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Ha llegado la hora de que EE.UU. recicle su segunda guerra favorita

Jaime Moreno Tejada, corresponsal en Asia

América contra sí misma: la Guerra de Vietnam según Hollywood

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¿Se acuerdan de Good Morning Vietnam, la película? ¿No? Bueno, pues me sirve de excusa para hablar de un subgénero del cine bélico inexplicablemente olvidado por Hollywood en los últimos años.

Good Morning Vietnam, la película, cumple ahora un cuarto de siglo. En ella el cómico Robin Williams interpreta su primer papel dramático: un caótico pinchadiscos, que llega a Saigón para romper con la rutina de la estricta burocracia militar.

A decir verdad, ni Good Morning Vietnam es cine bélico en sentido estricto ni el rol de Williams es completamente dramático. Quizás porque no encaja en las categorías habituales, ha resistido bastante bien el embate del tiempo.

Hay que tener en cuenta, eso sí, que toda película de guerra producida antes de Salvar al Soldado Ryan resultará sensiblera y provinciana: le faltarán vísceras volando por los aires y le faltarán subtítulos de conversaciones en lenguas fabulosas.

La Guerra de Vietnam (1955-1975) supuso el principio del fin del sueño americano, y los grandes estudios de cine contaron la tragedia como si en verdad no hubiera sido más que una pesadilla. Gracias Hollywood, supongo que estás gobernado por fortunas mercenarias, generalmente patriotas hasta casi rozar la subnormalidad, pero también dispuestas a practicar el anti-americanismo.

Es cierto que una de las primeras películas de la Guerra de Vietnam, Boinas verdes (1968), fue un resto del pasado más remoto. Dirigida y protagonizada por el mismísimo John Wayne, Boinas verdes más bien parece un western – con  sus vaqueros guapos y honestos y sus indios feos y mezquinos–  rodado en un invernadero.

Las bombas sobre suelo patrio, todas ellas de factura nacional, comenzaron a precipitarse diez años después. Primero llegó El cazador (Michael Cimino, 1978), un viaje a la trastornada mente de un veterano, Robert de Niro, que aún hoy pone los pelos como escarpias.

http://www.youtube.com/watch?v=GQx0QB0DOV4

Luego vino Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), la madre de todas las películas. Muy conradiana... Sí, lo que ustedes quieran. Yo sólo espero no haber sido el único adolescente que intentó verla varias veces –cada año la ponían en la 2– para caer en un profundo sueño en cuanto Marlon Brando hacía su aparición.

En el primer quinquenio de los años 80 los americanos continuaron flagelándose. Pero, curiosamente, el suplicio fue interpretado en clave nacionalista. Rambo (Ted Kotcheff, 1982) es la historia de un renegado, un terrorista, y lo mismo se puede decir de Desaparecido en combate (Joseph Zito, 1984). Y sin embargo a nadie se le ocurrió pensar que no había continuidad entre el héroe de Rocky y el anti-héroe de Rambo. En el terreno musical ocurría algo parecido: “Born in the USA”, que entonces sonaba en todos los radiocasettes, era una crítica brutal a la herencia de Vietnam, y aún así fue adoptada con orgullo por la América profunda.

Sea como fuere, Rambo y Desaparecido en combate son clásicos de siempre, con Sylvester Stallone y Chuck Norris en todo su esplendor creativo.

En la segunda mitad de la década, Hollywood profundizó aún más en la herida causada por la Guerra de Vietnam. Sin ningún tipo de reparos, con la taquilla en la cabeza en lugar de la bandera, los grandes estudios depositaron su confianza en un puñado de directores jacobinos.

Y así propiciaron una cascada de amargas obras maestras: Platoon (Oliver Stone, 1986), La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987), La colina de la hamburguesa (John Irvin, 1987), la propia Good Morning Vietnam (Barry Levinson, 1987), Corazones de Hierro (vale, Casualties of War, Brian de Palma, 1989) y Nacido el 4 de julio (Oliver Stone, 1989).

No muchos han visto El cielo y la tierra (1993), la cinta que completa la trilogía vietnamita de Oliver Stone. Basada en tres libros auto-biográficos de la escritora Le Ly Hayslip, es un ejemplo diáfano de cómo, a partir de los años 90, América trató de ponerse en la piel del enemigo.

El cielo y la tierra es un esfuerzo pionero y quizás por ello es algo prematuro, sobre todo si lo juzgamos dos décadas después, cuando se han rodado monumentos a la imparcialidad de la envergadura de Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima.

La Guerra de Vietnam, al contrario que la Segunda Guerra Mundial, no ha sido reciclada en Hollywood en los últimos diez o quince años. La excepción, Rescate al amanecer (Werner Herzog, 2006), la firma un alemán y por ello sufre de un exceso de silencios y de una imperdonable falta de explosiones.

Es necesario que Steven Spielberg reciba un email de HBO y que le paguen una fortuna para hacer Band of Brothers o The Pacific, pero a la vera del Mekong.

En lugar de esto, hemos visto cosas tan rancias como Cuando éramos soldados (Randal Wallace, 2002), con Mel Gibson en el reparto y que, a pesar de ser una súper-producción, se rodó en las no muy tropicales colinas de California.

En fin, se re-edita ahora Good Morning Vietnam en formato Blu-ray. Y si no les gusta la película, les gustará la música de fondo. El responsable del guión tuvo una idea brillante: que el protagonista fuera un pinchadiscos durante la guerra con la mejor banda sonora de la historia.

