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Eduardo Cassano

La verdadera historia de una generación perdida

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Ésta es la increíble pero cierta historia de otra generación perdida. No me refiero a los ‘Ni-ni’ de los 90, que según un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) cifra en el 1%, porque cualquier persona adulta con un mínimo de sentido común entiende que el porcentaje real es mucho mayor y esa generación se perdió nada más salir del huevo. Me refiero concretamente a la generación de los 80, que probablemente está siendo la más afectada por la crisis.

Cuando la vida daba un golpe a las generaciones anteriores, ponían la otra mejilla y salían adelante como buenamente podían. Ahora, si la vida le da un golpe a una persona treintañera, lo resuelve con cirugía. La generación de los 90 ha aprendido eso, y ha ido un paso más allá: que además la paguen unos padres que no sólo consienten, sino que lo aceptan como algo normal. Pero hay cosas que no resuelve la cirugía, aunque algunos anuncios publicitarios traten de convencernos de lo contrario, por ejemplo la ética.

Cada día me encuentro con personas de la generación de los 80 con mucha ética, pero pocos recursos y posibilidades. A algunos les ha vencido la depresión y sobreviven en un permanente estado de desánimo, a otros el banco les ha quitado el piso y ahora trata de apropiarse también de su futuro. Los hay que se quejan, aseguran que nadie les informó de las consecuencias, pero –por ahora- ninguno declara haber firmado la hipoteca bajo amenaza.

En Francia, Gran Bretaña o en EEUU la dación es lo normal en casos extremos: el banco se queda el piso y el deudor recupera su independencia económica. En España no: aquí si no pagas la hipoteca, te quedas sin piso y con una deuda económica, que se estipula entre la cantidad total de deuda y lo recuperado por el banco en la subasta. Y si no puedes asumir la deuda, te embargan la nómina prácticamente de por vida. Es decir, un chollo para el banco (la banca siempre gana) y la ruina para los ciudadanos, que desde ese instante no podrán acceder un piso de alquiler, por figurar en los archivos de morosidad, y se verán obligados a alquilar un habitación en un piso compartido, en el mejor de los casos.

Cuando han preguntado a Zapatero por este tema ha dicho que la dación pondría en riesgo el sistema financiero… ¿pero qué ocurre con el drama humano, de tantas personas que viven ya por debajo del umbral de la pobreza? Todavía hoy, los bancos siguen obteniendo beneficios multimillonarios un trimestre tras otro. Por suerte –y por necesidad- ya ha comenzado la iniciativa legislativa popular por la dación en pago, propuesta que necesitará conseguir el apoyo de 500.000 firmas en nueve meses para llevarla al Congreso. A partir de ahora se trata de que cada una de esas personas que firme se convierta en un optimista profesional, sobre todo si está en paro y tiene tiempo libre: no es suficiente con firmar un documento y esperar, hay que actuar desde el pensamiento de uno mismo y visualizarlo, para poder atraerlo. De esto sabe mucho Emilio Duró, un optimista profesional nato cuyas ponencias recomiendo escuchar, ver y reflexionar, a la mayor brevedad posible. No se arrepentirán.

La verdadera historia de una generación perdida

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
viernes, 25 de marzo de 2011, 07:45 h (CET)
Ésta es la increíble pero cierta historia de otra generación perdida. No me refiero a los ‘Ni-ni’ de los 90, que según un estudio del Instituto de la Juventud (Injuve) cifra en el 1%, porque cualquier persona adulta con un mínimo de sentido común entiende que el porcentaje real es mucho mayor y esa generación se perdió nada más salir del huevo. Me refiero concretamente a la generación de los 80, que probablemente está siendo la más afectada por la crisis.

Cuando la vida daba un golpe a las generaciones anteriores, ponían la otra mejilla y salían adelante como buenamente podían. Ahora, si la vida le da un golpe a una persona treintañera, lo resuelve con cirugía. La generación de los 90 ha aprendido eso, y ha ido un paso más allá: que además la paguen unos padres que no sólo consienten, sino que lo aceptan como algo normal. Pero hay cosas que no resuelve la cirugía, aunque algunos anuncios publicitarios traten de convencernos de lo contrario, por ejemplo la ética.

Cada día me encuentro con personas de la generación de los 80 con mucha ética, pero pocos recursos y posibilidades. A algunos les ha vencido la depresión y sobreviven en un permanente estado de desánimo, a otros el banco les ha quitado el piso y ahora trata de apropiarse también de su futuro. Los hay que se quejan, aseguran que nadie les informó de las consecuencias, pero –por ahora- ninguno declara haber firmado la hipoteca bajo amenaza.

En Francia, Gran Bretaña o en EEUU la dación es lo normal en casos extremos: el banco se queda el piso y el deudor recupera su independencia económica. En España no: aquí si no pagas la hipoteca, te quedas sin piso y con una deuda económica, que se estipula entre la cantidad total de deuda y lo recuperado por el banco en la subasta. Y si no puedes asumir la deuda, te embargan la nómina prácticamente de por vida. Es decir, un chollo para el banco (la banca siempre gana) y la ruina para los ciudadanos, que desde ese instante no podrán acceder un piso de alquiler, por figurar en los archivos de morosidad, y se verán obligados a alquilar un habitación en un piso compartido, en el mejor de los casos.

Cuando han preguntado a Zapatero por este tema ha dicho que la dación pondría en riesgo el sistema financiero… ¿pero qué ocurre con el drama humano, de tantas personas que viven ya por debajo del umbral de la pobreza? Todavía hoy, los bancos siguen obteniendo beneficios multimillonarios un trimestre tras otro. Por suerte –y por necesidad- ya ha comenzado la iniciativa legislativa popular por la dación en pago, propuesta que necesitará conseguir el apoyo de 500.000 firmas en nueve meses para llevarla al Congreso. A partir de ahora se trata de que cada una de esas personas que firme se convierta en un optimista profesional, sobre todo si está en paro y tiene tiempo libre: no es suficiente con firmar un documento y esperar, hay que actuar desde el pensamiento de uno mismo y visualizarlo, para poder atraerlo. De esto sabe mucho Emilio Duró, un optimista profesional nato cuyas ponencias recomiendo escuchar, ver y reflexionar, a la mayor brevedad posible. No se arrepentirán.

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