientras dejan el ramo a los pies de la imagen.
Cirios
Me gusta poner cirios en las Iglesias, piensen lo que quieran, es algo superior a mis fuerzas, el otro día puse alguno en la Basílica valenciana sin pedir nada a cambio, las monjas de mi colegio me enseñaron que los santos y las vírgenes conocen los deseos de sus fieles, por eso llevada por mi instinto metí algunos céntimos en la ranura de petición de deseos para ver como se encendían unas lamparitas, las iglesias, con olor a incienso, las velas encendidas y las vírgenes cubiertas con mantos exagerados es cuando mejor me sientan.
El Café de las Horas
Ya a punto de coger el tren de vuelta tomamos un cafelito en El Café de las Horas, un local recomendable, es lo más barroco que nunca he visto en un local de copas, hay tanta mezcla que impone, pinturas en la pared, estrellas en el firmamento del techo, en el suelo ni parquet ni mosaico, está formado por “trencadís”, flores por todas partes, también en la puerta de la entrada como saludo de bienvenida, dentro el suave rumor del agua de una fuente, el agua es portadora de felicidad y de que todo fluya, un café que me sentó a gloria, pero a poco, las vacaciones siempre suelen ser cortas y en esta ocasión lo fueron más, mucho, pero nosotros seguimos en nuestra vida compartiendo, estemos donde estemos, todo lo que la ésta nos da. Valencia nos espera otro día, cualquier día en cualquier esquina, mientras, sorbemos lo que vivimos, lo que tenemos y lo que nos damos.
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