América contra sí misma: la Guerra de Vietnam según Hollywood

Ha llegado la hora de que EE.UU. recicle su segunda guerra favorita

Jaime Moreno Tejada, corresponsal en Asia
Jaime Moreno Tejada
sábado, 4 de febrero de 2012, 10:29 h (CET)

¿Se acuerdan de Good Morning Vietnam, la película? ¿No? Bueno, pues me sirve de excusa para hablar de un subgénero del cine bélico inexplicablemente olvidado por Hollywood en los últimos años.

Good Morning Vietnam, la película, cumple ahora un cuarto de siglo. En ella el cómico Robin Williams interpreta su primer papel dramático: un caótico pinchadiscos, que llega a Saigón para romper con la rutina de la estricta burocracia militar.

A decir verdad, ni Good Morning Vietnam es cine bélico en sentido estricto ni el rol de Williams es completamente dramático. Quizás porque no encaja en las categorías habituales, ha resistido bastante bien el embate del tiempo.

Hay que tener en cuenta, eso sí, que toda película de guerra producida antes de Salvar al Soldado Ryan resultará sensiblera y provinciana: le faltarán vísceras volando por los aires y le faltarán subtítulos de conversaciones en lenguas fabulosas.

La Guerra de Vietnam (1955-1975) supuso el principio del fin del sueño americano, y los grandes estudios de cine contaron la tragedia como si en verdad no hubiera sido más que una pesadilla. Gracias Hollywood, supongo que estás gobernado por fortunas mercenarias, generalmente patriotas hasta casi rozar la subnormalidad, pero también dispuestas a practicar el anti-americanismo.

Es cierto que una de las primeras películas de la Guerra de Vietnam, Boinas verdes (1968), fue un resto del pasado más remoto. Dirigida y protagonizada por el mismísimo John Wayne, Boinas verdes más bien parece un western – con  sus vaqueros guapos y honestos y sus indios feos y mezquinos–  rodado en un invernadero.

Las bombas sobre suelo patrio, todas ellas de factura nacional, comenzaron a precipitarse diez años después. Primero llegó El cazador (Michael Cimino, 1978), un viaje a la trastornada mente de un veterano, Robert de Niro, que aún hoy pone los pelos como escarpias.

http://www.youtube.com/watch?v=GQx0QB0DOV4

Luego vino Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), la madre de todas las películas. Muy conradiana... Sí, lo que ustedes quieran. Yo sólo espero no haber sido el único adolescente que intentó verla varias veces –cada año la ponían en la 2– para caer en un profundo sueño en cuanto Marlon Brando hacía su aparición.

En el primer quinquenio de los años 80 los americanos continuaron flagelándose. Pero, curiosamente, el suplicio fue interpretado en clave nacionalista. Rambo (Ted Kotcheff, 1982) es la historia de un renegado, un terrorista, y lo mismo se puede decir de Desaparecido en combate (Joseph Zito, 1984). Y sin embargo a nadie se le ocurrió pensar que no había continuidad entre el héroe de Rocky y el anti-héroe de Rambo. En el terreno musical ocurría algo parecido: “Born in the USA”, que entonces sonaba en todos los radiocasettes, era una crítica brutal a la herencia de Vietnam, y aún así fue adoptada con orgullo por la América profunda.

Sea como fuere, Rambo y Desaparecido en combate son clásicos de siempre, con Sylvester Stallone y Chuck Norris en todo su esplendor creativo.

En la segunda mitad de la década, Hollywood profundizó aún más en la herida causada por la Guerra de Vietnam. Sin ningún tipo de reparos, con la taquilla en la cabeza en lugar de la bandera, los grandes estudios depositaron su confianza en un puñado de directores jacobinos.

Y así propiciaron una cascada de amargas obras maestras: Platoon (Oliver Stone, 1986), La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987), La colina de la hamburguesa (John Irvin, 1987), la propia Good Morning Vietnam (Barry Levinson, 1987), Corazones de Hierro (vale, Casualties of War, Brian de Palma, 1989) y Nacido el 4 de julio (Oliver Stone, 1989).

No muchos han visto El cielo y la tierra (1993), la cinta que completa la trilogía vietnamita de Oliver Stone. Basada en tres libros auto-biográficos de la escritora Le Ly Hayslip, es un ejemplo diáfano de cómo, a partir de los años 90, América trató de ponerse en la piel del enemigo.

El cielo y la tierra es un esfuerzo pionero y quizás por ello es algo prematuro, sobre todo si lo juzgamos dos décadas después, cuando se han rodado monumentos a la imparcialidad de la envergadura de Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima.

La Guerra de Vietnam, al contrario que la Segunda Guerra Mundial, no ha sido reciclada en Hollywood en los últimos diez o quince años. La excepción, Rescate al amanecer (Werner Herzog, 2006), la firma un alemán y por ello sufre de un exceso de silencios y de una imperdonable falta de explosiones.

Es necesario que Steven Spielberg reciba un email de HBO y que le paguen una fortuna para hacer Band of Brothers o The Pacific, pero a la vera del Mekong.

En lugar de esto, hemos visto cosas tan rancias como Cuando éramos soldados (Randal Wallace, 2002), con Mel Gibson en el reparto y que, a pesar de ser una súper-producción, se rodó en las no muy tropicales colinas de California.

En fin, se re-edita ahora Good Morning Vietnam en formato Blu-ray. Y si no les gusta la película, les gustará la música de fondo. El responsable del guión tuvo una idea brillante: que el protagonista fuera un pinchadiscos durante la guerra con la mejor banda sonora de la historia.

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