Hace mucho tiempo que el “rap” dejó de tener esa marca de marginalidad que en sus orígenes constituyó parte de su encanto. Esos ritmos cuya base es el compás 4/4 del acompañamiento, en el que cada sílaba del texto acentúa machaconamente cada parte, con alteraciones periódicas y cierta regulada improvisación integrada en el “flow” (“fluir”), pertenecen ya tanto a nuestro mundo, a nuestra concepción de un cierto tipo de música, que es difícil que nos sorprendan. Y digo “difícil”, pero no “imposible”; puesto que eso es lo que nos ha sucedido a mí y a muchos otros con “Un millón de gatos”, disco del joven cantante y autor cántabro, Eduardo Elorza.
Veintitrés años no son muchos, pero la inquietud del artista puede a esa edad ser muy veterana y diversa. En el caso de Eduardo, con una corta pero intensa biografía que se reparte entre Sudáfrica, Madrid y Santander, son la música y la literatura las dos vías que ha elegido para expresar esa inquietud.
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Eduardo Elorza.
| Luis del Palacio / SIGLO XXI
Podrías, quizá, empezar hablándome de lo que te mueve a componer o a escribir
Para mí el acto de escribir o de componer mis canciones resulta algo natural: una manera de contar lo que veo y lo que siento. Las personas tienden a buscar algo estable en su vida y yo, a pesar de ser joven, soy muy consciente de ello. Deseo seguir formándome como artista, seguir estudiando y explorando. La música o la literatura no constituyen hobbies pasajeros; quiero dedicarme de lleno a ellos.
En el rap se encuentran muchas de las vivencias de un mundo urbano, a veces marginal, donde confluyen el desencanto y la rabia, la experiencia frustrante que supone vivir lo cotidiano, también lo lírico, y una cierta hosca melancolía que puede desvanecerse o no ante unos pocos versos de esperanza ¿Cuánto hay de desencanto y cuánto de esperanza en las canciones de tu álbum?
Creo que a partes iguales…No sé, quizá predomine un tono melancólico, aunque a veces salte una chispa, un impulso que anima a seguir el camino.
¿Qué te atrajo del rap para convertirlo en tu modo de hacer Música?
El rap me atrajo porque es una forma de poesía; te expresas mediante rimas y con la poesía es como empecé, así que fue como una evolución; luego conocí mi voz, mi ritmo y empecé con el rap. Dentro de una canción de rap se puede contar mucho y eso es lo que me atrajo: la capacidad de transmitir que tiene este género sea con su ritmo y rimas o con su juego de palabras.
¿En qué te inspiras para las letras de tus canciones?
Me inspiro en todo lo que esta a mi alrededor, un acontecimiento que ha ocurrido o que esta por venir, un suceso personal o de alguien; mis vivencias, mis opiniones y, sobre todo, mis sentimientos, porque creo que la música es, sobre todo, sentimiento.
Utilizo la música como vía de escape, descargo en mis letras, ya sea lo bueno o lo malo; digamos que escribir es mi modo de reiniciarme el vacío y de coger fuerzas para volver a empezar, pero voy dejando constancia de lo que he sentido en cada momento, dejando huella. Esa huella es mi música.
Tu disco ha tenido bastante repercusión en Cantabria, especialmente entre la gente joven ¿Qué se necesita para que un disco como el tuyo alcance la popularidad que merece?
Sobre todo que detrás haya una compañía discográfica con mucho dinero. La publicidad y la distribución son esenciales. Por otro lado es necesario un manager que te organice conciertos y actuaciones. Los discos los hacen rentables las personas que hay detrás y tienen dinero para invertir. Una buena promoción es fundamental, con ello se vende lo bueno… y lo malo; aunque el público detecta lo malo enseguida.
Fuiste finalista en un concurso nacional de poesía, a los dieciocho años y aquel poema forma parte del volumen “Lágrimas de despedida”. ¿Puedes hablarme de tu libro, “Clima de violencia”, y de otros proyectos literarios terminados o en proceso?
Es un relato policiaco, muy actual, con un tratamiento muy cinematográfico. He intentando cuidar mucho la expresión, dentro un ritmo muy vivo. Pero lo más reciente que he acabado es un guión para un corto, titulado “Un hombre solo”. Se trata de la historia de un vagabundo, de uno de esos personajes que vemos por las calles con su tetrabric de vino, sentado en cualquier banco, que un buen día se despierta por la mañana y ve que a su lado hay un bebé. Repuesto de la sorpresa, se da cuenta de que tiene hambre, de que hay que alimentarlo. Es una especie de parábola en la que el hombre, que es incapaz de otro modo de asumir su propia vida, tiene que volcar toda su fuerza interior para ocuparse de otro ser humano.
¿En qué medida influye la ciudad de Santander en tus letras?
Bueno…, el medio siempre influye y es donde vivo así que influye a la hora de hablar de vivencias y de recuerdos también hablo de lo difícil que es abrirte paso en esta ciudad,
Una ciudad que vive de las apariencias y que juzga lo original y distinto como algo sin valor, cuando en realidad es precisamente lo único que merece la pena. Hay una letra de una de mis canciones en la que digo:
“Ya no escribo buscando la fama/ más de 500 temas ni un concierto tan sólo es un drama/ Y es que soy de una ciudad que vive de las apariencias/ yo escribo sentimientos/ yo compongo las canciones que te hacen pensar y esto, claro, no conecta/ / y tu mueves la cabeza para no llorar/ y aunque mi ropa o apariencia parezca vulgar/ en esta letra casi vuelo y puedo respirar”
O este otro: “Cumple tus sueños/ y te sabrá eterno/ el sabor de este laberinto/ del infierno”
Léase, o cántese todo, a ritmo de rap.
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